Antídoto para escépticos: España campeona mundial
La Galerna - Amalio Campa 16 septiembre, 2019
Si hubiera que extraer una conclusión final que definiera el desenlace de este Campeonato Mundial de la FIBA disputado en China, creo que elegiría la siguiente: la selección española posee todas las virtudes que un equipo manifiestamente imperfecto necesita para ganar, y las tiene con creces y a un nivel superlativo. Determinación, riqueza táctica, espíritu competitivo, mentalidad, compromiso, defensa, experiencia e intensidad. Y me detengo aquí por no ocupar todo el artículo enumerando adjetivos. Porque seamos serios, jugador por jugador, libra por libra, la actual selección española si nos ceñimos tan solo al talento individual ocuparía entre el cuarto y el sexto lugar de entre todos los equipos participantes en una hipotética lista de favoritos. Países como Estados Unidos, Serbia, Australia y Francia a priori tenían muchas más posibilidades de ganar que España, pero los doce dirigidos por Sergio Scariolo han demostrado una vez más al mundo que no se puede ganar cosas importantes solo con talento. Hace falta algo más profundo, algo más esencial. Y otra prueba de ello la constituye la finalista, Argentina, otra escuadra inferior en cuanto a valor individual, pero que tirando de orgullo, corazón, los genitales del Facu Campazzo, y la maestría de un auténtico mito viviente de 39 años llamado Luis Scola, han llegado a un estatus incluso más inesperado que el de la propia España. Ahí lo tienen, el baloncesto es un deporte de equipo y para equipos con mayúsculas. Me descubro ante ambos.
La Galerna - Amalio Campa 16 septiembre, 2019
Si hubiera que extraer una conclusión final que definiera el desenlace de este Campeonato Mundial de la FIBA disputado en China, creo que elegiría la siguiente: la selección española posee todas las virtudes que un equipo manifiestamente imperfecto necesita para ganar, y las tiene con creces y a un nivel superlativo. Determinación, riqueza táctica, espíritu competitivo, mentalidad, compromiso, defensa, experiencia e intensidad. Y me detengo aquí por no ocupar todo el artículo enumerando adjetivos. Porque seamos serios, jugador por jugador, libra por libra, la actual selección española si nos ceñimos tan solo al talento individual ocuparía entre el cuarto y el sexto lugar de entre todos los equipos participantes en una hipotética lista de favoritos. Países como Estados Unidos, Serbia, Australia y Francia a priori tenían muchas más posibilidades de ganar que España, pero los doce dirigidos por Sergio Scariolo han demostrado una vez más al mundo que no se puede ganar cosas importantes solo con talento. Hace falta algo más profundo, algo más esencial. Y otra prueba de ello la constituye la finalista, Argentina, otra escuadra inferior en cuanto a valor individual, pero que tirando de orgullo, corazón, los genitales del Facu Campazzo, y la maestría de un auténtico mito viviente de 39 años llamado Luis Scola, han llegado a un estatus incluso más inesperado que el de la propia España. Ahí lo tienen, el baloncesto es un deporte de equipo y para equipos con mayúsculas. Me descubro ante ambos.
En doce más un años la selección ha conseguido un palmarés monstruoso, colosal, con jugadores mejores y peores, con la plenitud de los “Juniors de oro”, y ahora mismo sin ninguno de ellos en el plantel, con la presencia de naturalizados como Serge Ibaka y el innombrable jugador del Barcelona con pasado madridista, pero también sin ellos, con la presencia del súper talentoso Sergio Rodríguez, y también sin él. España ha saboreado las mieles del triunfo, y simplemente no quiere o no sabe detenerse. ¿Quieren pruebas tangibles de mi afirmación? Les daré una que no admite debate; las poderosas Yugoslavia y Unión Soviética que aún permanecen en el corazón de los aficionados de verdad a este deporte jamás se enfrentaron a una escuadra NBA, mientras que Argentina lo hizo y ganó, y España lo hizo y viene ganando desde que la generación de 1980 agarró las riendas de su destino con manos de hierro.
Este es un triunfo memorable, quizá también por lo inesperado. Ha sido un verdadero antídoto para los escépticos, entre los que me encontraba a principios del torneo, simplemente basándome en las malas sensaciones desprendidas después de una primera fase, llamémosla errática. A partir de ahora intentaré con todas mis fuerzas librarme de mi espíritu pesimista por naturaleza y confiar mucho más en un grupo inquebrantable y digno de pasar a los anales de la historia. Se lo han ganado a pulso.
Para terminar, y dentro del marco de un escaparate madridista como el que me brinda La Galerna, quisiera hacer una mención especial a los cinco jugadores blancos que han alcanzado la final y que han desempeñado un papel relevante. Sé que el espíritu de Gabriel Deck, Nico Laprovitola, Facundo Campazzo, Rudy Fernández y Sergio Llull continuará durante la temporada y nos permitirá disfrutar de unos meses memorables. Al fin y al cabo han demostrado que conocen y saben conjugar a la perfección el verbo competir. Y si se lleva a efecto finalmente la contratación de Luis Scola, lo cual se está rumoreando durante estas fechas, la felicidad ya será completa. Ah, por cierto, si estás palabras llegan a oídos del innombrable, que sepa que los que nos gusta el blanco y disfrutamos con la rojigualda no le echamos de menos ni un ápice. El compromiso se demuestra con hechos, no con tuits.