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4 de junio de 2016

In Memoriam, Muhammad Ali / 'I am Alí', de Clare Lewins


Murió en Phoenix, Arizona, a los 74 años de una afección respiratoria Muhammad Alí, nacido Cassius Clay, el hombre, el boxeador que nació el día en que, a los 12 años, le robaron la bicicleta y tras confesar a un agente de policía que daría una paliza al ladrón, éste le dijo que si quería pelear tendría que saber cómo. Hace ya bastante que publicamos 'When we were kings', mítico documental sobre su combate contra Foreman en Kinshasa en 1974, combate que le haría entrar, definitivamente, en el olimpo de los mejores boxeadores de todas las épocas. Como dice Alfredo Relaño:

En mi despacho de AS tengo las fotos de tres grandes, mi podio personal en la historia del deporte. En el centro está Ali, flanqueado por Pelé y Jordan. Algunos me discuten el segundo o el tercero, pero nadie me discute a Ali, representado por esa gran foto en la que reta a Sonny Liston, caído en el suelo. La suya fue una aventura única. El héroe deportivo que arrostró unas consecuencias durísimas porque, como dijo ayer Obama, “habló por los que no podían”. Y lo hizo en años, no olvidemos, en los que fue asesinado Luther King. Aquel posicionamiento en aquella América no era una broma. 


Pero él lo hizo, poniendo en juego su carrera, su fortuna, su vida. Poniéndose enfrente a la mitad de su país, si bien era la mitad que menos le importaba. La mitad blanca y reaccionaria que aún aplaudía los asesinatos del Ku Klux Klan y que sufría con cada una de sus victorias. Aquellas victorias gloriosas, inapelables, boxeando como nunca se había hecho en la categoría máxima, moviéndose con la ligereza de Sugar Ray Robinson. Esbelto, bello, procaz, ocurrente, canturreaba en rap sus pronósticos, anunciando el asalto en que iba a ganar. Su boxeo era una forma de perfección.

No querer ir al Vietnam (‘ningún vietcong me ha llamado negro’) le partió la carrera. Cuando regresó era otro, nos perdimos sus mejores años. Pero fue entonces cuando se produjeron sus combates míticos, los choques con Frazier y Foreman. Ya para entonces la sociedad americana iba virando. Y más había virado cuando llegaron losJJ OO de Atlanta y le correspondió, ya atacado de parkinson, encender el pebetero. Su causa se había entendido por fin, ya era la causa de casi todos. Quedan sus videos, quedan un par de grandes libros, queda un ejemplo. El deporte sirve para más que para divertir.


Se nos fue pues uno de los grandes iconos de la cultura popular estadounidense, del último siglo que hizo que su talento, sus creencias, su carisma, su insolencia, su orgullo y su compromiso vertebraran su existencia hasta el final, batallando durante tres décadas contra el Parkison y otras patologías.

El documental 'I am Ali' (dirigido en 2014 por Clare Lewins) que seguidamente publicamos, recorre su vida personal, de profesional del boxeo, y de hombre insobornable comprometido en la lucha contra la discriminación racial a través de diverso material audiovisual, entrevistas con familiares, amigos y adversarios en el ring, sonido de grabaciones caseras para rastrear quién fue realmente Muhammad Ali, el hombre, la leyenda.