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3 de septiembre de 2010

Estupor y Temblores (12) Irak, de caos y despedidas


En la noche del 31 de agosto de 2010 el presidente estadounidense, Barack Obama daba por terminada una guerra a la que él siempre se opuso, aunque ya el pasado día 19 de agosto abandonó Irak la última brigada de combate del ejército norteamericano, que mantendrá únicamente 50.000 de sus soldados en misiones de apoyo e instrucción del ejército iraquí hasta finales de 2011. Los americanos abandonan Iraq por la puerta de atrás, sin haber perdido la guerra pero también sin haberla ganado, conscientes de que su anterior presidente abrió una caja de Pandora de calamidades que aún no han podido cerrar.


A día de hoy, seis meses después de unas elecciones que parecía encarrilarían el futuro político del país y tras un periodo de cierta calma, en Iraq aún no hay formado gobierno por las disputas entre partidos y la inestabilidad en todos los órdenes.

Prácticamente todas las semanas continuan sucediéndose por todo el país atentados donde mueren decenas de personas. Parece que ahora que los americanos han dejado de patrullar las calles la insurgencia quiere dejar en evidencia la fragilidad de las fuerzas del orden iraquíes. En el blog Diario de Beirut, del periodista Tomás Alcoverro (que desde esta bitácora recomendamos vivamente) este escribe sobre la vida de la población de Irak ahora que los americanos han acabado con sus misiones de combate
Cómo describir la vida de la población de Iraq que, según Tarek AzZ, antaño ministro de asuntos exteriores de Sadam Hussein, el presidente Obama "ha abandonado a los lobos"?. Bajo el abrasador calor -ayer 43 grados en Bagdad- sin electricidad ni casi agua, cumpliendo estrictamente la extenuante jornada del ayuno del Ramadán, los habitantes de este pueblo -que padece como una maldición bíblica- son barata carne de cañón para la insurrección de todos los rostros.

Pocos días después de la escenográfica salida de la denominada "última brigada combatiente" del ejército expedicionario norteamericano que atravesó la frontera de Kuwait- la invasión de aquel principado el 2 de agosto del 1990 fue el principio de las grandes catástrofes encadenadas del Iraq- se ha consumado una de las más espectaculares operaciones de sangrienta subversión. En la capital, en el territorio kurdo, chii y suni, se han llevado acabo una serie de ataques coordinados. Su multiplicidad de objetivos simultáneos ha sido más demoledora que el monótono repertorio de sus víctimas, convertido incluso en Iraq en un hecho banal: treinta personas con sus nombres desconocidos, y sus vidas arrancadas, muertas, y otras docenas, heridas.


Con la determinación de hacer gala de desbaratar todos los esfuerzos de organización de las fuerzas estatales de seguridad, la mayoría de sus objetivos han sido cuartelillos de policía , tanto en la capital como en otras localidades, o sus callejeros puestos de vigilancia. En algunos casos los atentados se perpetraron con automóviles trufados de explosivos, como en el barrio de Kahira, donde hubo el mayor número de víctimas, o en Ameriya. En la calle de Haifa, una de las céntricas de la capital, - cerca de ministerios, del Hotel Mansur - el antiguo Melia-, de la embajada de Irán , no lejos de la fortificada " zona verde " norteamericana-, el estallido de unas bombas provocó heredasen una docena de transeúntes. En esta jornada los insurrectos han querido demostrar que tanto en Bagdad como en Ramali, Kut, Basora, Mosul o Karbala, no tienen impedimentos para actuar a sus anchas.
El ejército norteamericano llevaba ya meses saliendo del país en virtud de la hoja de ruta elaborada por la Administración Obama que ha querido sacudirse el peso de una guerra provocada por la inconsciencia y el delirio criminal de la Administración de George W. Bush.

La de Irak ha sido una guerra despiadada que ha desquiciado al ejército norteamericano (y aliados) metiéndole en una guerra de guerrilas urbana ante un enemigo que lucha con fanática determinación, que conoce el terreno y se funde interesadamente con la población civil para utilizar sus muertes ante la opinión pública y así ganar la importante batalla de la propaganda.

Pero el comportamiento de las soldados norteamericanos ha estado plagado de crímenes injustificados y hechos vergonzantes. Hasta el día de hoy han seguido apareciendo episodios lamentables que acusan a las tropas estadounidenses de crímenes de guerra como el video aparecido en Wikileaks que cuestionaba la versión oficial ofrecida por el Ejército de EE UU para explicar la muerte de 11 iraquíes en réplica a un supuesto ataque terrorista producido el 12 de julio de 2007 en Bagdad. Entre las víctimas figuraban un fotógrafo de la agencia Reuters, Namir Noor-Eldeen, de 22 años, y su conductor, Saeed Chmagh, de 40.
Las imágenes sobrecogen un poco, la muerte, a distancia y en directo.


Pero también han sido legión los engaños y errores políticos en los que el gobierno iraquí y el de los países que se han visto empantanados en este conflicto en algún momento u otro de estos siete años y medio. El fraude de miles de millones de dólares y el abuso y la corrupción institucionalizados y permitidos por parte de los países que supuestamente iban a, entre otras cosas, librar a los iraquíes de un régimen corrupto y dictatorial han sido una constante en estos años de ocupación. En el siguiente documental de Documentos TV "El negocio de la ocupación" se nos cuenta cómo desaparecieron en sólo 14 meses 20.000 millones de euros de la ONU que los ocupantes tenían que administrar para la reconstrucción de Irak.



Seguidamente publicamos un par de buenos artículos sobre el cierre en falso de este conflicto cruel, "Una guerra que no ha acabado " y "Estrés iraquí" para resumir las terribles causas, hechos y consecuencias de esta guerra que no sólo ha matado a decenas de miles de personas sino que ha herido, amputado y traumatizado a otras centenares de miles más, en ambos bandos. Un dato ampliado en "Estrés iraquí": el estrés post-traumático que este conflicto ha causado en los soldados estadounidenses ha provocado que se hayan suicidado más de 4500 de ellos, una cifra mayor que la de los caídos en combate.

Por último les ofrecemos (subido por Bizzentte) el documental de Robert Greenwald, Uncovered, War on Iraq, (Al descubierto : Guerra en Irak) que muestra el fraude criminal de esta guerra creada por la Administración de George W. Bush y sus secuaces y apoyada incondicionalmente por el premier británico Tony Blair y el alegre movimiento de cola de nuestro presidente del gobierno por aquel entonces, José María Aznar.


Al descubierto : Guerra en Irak

La historia de cómo la verdad se convirtió en la primera víctima de la guerra de Iraq. Al descubierto: Guerra en Irak desmonta la causa esgrimida por la Administración de Bush para la invasión de Iraq que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001 a través de entrevistas a funcionarios de los servicios de inteligencia y de defensa estadounidenses, expertos en asuntos exteriores e inspectores de armas de Naciones Unidas, incluyendo a un antiguo director de la CIA, a dos antiguos secretarios de Defensa, a un antiguo embajador en Arabia Saudí e incluso al antiguo Secretario del Ejército del presidente Bush.


Notas del director

'Al descubierto: Guerra en Iraq' plantea las diferentes razones de la guerra. Como es evidente prácticamente para todos que en Iraq no había armas de destrucción masiva, la pregunta más frecuente es: "Bien, entonces, ¿cuál es el motivo de esta guerra?". Y la respuesta no puede ser otra que la propia filosofía neoconservadora de un pequeño e influyente grupo de asesores presidenciales que se ha impuesto en Washington después del 11 de septiembre. Y no es una teoría de la conspiración... Esta película habla de esos neoconservadores, explora con detalle quiénes son y la naturaleza de sus creencias que han conducido a la guerra. Además, se repasa la actuación de los medios de comunicación y cómo en Estados Unidos todos ellos se dedicaron a alentar la guerra, más que a ver el proceso con ojo crítico.

Otro significativo aspecto que aborda esta película es el papel de los informadores de los servicios de inteligencia. La irrecusable información actual acerca de estos informadores, su enorme influencia sobre el gobierno de Estados Unidos y el hecho de que se equivocaron prácticamente en todos los puntos claves es un aspecto fundamental de esta mirada sobre la guerra de Iraq.

He repasado mis entrevistas originales a funcionarios de servicios exteriores de la CIA y a inspectores de armamento y me ha producido una gran sorpresa la agudeza, cuidado y gran acierto de todos estos hombres y mujeres al analizar las causas de la guerra. De hecho, fueron los más sensatos y heroicos al hablar claramente cuando eso no era popular ni estaba de moda. Me siento orgulloso de conocer a esos patriotas y me siento satisfecho de ofrecer al público esta película.



Una guerra que no ha acabado
- Guillermo Altares 19/08/2010

En torno a las seis de la mañana, los últimos efectivos de la cuarta brigada Stryker de la II División de Infantería del Ejército estadounidense, con base en Abu Ghraib, salieron de Irak. Siete años y cinco meses después del comienzo de la invasión y, sobre todo, 4.419 militares muertos después (según datos del Pentágono) y un número indeterminado de iraquíes que se puede medir en decenas de miles de víctimas, ha comenzado la retirada de las tropas de combate. "¡La operación Iraquí Freedom ha terminado!", exclamó el coronel John Norris nada más cruzar la frontera con Kuwait, según el relato del periodista empotrado de The Washington Post. "!Hoooah¡", le replicaron los soldados con su grito de combate.

Atrás quedan la batalla del aeropuerto de Bagdad, en la primavera de 2003, el desmantelamiento del Ejército iraquí y del Partido Baaz -gobernante del país durante casi cuarto décadas-, el falso rescate de la soldado Lynch, el caos de los saqueos, las sucesivas batallas de Faluya, las torturas en Abu Ghraib -prisión de Sadam reconvertida en cárcel militar-, la voladura del santuario chií de Samarra (2006) que desencadenó una guerra civil entre las dos confesiones del Islam, las rebeliones del Ejército del Madhi, la base española en Diwaniya, el incremento de tropas (surge) ideado por el general Petraeus que logró calmar la situación. Y queda una guerra que empezó con unas mentiras sobre las armas de destrucción masiva de las que ya casi nadie se acuerda. Porque hay frentes en los que las guerras nunca terminan.

"La guerra ha terminado para ti, amigo mío', dijo Kauzlarich. Y de todas las cosas que había dicho en la vida, jamás nada había parecido menos cierto que aquello". Ralph Kauzlarich es el teniente coronel del Ejército de EEUU que protagoniza uno de los libros más impresionantes sobre el conflicto, Los buenos soldados, del periodista de The Washington Post David Finkel, que Crítica publicará en septiembre. Finkel sigue durante el año 2007 a un batallón de combate en Bagdad en plena ofensiva. Y relata la guerra real, la de los soldados despedazados por los bombas de carretera, la de los heridos que nunca se recuperarán, la de los correos electrónicos que llegan preguntando si hacen falta más bolsas para cadáveres.

"Mientras el 4 de septiembre en la base de Rustamiyah todas las noticias giraban en torno a tres soldados muertos y un cuarto que había perdido ambas piernas y a un quinto que había perdido ambas piernas y un brazo y la mayor parte de su otro brazo y tenía quemaduras graves en todo lo que quedaba de él, en Estados Unidos las noticias no giraban en torno a eso. Allí las noticias eran todas macro en vez de micro", escribe Finkel. Esos soldados cansados y despedazados, física y moralmente, también protagonizan La guerra eterna, del enviado especial de The New York Times Dexter Filkins. En sus crónicas aparece el fósforo blanco lanzado sobre Faluya, el sonido de los morteros, la destrucción sin fin y sobre todo el caos que devoró durante dos años el país en una orgía de violencia sectaria mezclada con violencia común.

"Los norteamericanos ya no entraban en muchos sitios en Bagdad. Bagdad era una ciudad que estaba muy próxima a la anarquía total, en la que cada día secuestraban a treinta o cuarenta iraquíes. A menudo las víctimas eran niños, a menudo les mataban. Era un mundo de pesadilla", escribe Filkins sobre Irak en el año 2006.

George W. Bush ya había decretado el final de las operaciones de combate el 1 de mayo de 2003. Aquello parece hoy una broma de mal gusto, sobre todo porque sólo tres días después comenzaron las primeras acciones de resistencia en Faluya, cuando esta ciudad sólo era un lugar en el que había que tener cuidado con los asaltos de carretera y no el epicentro del triángulo suní.

Entonces Abu Ghraib era una prisión abandonada, símbolo del terror bajo Sadam, que recorrían los últimos saqueadores, capaces de llevarse los retretes del corredor de la muerte favorito del dictador iraquí. Nadie imaginaba hasta qué punto llegarían a torcerse las cosas, hasta qué punto la violencia destruiría este país. Un atentado esta semana provocó decenas de muertos en Bagdad recordando que el terrorismo sigue allí.

Y ahora, a través de los heridos, la guerra se quedará también en Estados Unidos, como permaneció la de Vietnam. En un momento de Apocalypse Now, el capitán Willard interpretado por Martin Sheen dice mientras se adentra con su barco en la selva: "Lo único que querían los muchachos era volver a su hogar. Pero yo había vuelto y sabía que ya no existía". Ha comenzado la retirada de las tropas de combate, pero nada volverá a ser igual. Tampoco en casa.

Estrés iraquí - Alfredo Albián
23/08/2010

Una vez concluida la retirada parcial de las tropas de Estados Unidos en Iraq habría que preguntar a los iraquíes si padecen algún tipo de síndrome postraumático, aunque en su caso quizás cabría hablar de trastorno permanente. La tarea sería ardua por varios motivos. Que se sepa, nadie se ha preocupado desde hace años de actualizar el censo de la población, aunque parece que quedan unos 25 millones.

El segundo problema sería decidir en qué año se fija el corte para medir el estrés, la ansiedad bélica. Habría cuatro opciones: desde 1988, cuando concluyeron los ocho años de guerra con el vecino Irán; desde 1991, al acabar la invasión de Kuwait con el aniquilamiento casi total del ejército iraquí; en los años sucesivos de guerra civil entre el régimen de Sadam y la oposición interna, o desde el viernes pasado, cuando abandonó Bagdad la 10.ª división de Montaña de EE.UU., que fue la primera en invadir el país hace nueve años. Terrible dilema estadístico, que no hemos padecido a la hora de psicoanalizar los desórdenes mentales de los combatientes estadounidenses.


Más de 4.500 militares que estuvieron destinados en Iraq se han suicidado. Hablan de pesadillas, de flashbacks de unos horrores de la guerra que eran previsibles sin necesidad de padecer alucinaciones colectivas televisivas del formato flashforward.En todo caso, si la tragedia del equipo visitante se queda ahí, tendríamos más uniformados muertos por decisión propia que caídos en el campo de batalla. Poco sabemos, por el contrario, de las víctimas iraquíes. Unos hablan de cien mil muertos, otros multiplican esta cantidad por cinco. Después de tantas tormentas del desierto y libertades duraderas, ahora le toca el turno a la operación Nuevo Amanecer. Ya les contaremos algún día cuántas vidas se ha cobrado esta fase.