¿Puede el arte cambiar la vida de unos niños condenados a la miseria y el olvido? Ganadora del Oscar 2004 a la mejor película documental, "Los niños del barrio Rojo" es una crónica de cómo la fotógrafa Zana Briski intentó ofrecer una oportunidad a los hijos de las prostitutas del barrio Rojo de Calcuta enseñándoles a manejar una cámara de fotos. Conmovedor y sincero, aunque desprovisto de sentimentalismo, el documental es un tributo a la resistencia de la infancia y al poder restaurador del arte.
En 1998, la fotoperiodista neoyorquina Zana Briski se encontraba en Calcuta documentando la vida de las más de 7.000 prostitutas del barrio Rojo. Tras pasar varios meses en los burdeles, conviviendo con las mujeres y sus hijos, Briski se dio cuenta de que eran estos últimos los verdaderos protagonistas de aquel mundo sin aparente escapatoria: los niños del barrio Rojo.
La fascinación que Briski comenzó a sentir por los chicos era la misma que ellos tenían por su cámara de fotos, y pensó que sería maravilloso ver el mundo a través de los ojos de aquellos pequeños desheredados. En ese momento concibió la idea de enseñar fotografía a los hijos de las prostitutas: "Cuando llegué al barrio Rojo de Calcuta, no tenía ninguna intención de enseñar a los niños, yo había ido allí para hacer mi propio trabajo: fotografiar la vida de las mujeres. Sin embargo, tras pasar tiempo con ellos, sentí que debía ayudarlos de alguna manera" -explica Briski. "Compré varias cámaras y me puse a trabajar en lo único que sé hacer: fotografías. Al final, los chicos eran capaces de hacer sus propias fotos y de sentirse orgullosos de su obra".
Durante su aprendizaje, los niños tuvieron acceso a un mundo más allá de los muros del barrio Rojo y pudieron hacer fotos de escenas de la calle, del zoo, la playa... Inspirada por el talento de sus jóvenes discípulos, y preocupada por su futuro, Briski quiso dar un paso más e intentar sacar a los chicos de los prostíbulos, para darles la oportunidad de una vida mejor.
Muchos de ellos no acudían a clase regularmente y sus opciones tampoco eran muy buenas si se escolarizaban en las deficientes instituciones públicas indias. Briski buscó colegios internos que quisiesen hacerse cargo de ellos y preparó una exposición con las fotos de los niños -primero en Nueva York y después en Calcuta- con el fin de recaudar dinero para su educación: el orgullo de los niños al ver expuesto su propio trabajo es una de las secuencias más poderosas de "Los niños del barrio Rojo".
Pero conseguir que los chicos traspasasen el mundo en el que habían crecido no era nada fácil, ya que debían enfrentarse con el caos y los peligros del prostíbulo: clientes agresivos, abuso de drogas y alcohol, robos y asesinatos, además de correr el riesgo de ser obligados a prostituirse. De hecho, algunos no lo han conseguido. Aún así, como afirma el codirector del documental, Ross Kauffman: "Presenciar la transformación de esos chicos ha sido extraordinario".