Este es el blog. Y esta es nuestra web, está todo más ordenadito, mejor.

28 de abril de 2020

In Memoriam, Michael Robinson

Qué tristeza sin tu alegría, Michael

Escrito por Pepe Kollins en La Galerna 28 abril, 2020

A veces, nos invade una profunda pena por la muerte de alguien por quien no hubieras imaginado sentirte tan unido. Es una tristeza de impotencia, de aquellas que se agarran con amargura al recuerdo de quien se acaba de ir, como cuando intentas aprehender inútilmente un sueño nada más despertarte. Desde que he sabido, esta mañana, del fallecimiento de Michael Robinson no hago más que resonar su voz en mi cabeza, como un soniquete al que aferrarme para que no deje de estar ahí. Y, sin embargo, ya no está.


Para aquellos que vivimos cotidianamente el fútbol la voz de Michael era parte de nuestro atrezo sonoro desde finales de los años ochenta. Su colaboración en Canal + y en el Larguero de la Cadena Ser, lo auparon como un referente mediático que triunfaba por una mezcla de simpatía e ingenio, pero, sobre todo, por una peculiar forma de chapurrear español que ahora podrá perfeccionar allá arriba con su amigo Johan, que le explicará, de nuevo, aquellas locuras tácticas sobre la barra de un pub celestial, moviendo las chapas de las botellas de las que el propio Michael haya dado cuenta.

Quizás se trate del británico que mejor haya caído en territorio español de no ser porque renegó, sin acritud, de sus orígenes, asegurando que tenía que ser por fuerza descendiente lejano de algún naufrago de la Armada Invencible. No había otra explicación a su forma de ser. Esa sonrisa perenne, ese humor tan anglosajón, de acuerdo, pero aderezado con un gracejo y una querencia a la alegría y a la fiesta tan nuestras, como si se tratase de la reencarnación de Ernest Hemingway, otro naufrago llegado a las costas de Pamplona, antes que él.

“Volverá el tiempo del fútbol y cuando eso suceda, festejaremos juntos el haber superado esta tragedia, pero ya nada será igual”. Lo dijo Gianni Infantino hace unas semanas. Unas palabras que hoy cobran sentido, porque cuando lleguen esos días, ya no estará junto a nosotros, ya no resonará de fondo, la voz de ese gaditano con acento irlandés.

Hasta siempre, Michael.

26 de abril de 2020

Absurdeces, bocachanclismos y otros extravíos (39) Casado frente al espejo

Casado frente al espejo

La polémica fotografía del líder del PP representa mucho más que un objeto que le devuelve su imagen en mangas de camisa. Hay impostura, propaganda, y hasta una ofensiva forma de expresar el profundísimo dolor que dice sentir por los muertos

Esther Palomera 23/04/2020 - 22:14h

De Blancanieves a Narciso, de Valle Inclán a Borges, Poe o Chesterton. Es tan prolija la presencia de los espejos en el mundo de las letras que Pablo Casado ha querido dar inspiración en este inusual Sant Jordi a los grandes autores. Rosas no tenía a mano para repartir entre los instagramers, pero títulos pueden salir unos cuantos de la triste e inoportuna imagen que el líder de la derecha ha colgado en su cuenta de Instagram.


Pablo Casado, en una publicación de Instagram

"El caballero de la corbata negra", "El hombre de luto", "Un líder en mangas de camisa". "La derecha ante su propio espejo" , "El mundo interior del político que lloraba a los muertos". Salen tantos epígrafes como memes han aparecido en las redes sociales con la última ocurrencia de los gurús de la calle Génova. Confiemos en que no fuera el propio Casado quien tuviera la idea, si bien para el caso da lo mismo porque se prestó a ella y la asumió como propia.

No hay momento peor para la sobreactuación que la de una crisis que se ha cobrado más de 21.000 muertos. Casado, que tanto respeto reclama para los fallecidos, les ha convertido en material de la peor propaganda porque nada más hay tras esa imagen que el aprovechamiento en beneficio propio de una tragedia colectiva. Su triste figura ante el objeto que le devuelve su imagen y un texto que dice: "Esto es una catástrofe y un drama en empleo. Aquí nadie va a ganar y ya hemos perdido demasiado todos. Más de 20.000 compatriotas fallecidos merecen nuestro respeto, homenaje y luto".

¿De qué respeto habla? Si ese es todo el tributo que le merecen las víctimas de esta pandemia y esas las únicas palabras que le brotan para llegar al corazón de la compungida sociedad es que no merece ya representar siquiera a quienes le votaron en las últimas elecciones. Los errores del Gobierno han sido notables. Muchos, si se quiere. La urgencia por comunicar antes que reflexionar, dialogar o pedir asesoramiento a los expertos ha llevado a Sánchez a episodios tan esperpénticos como el vivido esta semana con la decisión de "aliviar" el confinamiento a los menores. Nunca antes se visualizó tan claramente que hay un problema de desconexión entre ministros, una pelea soterrada por la paternidad de algunas medidas y una dinámica de trabajo en los Consejos de Ministros que deja al descubierto cierta desconfianza entre socios de Gobierno. Además de un problema sanitario y de salud pública, España tiene un problema de liderazgo político. Se mire hacia donde se mire.

La envergadura de la crisis quizá puede llevarse por delante al Gobierno, que es lo que busca la derecha con su insultante ofensiva de desgaste, su altisonante verbo y su crítica de trazo grueso cada vez que se pone delante de una cámara o se sube a la tribuna del Parlamento. La pregunta es si con Casado, no le pasará a Sánchez lo mismo que le ocurrió en su día con Susana Díaz, que su razón de ser, estar y ganar no estaba tanto en sus aciertos, sino en los errores del adversario.

En el fondo, el espejo de Casado representa mucho más que un simple objeto: es su verdadero mundo. Su presencia, su impostura, su sobreactuación y su ofensiva forma de expresar el profundísimo dolor que dice sentir por los muertos. He ahí el misterio de los espejos, que reflejan, ocultan, mienten, deforman y hasta confiesan. Y lo que ha revelado el del líder de la derecha no es muy alentador para quien estos días de miedo, congoja y preocupación no se atreven siquiera a mirarse cada mañana al espejo para no ver la angustia que reflejan sus rostros ni las ojeras provocadas por tantas noches en vela por el temor a enfrentarse a lo que nos depara la España post coronavirus. Todo será distinto y parece que la única certeza es que la política seguirá siendo la misma, la que representa Casado ante un espejo que, como el de Narciso, también puede ser de agua. Si fuera así, el final es bien conocido: se enamorará de su propia imagen, caerá y se ahogará para siempre.

La versión de Blancanieves sería aún peor porque dibujaría a un líder del PP que se pregunta cada mañana aquello de ¿quién de este reino es el más hermoso: Abascal o yo? Y eso constataría que en lo que está el líder de los populares no es en una guerra contra un virus, sino contra la ultraderecha por la hegemonía del bloque al que pertenece.

Cuando esto pase, que pasará, se hará un balance. Sosegado, limpio y elaborado con perspectiva. Entonces será también el momento de decir que la sociedad cumplió ejemplarmente con su parte del esfuerzo colectivo. Y no todos los políticos podrán decir lo ídem de sí mismos.

7 de abril de 2020

Vocabulario Fundamental. Viajes y Migraciones (14) Adónde migran los africanos


Recurrimos a dos de nuestras fuentes de documentación preferidas, El Orden Mundial (con dos artículos, uno en corto y el otro en profundidad) y  la productora audiovisual ARTE (con un documental) para conocer más sobre los patrones migratorios en África, prestando atención tanto a las migraciones intraafricanas (las más comunes), como las que tienen su destino fuera del continente. 

Las migraciones en África

El Orden Mundial 13.01.2019

Cuando hablamos de migraciones en África, suele cristalizar la creencia —errada— de que una enorme proporción de la población allí intenta trasladarse a otras regiones del mundo. Sin embargo, y con la única excepción del norte de África, cuya emigración es hacia otras zonas geográficas del mundo —por facilidades geográficas obvias—, en el resto del continente, es decir, en el África subsahariana, hay un interés limitado en acabar en otra zona del planeta y una realidad en acabar viviendo en un país cercano al natal.

Para millones de africanos, intentar trasladarse a otro país es la única manera de lograr mejores oportunidades económicas o un futuro más seguro. Así, no es casualidad que los grandes motores económicos africanos —Nigeria, Sudáfrica, Etiopía o Costa de Marfil— sean los lugares que más flujos migratorios reciben. En esa misma línea, los países con importantes conflictos o crisis abiertas, caso de Sudán, la República Democrática del Congo o Somalia, tengan flujos de personas que intentan salir de allí.

Tampoco deberían extrañar estas pautas migratorias dentro del continente. Trasladarse a un país vecino es más práctico por muchos motivos: es relativamente probable que la lengua sea la misma, las oportunidades económicas serán acordes a lo que los migrantes pueden ofrecer, es mucho más barato —emigrar a Europa es tremendamente caro, por ejemplo— y la facilidad para la integración es mayor al existir en muchos casos ya allí una diáspora asentada.

Otro factor llamativo es la inexistencia de grandes rutas migratorias que vayan del África subsahariana al norte del continente. El Sáhara actúa como importante barrera geográfica que lleva a buscar otras salidas a aquellas personas que desean emigrar, y solamente es una vía para aquellos que, de forma clandestina, tratan de llegar de países del Sahel a lugares como Libia, Argelia o Marruecos para tratar de llegar a Europa, aunque a nivel proporcional sean pocos.


Adónde migran los africanos



Mujeres en un camino en Nairobi. Fuente: Promise Tangeman

Pese a que pueda existir la percepción popular de que los migrantes africanos tratan de huir desesperadamente hacia el primer mundo, los datos disponibles revelan una realidad mucho más diversa y compleja. ¿Quién migra en África, por qué y adónde?

No es ningún secreto que en el imaginario popular África es a menudo retratada como un continente sumido en la pobreza y el subdesarrollo cuyos emigrantes no tienen más remedio que intentar exiliarse del conflicto y la miseria. Frecuentemente, al hablar de inmigrantes africanos, el significado se suele reducir a un éxodo desesperado de subsaharianos que tienen como objetivo cruzar el Mediterráneo en busca de una mejor vida en Europa. Determinadas retóricas alarmistas, con un importante calado en la sociedad, alimentan esta percepción, así como las imágenes impactantes de tragedias migratorias en los medios de comunicación.

Sería ingenuo afirmar que estas imágenes son irreales o que el drama no es tal, pero los datos disponibles sugieren que no se debe tomar este fenómeno como representativo del conjunto de las migraciones africanas. Los patrones migratorios en África, en general, no difieren sustancialmente de los de otros continentes: la mayoría de los africanos emigran hacia otro país africano, por trabajo, estudios o circunstancias personales. Y, además, lo hacen mediante cauces legales, con visados y pasaportes válidos.

El desarrollo, un incentivo para migrar

Es innegable que el conflicto y los desastres naturales hacen que millones de africanos se vean forzados a emigrar; de hecho, África es el continente con mayor número de refugiados y desplazados internos. Pero la inmensa mayoría de ellos lo hacen o bien dentro de las fronteras estatales o hacia los países aledaños; solo una pequeña parte pone rumbo hacia el norte, en busca de suelo europeo. En 2017 la cifra de refugiados en territorio africano sobrepasaba los 6,5 millones, mientras que la de desplazados internos superaba los 12. No obstante, en el grueso de las migraciones africanas entran en juego múltiples factores que no están asociados ni al conflicto ni a la pobreza extrema. Es más: pese a que pueda ser una percepción extendida, no suelen migrar los que menos tienen, sino aquellos que han conseguido cierto nivel adquisitivo como para poder asumir los costes del desplazamiento. Esta lógica también impera a nivel estatal: no son los países más pobres los que emiten más emigrantes; son aquellos que han adquirido un cierto grado de desarrollo.


El desarrollo de un país está estrechamente relacionado con su cantidad de emigrantes e inmigrantes

El desarrollo resulta un acicate para las migraciones más que un impedimento, dado que suele aumentar los recursos materiales disponibles, las redes sociales, la educación y el conocimiento. África es un continente emergente donde multitud de economías están creciendo a niveles muy esperanzadores, con lo que permiten un nivel de desarrollo que favorece la migración. Así, la mayoría de los africanos solo migra si tiene capacidades y aspiraciones personales para ello. Los que cubren distancias más largas suelen contar con ciertos recursos económicos y estar alfabetizados y cualificados, mientras que los más pobres y menos educados tienden a migrar menos y a destinos más cercanos.

En la decisión de migrar influyen múltiples factores, lo cual añade una extraordinaria complejidad al fenómeno migratorio africano. Entre ellos, indudablemente, figuran los económicos y políticos —búsqueda de empleo y de mejores oportunidades, calidad de la gobernanza, inseguridad, discriminación, desafección política, conflictos…—, pero también aspectos socioculturales, como los sistemas educativos, la etnicidad, el idioma o las redes y contactos en el exterior, aparte de las características personales y familiares del migrante. A ello hay que sumar los condicionantes medioambientales y climáticos, los demográficos —como la densidad y distribución de la población— y factores como el marco legal, el entorno político regional, las normas culturales, la acogida en el país de destino, el coste y la dificultad del viaje, la lejanía del destino o la disponibilidad de nuevas tecnologías.

Un continente en movimiento

En las últimas décadas, los avances en la integración regional africana, los mayores estándares de vida, las mejoras de las infraestructuras y de las tecnologías y el crecimiento demográfico han hecho que África sea, por delante de Asia, el continente que ha experimentado un mayor incremento relativo de emigrantes.

En 2017 había más de 36 millones de inmigrantes africanos en el mundo, tres cuartos más que a comienzos de siglo. Esta cifra, aparentemente elevada, convierte a África, pese a su gran tamaño y población, en el continente que menos migrantes origina —salvo América del Norte y Oceanía—: solo un 14% de los inmigrantes en el mundo son africanos. De hecho, más de la mitad de los africanos que viven fuera de su país de origen lo hacen en otro país de África; si no se contase el Magreb, la cifra ascendería hasta los tres cuartos. En general, los países con litoral mediterráneo guardan patrones de migración muy distintos a los subsaharianos: la amplia mayoría de los emigrantes magrebíes se marchan a otro continente. Europa, donde los vínculos históricos y las redes sociales son muy significativos, es su destino principal, si bien también hay una importante presencia de magrebíes en Oriente Próximo.

En el resto de África se migra mayoritariamente a los países vecinos o del entorno regional. En África occidental, por ejemplo, la zona más dinámica en cuanto a movilidad migratoria, casi todas las migraciones son intrarregionales. Esto es posible gracias a la porosidad de las fronteras, una larga tradición migratoria entre determinados países, la presencia transnacional de determinados grupos étnicos y a que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) prevé formalmente el libre tránsito de personas. También África oriental ejemplifica la fuerte conexión migratoria intraafricana: dos tercios de los migrantes tienen como destino otro país de la región.


Principales flujos de inmigración intraafricana

Por lo general, el patrón migratorio que prima en África es desde los países del interior hacia la costa o países con mayor nivel de desarrollo o terrenos más fértiles. La migración más prevalente es desde las áreas rurales más marginadas a los centros urbanos, donde suele haber mayores oportunidades, si bien este fenómeno coexiste con otros patrones: migraciones de una zona rural a otra por la posibilidad de acceso a tierras o el desarrollo de nuevas actividades; de una ciudad a otra; de la ciudad al campo —la aglomeración de personas en grandes centros urbanos también puede favorecer la precariedad y la marginalidad—, y migraciones circulares, dependientes fundamentalmente de las campañas agrícolas. El gran peso de la población rural en el fenómeno migratorio en África no resulta sorprendente si se tiene en cuenta que el 60% de la población al sur del Sáhara vive en el campo.

En general, suelen migrar más hombres que mujeres y la edad mediana se sitúa en los 31 años. Además, los africanos se mueven principalmente dentro del territorio nacional: los migrantes internos superan con creces a los internacionales, pero la dificultad de cuantificarlos dificulta conocer una cifra exacta.

De África al mundo

De los más de 17 millones de emigrantes africanos fuera de África, Europa acoge a más de la mitad. Esta población, sin embargo, es ligeramente superior a los inmigrantes europeos que viven en América del Norte. Sin considerar a los inmigrantes magrebíes, la cifra se reduce a poco más de cuatro millones, la mitad de ellos, aproximadamente, de ocho países subsaharianos. No es casualidad que los dos países europeos con mayor número de inmigrantes subsaharianos sean las otrora dos grandes metrópolis: en el Reino Unido viven en torno a 1,2 millones de subsaharianos, mientras que en Francia la cifra es cercana al millón. Estos países, junto con Italia y Portugal —provenientes en su mayoría de antiguas colonias—, acaparaban en 2017 casi tres cuartos de los subsaharianos en Europa.


Las rutas migratorias de África a Italia pasan principalmente por Libia

Pero el Viejo Continente no es el único destino de los africanos. En Estados Unidos viven más de un millón de inmigrantes subsaharianos. Canadá tampoco es un destino inusual y la emigración a Asia va in crescendo, particularmente desde el África oriental a los países del Golfo, como Arabia Saudí. También es remarcable la emigración desde el África austral a Oceanía, particularmente a Australia.

A tenor de los datos, no cabe duda de que, desde comienzos de siglo, las migraciones desde África al resto del mundo han aumentado notablemente en términos absolutos: hay en torno a 9 millones más de africanos fuera de su continente de origen. No obstante, la cifra apenas ha crecido un 5%, en detrimento de las migraciones intraafricanas. Este leve ascenso ha sido propiciado por el mayor porcentaje de africanos que han decidido marcharse a América del Norte y Asia. Por el contrario, el porcentaje de africanos —incluyendo magrebíes— que habían migrado hacia Europa en 2017 seguía siendo el mismo que en 2000.

A pesar de que el grueso de la emigración es intraafricana, la gran mayoría de las remesas —envíos de dinero— que reciben los hogares africanos proviene del exterior —Europa, principalmente—. En ello tiene que ver que el Magreb atesore tres quintos de las remesas que entran en el continente. Si a ello le sumamos que Nigeria acapara más de un tercio del total, el resultado es que el resto del África subsahariana, donde se ubican buena parte de los países más pobres del mundo, apenas recibe el 12% de las remesas a África.

El continente del futuro

Actualmente, la edad mediana de la población en África es de 19 años y medio, cifra que sería más baja si no se considerase el norte del continente. El 60% de la población africana tiene menos de 25 años y la media continental de nacimientos por mujer se sitúa en 4,43 —aunque decrece paulatinamente—. Ello, unido al vigoroso incremento de la esperanza de vida, hará que la población actual —1.256 millones de africanos, casi el 17% de la población mundial—, se duplique en apenas tres décadas. Para 2050 un cuarto de la población mundial habrá nacido en África y en 2100 se espera que la población en el continente alcance los 4.467 millones, lo que hará que cuatro de cada diez personas en el mundo sean africanas.

Este incremento exponencial de la población coincidirá con unas condiciones climáticas que se prevén más hostiles y que pueden tener el doble resultado de erosionar el medioambiente y espolear los conflictos. Solo con estas previsiones no resulta difícil vaticinar un aumento sustancial de las migraciones internacionales desde África. Pero, si además consideramos que en el resto de los continentes —salvo Norteamérica y Oceanía— la tendencia poblacional es el decrecimiento demográfico, particularmente acuciante en Europa, solo cabe esperar que el continente que dio origen a la especie humana sea el motor de rejuvenecimiento de un mundo cada vez más envejecido.

Todo parece indicar que el vigor de las migraciones africanas es irreversible y, además, que aquellas que actualmente son marginales, las extracontinentales, tenderán a incrementar su relevancia con el paso de las décadas. Ante este panorama, tratar de impedir unos flujos migratorios que se presumen inevitables no parece que sea la opción más efectiva a largo plazo. Por ello, en primer lugar, resulta razonable incidir en el fomento de un desarrollo sostenible mediante el que las naciones africanas puedan dar abasto por sí mismas a toda la demanda laboral que se incorporará progresivamente a unos mercados laborales que ya se encuentran en buena medida saturados. Y, en segundo lugar, parece propicio avanzar multilateralmente hacia una gestión más eficiente y responsable del creciente fenómeno migratorio, que sea capaz de aprovechar las oportunidades que este presenta y prevenir sus potenciales secuelas.


La integración en grandes bloques económicos como la Cedeao —más conocida por sus siglas en inglés, ECOWAS— contribuye al desarrollo de los países africanos

En este sentido, se están dando pasos favorables en África, como el protocolo de la Unión Africana sobre libre movimiento de personas y derecho a residencia y establecimiento, firmado en marzo de 2018 como complemento del área de libre comercio a la que se han comprometido 44 países. No obstante, la experiencia de las normas de libre circulación ya existentes en organizaciones como la Cedeao, el Mercado Común de África Oriental y Austral o la Comunidad Africana Oriental invitan a ser cautos, ya que no suelen aplicarse en su totalidad. En África el panorama social, además del legal, de los inmigrantes dista también de ser idílico. El recelo hacia el inmigrante, los abusos a sus derechos, las deportaciones y la xenofobia, presentes alrededor del mundo, también encuentran arraigo en el continente africano desde las propias independencias nacionales.

En cualquier caso, se ha de ver con buenos ojos el lanzamiento de iniciativas africanas —no solo en el ámbito migratorio, sino en el político, del desarrollo o de la seguridad— que cuenten con el apoyo de socios extracontinentales en vez de a la inversa. Los proyectos intervencionistas con tintes mesiánicos ideados desde el exterior suelen resultar insuficientes y anteponer el interés foráneo al africano. Una África para los africanos será una África más próspera, y ello repercutirá a buen seguro en el bienestar del mundo entero.

3 de abril de 2020

Vocabulario Fundamental. Mujeres (23) Comandante Arian


La documentalista catalana Alba Sotorra se adentra con su cámara en la primera línea de la guerra en Siria, para documentar la lucha de las milicianas kurdas del norte del país contra el Estado Islámico y por la revolución feminista en el Kurdistán. 

En este estupendo documental de 2018 asistiremos, a través de la mirada de la Comandante Arian, una de las más altas oficiales del YPJ (las unidades femeninas de protección militar) a la lucha de las mujeres kurdas por su supervivencia, por su libertad. Más abajo les dejamos una entrevista a la propia Alba Sotorra. Todo muy Bean-recomendable.
 

 
¿Se puede combatir en una guerra desde una visión feminista? Alba Sotorra se suma, cámara al hombro, a un batallón de mujeres que quieren liberar la ciudad de Kobane del yugo del Daesh para entregarles a las nuevas generaciones una sociedad libre e igualitaria.
 
En esta historia sobre la emancipación y la libertad en pleno frente de la guerra de Siria, la comandante Arian guía hacia Kobane a un batallón de mujeres con la misión de liberar a la población que vive bajo el yugo del Daésh (ISIS). 
 
Arian, quien siendo muy joven había presenciado el salvaje trato que recibían las víctimas de la violencia sexual, hace todo lo posible para que sus compañeras descubran el verdadero sentido de su lucha: la libertad para la próxima generación de mujeres. 

Tras convivir durante meses con la comandante y sus tropas, rodando una intimidad sin precedentes en la que se incluyen crudas secuencias de la lenta recuperación de Arian, Sotorra confecciona un fascinante retrato de una mujer embarcada en una misión.
 
 
La génesis del film "Comandante Arian"

La directora Alba Sotorra, que viene de Barcelona, ​​viajó a Rojava durante la guerra de Kobanê para aprender más sobre la lucha de las unidades de defensa de mujeres, YPJ. No tenía idea de en qué se estaba metiendo. Llegó a la frontera de Rojava con un vestido con una gran maleta con ruedas rosa. Tuvo que dejarlo atrás, así como su vestido, que cambió por un uniforme de las YPJ para cruzar la frontera en secreto sin su equipo y equipo, usando solo una cámara de mano. Durante varios meses se convirtió en "la sombra" de la comandante Arian, que luchaba en Kobanê. Durante el asedio de Kobanê, la directora participó en operaciones militares junto con su protagonista Arian.

Solo quien se rinde, pierde

Después de unas semanas, Alba Sotorra regresó a Europa para editar la película. Cuando escuchó que Arian había sido gravemente herida, fue a Rojava nuevamente. "Decidí quedarme con ella para cuidarla y la cuidé durante dos meses: la lavé, le cepillé el pelo, le cuidé las heridas. Por la noche, Arian se despertó de dolor y la masajeé para tratar de aliviarla. Cuando se fue a dormir, lloré de rabia y frustración. Pero la fuerza de Arian demostró una vez más ser una lección en la vida: no se rendiría, porque solo aquellos que se rinden pierden", Alba describió sus experiencias.

Alba Sotorra decidió continuar filmando y la película se convirtió en una historia mucho más íntima y personal sobre la necesidad de nunca darse por vencido: un impresionante retrato de una mujer comandante en la lucha por una vida libre.