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12 de febrero de 2014

Campanadas de la Historia (38) 'Los niños de Rusia', de Jaime Camino



Aún no teníamos en nuestra web el documental "Los niños de Rusia" así que subsanamos la incidencia con este post. Dirigido en 2001 por Jaime Camino cuenta la historia de los millares de niños de la España republicana que, durante nuestra guerra civil fueron enviados a distintos países para alejarlos del conflicto. Aproximadamente tres mil de ellos fueron acogidos por la Unión Soviética.

A través de los testimonios de quienes hoy tienen más de setenta años, el film indaga en su peripecia vital, a la vez que recuerda los hechos: la victoria de Franco, la invasión de la URSS por los ejércitos alemanes en 1941, los sufrimientos provocados por la Segunda Guerra mundial, las características del régimen estalinista y de la educación en aquel país, su difícil regreso a España y el desarraigo que muchos sintieron serían los acontecimientos que marcarían sus vidas. Un documental imprescindible para entender una parte de nuestra historia.


Los niños de Rusia

Seguir llamando niños a los que tienen más de setenta años puede parecer un anacronismo, pero es verdad que a partir de su viaje a Rusia todo fue distinto en sus vidas y lo que más les ha marcado es esa añoranza por la patria perdida y jamás recuperada, por la búsqueda de una identidad que tenían cuando eran niños españoles y que posiblemente nunca volverán a tener. Los niños de Rusia comenzaron en el año 1937 un viaje sin regreso, un viaje hacia el extrañamiento, huyendo de las bombas que la aviación fascista tiraba sobre las ciudades republicanas y de aquel cataclismo que intentaron paliar países como Francia, Inglaterra o Rusia acogiendo a los niños republicanos, en el caso de estos últimos los convirtió en unos Ulises -Nadie- que jamás encontrarían su Itaca. Lo que iba a durar tres meses se convirtió en una odisea y fueron sus vidas testigos y protagonistas del devenir de la Europa de esos años, desde la huida por el puerto de Santurce en el barco La Habana hasta llegar a Rusia y la acogida en Leningrado (así se decía entonces) apoteósica, humana y propagandista (no más que cualquiera de nuestros telediarios de hoy), la estancia en las Casas de acogida, la Segunda Guerra Mundial, la batalla de Stalingrado, la alegría del final de la guerra, las purgas de Estalin, la apertura de Kruchef y la primera oportunidad de poder regresar a España.

Estos hitos históricos van estructurando el relato de las vidas y los diferentes juicios de los protagonistas en torno a si debieron o no salir del país, sobre el acierto o no de la decisión de sus padres, de lo que ha supuesto en sus vidas la permanencia en Rusia, sobre el confinamiento que no les permitió volver a su país como los niños que estuvieron refugiados en otros países al acabar la guerra, sobre la Rusia actual en la que de nuevo se impone la influencia religiosa y el hambre. Las opiniones son diversas; en lo que sí están todos de acuerdo es en la bondad del pueblo ruso, en que la acogida estuvo llena de solidaridad y compasión, en que se les intentó formar culturalmente y tenerlos unidos para que no perdieran su cultura; también en que la España que encontraron los que regresaron en el año 56 era una España putrefacta que jamás los admitió como personas, siempre fueron sospechosos y se les intentó purgar del lavado de cerebro que traían con otro peor en el que participaba el país entero bajo el nacional-catolicismo, y así no sólo fueron sospechosos ante la policía española, que dejó que actuará la CIA en nuestro territorio para descubrir planes y planos, sino que sus familiares y vecinos siempre los vieron como algo foráneo y peligroso. Algunos, ante tanta hostilidad, regresaron de nuevo a Rusia.

Resulta conmovedor el contraste entre la serenidad, la sinceridad, la viveza de los recuerdos que los protagonistas van desgranando ante las cámaras en el momento actual y las imágenes en blanco y negro de documentales de aquel tiempo, fotografías y canciones que nos hacen vivir una época que no vivimos, pero que está tan presente en todos nosotros y que les debíamos como homenaje a estas personas. Sus vidas ilustran la veleidad del futuro, la inutilidad de los planes, el desarraigo como una metáfora de la vida, el extrañamiento y la soledad como una forma de ser del hombre, la añoranza y su superación y por encima de todo la dignidad y la sinceridad, la emoción y la entereza de estos protagonistas involuntarios; de este viaje que se prolonga en el tiempo hasta ocupar la totalidad de sus vidas. (Texto: Daniel Arenas)