Vocabulario Fundamental. Puta guerra (29) Armenia y Azerbaiyán: la guerra por Nagorno Karabaj
Como otra guerra más en un país lejano y desconocido
difícil de ubicar en el mapa, la cobertura mediática de la
guerra entre Armenia y Azerbaiyán que estalló el pasado 27 de septiembre tras
meses de tensiones, ha sido a todas luces insuficiente y poco precisa.
Desde el comienzo, el marco en el que se encuadró el conflicto fue el de dos países
enfrentados por dominar un territorio, la región fronteriza de Nagorno Karabaj,
república independiente desde 1991 en la que tres cuartas partes de la población es armenia.
No es ese ni mucho menos un relato acertado de la guerra, que ya apenas empezar se convirtió en un problema internacional en el que han
intervenido de forma directa o indirecta Turquía, Rusia, Estados Unidos e
Israel. También su cierre en falso y su tratado de paz han implicado activamente tanto a Rusia como a Turquía.
Lo que ha pasado en Nagorno Karabaj no tiene nada que ver con una guerra propiciada por las ambiciones expansionistas y las rivalidades históricas entre naciones vecinas. Entre 1988 y 1994 tuvo lugar la conocida como Guerra del Alto Karabaj, con los mismos contendientes y por el mismo motivo. En 1917 la Unión Soviética le cedió la región a la República Democrática de Azerbaiyán y, tras la disolución del estado comunista, un referéndum por la indepedencia de Nagorno Karabaj obtuvo el 99,98% de los votos a favor. Azerbaiyán trató de impedir el referéndum y de hecho mantuvo la guerra tres años más. En 1994, por mediación de Rusia, ambas partes firman un alto al fuego -que no la paz- que duró hasta hace unas semanas. Y fue Azerbaiyán quien rompió la tregua.
Juan Pablo Artimian, doctor en historia por la State
University of New York at Stony Broo, escribió un artículo para la Revista
Bordes de gran interés para comprender la gestación y naturaleza del conflicto.
Sobre las consecuencias de aquella primera guerra y del referéndum
de independencia:
“Artasj [así se llama la república establecida en la
región] quedó bajo el control de facto de sus pobladores armenios, pero sin
formar parte de la República de Armenia. Desde el fin de la guerra se ha
tratado de forma infructuosa de llegar a algún tipo de solución diplomática
entre Armenia y Azerbaiyán bajo los auspicios de Francia, Estados Unidos y
Rusia. Sin embargo, en 2016 hubo, una vez más, enfrentamientos militares, así como
en julio de este año cuando Azerbaiyán no sólo atacó Artsaj sino también a la
república de Armenia”
En la mañana del 27 de septiembre Azerbaiyán lanzó una
ofensiva terrestre con formaciones blindadas, apoyadas por artillería y drones. Del relato que han transmitido los grandes medios se extrae fácilmente la conclusión de que "los dos bandos son igual de culpables", "ambos son responsables", y nada más lejos de la realidad. No se trata simplemente de que fuese Azerbaiyán quien tirase la primera piedra, que es algo casi anecdótico. Lo relevante es tener presente el trasfondo geopolítico y entender la situación en que se encuentran ambos países. Una vez más, el profesor Juan Pablo Artimian explica:
“Es importante destacar algunas diferencias claves. En
primer lugar, la narrativa de los medios que busca equiparar dos ex republicas
soviéticas, perdidas y alejadas de nuestra realidad, como
aparentemente equilibradas se derrumba ante una simple comparación. La
población de Azerbaiyán es de más de 10 millones de personas. A ello debemos
sumar el apoyo de Turquía cuya población es de más de 80 millones de personas y
cuya frontera también limita con Armenia. La república de Armenia, que limita
también con Azerbaiyán apenas cuenta con menos de tres millones de habitantes.
En términos armamentísticos el presupuesto de Azerbaiyán, cuyos recursos
económicos son superiores, producto de sus pozos de petróleo, supera
ampliamente al de Armenia. Además, los azeríes cuentan con el apoyo activo de
Turquía cuyo ejército es uno de los más importantes de la OTAN“
El siguiente vídeo de VisualPolitik es de gran utilidad para comprender cuáles son los intereses y los motivos ocultos que están detrás de esta guerra:
Un genocidio en la memoria
Más allá de las causas políticas inmediatas y los intereses estratégicos en juego, echar la vista atrás y conocer la historia de la región nos da una perspectiva más amplia de lo que está sucediendo. Entre 1915 y 1916, otros historiadores lo alargan hasta 1923, tuvo lugar el genocidio armenio promovido y ejecutado por el grupo nacionalista Jóvenes Turcos. Aproximadamente un millón y medio de armenios, ciudadanos del Imperio Otomano, fueron asesinados en el empeño de crear una Turquía étnica y religiosamente homogénea.
La propaganda del nacionalismo turco mostraba a los armenios como saboteadores al servicio de Rusia, país que en ese momento se enfrentaba a los otomanos en la I Guerra Mundial. Su objetivo era "limpiar" la patria de poblaciones minoritarias que eran utilizadas como chivos expiatorios de todos los males del país.
Los armenios no fueron los únicos perseguidos por esta causa -también los griegos y los sirios sufrieron lo suyo- pero sí los principales damnificados. En el año 2016 salió a la luz un estremecedor documento interno de los Jóvenes Turcos, partido en el poder desde 1908, que detalla las instrucciones a seguir por el ejército para exterminar a los armenios. El punto número cinco insta a "aplicar medidas para exterminar a todos los hombres de menos de 50 años, a sacerdotes y maestros, dejando a muchachas y a niños para ser islamizados". Este documental emitido en la televisión francesa explica lo que pasó aquellos años:
Las repercusiones de aquella brutal matanza siguen pesando hoy en día, y tienen mucho que ver con esta guerra. En primer lugar, y aunque la inmigración masiva ya había empezado unos años antes, el genocidio impulsó una diáspora armenia cuyas consecuencias siguen siendo bien visibles hoy en día. Mientras que en Armenia viven unos tres millones de armenios, hay otros ocho millones repartidos por todo el mundo. Las comunidades armenias en Rusia, Estados y Francia superan el millón de miembros. La mayoría de ellos, descendientes de quienes tuvieron que huir de la despiadada persecución otomana.
Pese a todo, Turquía sigue sin reconocer oficialmente el genocidio de los armenios. No solo eso, sino que con frecuencia eleva enérgicas quejas cuando algún gobierno o institución califica de ese modo lo acontecido hace algo más de un siglo en los desiertos de Anatolia. En 2016, el presidente Recep Tayyip Erdogan retiró a su embajador en el Vaticano después de que el Papa Francisco dijese que el de los armenios había sido "el primer genocidio del siglo XX". Erdogan, nacionalista como los Jóvenes Turcos pero sustituyendo el kemalismo laico por un islamismo cada vez más descarado, no tolera el más mínimo cuestionamiento de la historia oficial de su país.
Un hombre entre las ruinas de su casa en Stepanakert
Y es precisamente Erdogan quien está ahora detrás de la agresión azerbayaní contra Armenia. Ante esa perspectiva, no es de extrañar que los armenios teman que puedan repetirse episodios similares a los de 1915-1918. No es descabellado sospechar que los azeríes, de etnia turca y musulmanes, tengan la intención de aniquilar o forzar a la huida a los armenios de Nagorno Karabaj para islamizar la zona. Y todo ello con la venia de Turquía y el armamento cedido por Erdogan. El tratado de paz que se ha firmado, siguiendo la política de los hechos consumados, ya ha forzado la huida de miles de armenios de sus casas ante el temor a las represalias azeríes.
Situación política en Azerbaiyán
En la anterior cita del artículo del profesor Artimian se exponía la asimetría de fuerzas militares y recursos, tanto humanos como económicos, de Armenia y Azerbaiyán. Este último dispone de grandes reservas petrolíferas, una pujante agricultura y es atravesado por varios gasoductos que parten del mar Caspio y terminan en el Mediterráneo, surtiendo de gas natural a los países europeos. Su Producto Interior Bruto es más de tres veces superior al de Armenia.
No son esas las únicas diferencias que separan a ambos países. Sus sistemas políticos y forma de gobierno también difieren de forma notable. Ilham Aliyev es el presidente de Azerbaiyán e hijo del anterior presidente del país y nunca ha ocultado el desprecio que siente por los armenios, declarando en público que "los armenios son sus mayores enemigos" o que "Armenia como país no tiene ningún valor".
Aliyev lleva en el cargo desde 2003 y ha ganado cuatro elecciones consecutivas con más del 80% de los votos, lo cual suena como poco sospechoso. De hecho, todos los índices internacionales sobre libertad política y derechos civiles suspenden al país caucásico. La revista The Economist sitúa a Azerbaiyán en el puesto 129 de 167 en su "Democracy Index". La organización no gubernamentel Freedom House, dedicada a promocionar la democracia y la libertad política, ha calificado al país como "no libre". Según dicha institución, Azerbaiyán obtiene una puntuación de 6 en el índice de derechos políticos y de 5 en el de libertades civiles, siendo 7 el más autoritario y 1 el más democrático.
Y un último dato, este extraído de la clasificación mundial de libertad de prensa que elabora todos los años Reporteros sin Fronteras. De los 180 países incluidos en la lista, Azerbaiyán ocupa el puesto 168. Yemen, Guinea Ecuatorial o Somalia registran mayores índices de libertad de expresión que esta nación caucásica. De hecho, durante todo el conflicto se impidió el acceso de la prensa extranjera a Azerbaiyán y se han limitado varias redes sociales en el país. El bloqueo informativo como estrategia de guerra.
Situación política en Armenia
La situación política y el respeto a las libertades es muy distinto en Armenia. En el año 2018 tuvo lugar la que se conoció como "Revolución de Terciopelo en Armenia". Tras semanas de protestas, y sin disparar ni un solo tiro, los armenios lograron derrocar al presidente Serzh Sargsyan. En poder desde 2008, Sargsyan había pergeñado varias reformas constitucionales, recurriendo a diversas irregularidades, orientadas a perpetuarse en el poder.
A la vista del fraude que se estaba tramando, el periodista Nikol Pashinyan echó a andar desde Gyumri, la segunda ciudad del país, junto a su perro y un grupo de seguidores. Al cabo de quince días llegó a Erevan, la capital del país, donde le esperaban miles de manifestantes, sobre todo estudiantes. Las protestas continuaron durante días hasta que Sargsyan dimitió y Pashinyan le sustituyó como presidente. Desde entonces, Pashinyan inició una serie de reformas orientadas a acabar con la corrupción endémica en el país, democratizar el Estado y desarrollar la economía.
El periodista Andrés Mourenza, corresponsal de El País en Turquía, viajó al país unos meses después de la revuelta. En la revista 5W publicó la crónica "Revolución milenial en Armenia", de la que entresacamos algunos párrafos:
"Pashinyán ha sido siempre un verdadero dolor de muelas para la autoridad. Nunca terminó su carrera porque fue expulsado de la facultad de Periodismo, oficialmente por saltarse clases, pero según sus compañeros a causa de un artículo en el que denunciaba la corrupción de la universidad. A finales de la década de 1990 fundó un diario, que le cerraron un año después. Creó otro y continuó su cruzada contra el creciente autoritarismo. Después dio el salto a la política y en 2012 fue elegido diputado por el partido de Ter-Petrosyán, y al año siguiente fundó su propia formación, Contrato Civil.
Quienes lo conocen lo definen como un político liberal, populista y pragmático, y como un batallador incansable y carismático. “Defiende los derechos humanos, la meritocracia y la igualdad”, dice Arsen Jaratyán, compañero de partido"
"Definir el carácter de la revolución de Armenia es harto complicado. No está claro si es una revolución progresista, liberal, populista, derechista o todo a la vez. O nada de eso. El poeta Arto Vaun la ha definido como una “clase magistral de socialismo”, algo que se antoja audaz teniendo en cuenta quiénes son los partidos que apoyan al Gobierno de Pashinyán: la conservadora Próspera Armenia, la coalición liberal Yelq y la Federación Revolucionaria Armenia, que, aunque se declare socialdemócrata, se define más bien por su nacionalismo. El propio primer ministro ha dicho, con ese tono tan en boga en estos tiempos, que “la división entre derecha e izquierda ya no funciona”.
"Dentro del movimiento revolucionario hay quienes presionan para lograr mayores avances democráticos con propuestas clásicas de la izquierda. “Una de las partes clave de nuestro programa es la democracia directa. Durante veintipico años, no se ha escuchado la voz del pueblo, se le ha dicho al pueblo que era estúpido, que no sabía lo que le convenía, que no entendía de estas cosas... y eso es inaceptable. El artículo segundo de nuestra Constitución dice que el poder recae en el pueblo”, afirma Sona Ghazaryán, elegida concejala de la capital tras la revolución: “Uno de los valores de la revolución es involucrar a los ciudadanos en el proceso político, hacerles ver que tienen el poder de decidir. Y por eso nuestro compromiso es que para todas las decisiones importantes, también a nivel municipal, se consulte al pueblo mediante referéndum”.
Todos los avances e ilusiones de las jóvenes generaciones se ven ahora amenazadas por la guerra con el vecino azerí. El malestar generado por la firma del tratado de paz y la entrega de territorio armenio a Azerbaiyán está haciendo tambalearse la presidencia de Pashinyán. A las pocas horas de la firma del acuerdo, la ira de los armenios llevó a la multitud a asaltar diversos edificios estatales, incluyendo el parlamento nacional, pidiendo la dimisión del gobierno por "traicionar el país". El futuro político de Armenia es ahora mismo incierto.
Una guerra desigual
Azerbaiyán, con su superioridad militar y el apoyo armamentístico de Turquía, tuvo desde el principio la partida de su lado. En las pocas semanas que duró el conflicto no tuvo reparos a la hora de desplegar su tecnología militar, recurriendo incluso a armamento químico ilegal y bombas de racimo. Ya desde los primeros días de guerra fue una constante el uso de drones por ambos bandos, pero muy especialmente por parte de los azeríes.
El periodista Pablo González, que pasó varias semanas sobre el terreno cubriendo el conflicto para la Agencia EFE, da cuenta de la aplastante superioridad de los azeríes en esta cuestión. El aliado de Erdogan dispone de los drones suicidas israelíes Harop y otros modelos de la misma nacionalidad como el Orbiter y el Hermes, así como los propios turcos Bayraktrar TB12. El ejército armenio sólo dispone del Krunk, un dron de fabricación propia. Según fuentes consultadas por el periodista español, ese es un signo indudable de que Azerbaiyán se había preparado a conciencia para la guerra, comprando distintos tipos de drones tanto a Turquía como a Israel para distintas misiones tácticas.
El propio presidente de Azerbaiyán se congratuló de la eficacia de sus adquisiciones: "Gracias a los avanzados drones turcos propiedad del ejército de Azerbaiyán, nuestras bajas en el frente se redujeron".
También se han registrado estas semanas ataques azeríes con fósforo blanco sobre el Nagorno Karabaj. El fósforo blanco es un agente incendiario que puede causar quemaduras graves que producen una alta mortalidad debido a la absorción del fósforo en el cuerpo y el daño que producen en órganos internos. Este compuesto químico se utiliza para quemar los bosques en los cuales se esconden los civiles durante los ataques del ejército azerí.
El uso de municiones de fósforo está explícitamente prohibido por numerosos tratados internacionales. Su utilización constituye una violación del Derecho Internacional Humanitario, el derecho consuetudinario, las Convenciones de Ginebra y las convenciones pertinentes de las Naciones Unidas. “Estas municiones tienen claros efectos de destrucción masiva para el medio ambiente: ahora también se utilizan contra civiles por las fuerzas militares azerbaiyanas y en este contexto están prohibidas por el derecho internacional”, declararon los Defensores de los Derechos Humanos de Armenia y Artsaj.
Además de estas armas incendiarias, Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado el uso de municiones de racimo por parte del ejército azerí contra áreas residenciales. Estas municiones están prohibidas por un tratado internacional de la Convención sobre Municiones en Racimo, suscrito en 2008 por más de 100 naciones. Estas bombas de racimo suponen una grave amenaza para la población civil, ya que en su funcionamiento encadenan varias explosiones que pueden cubrir un amplio territorio.
“Los niños empezaron a gritar y todo el mundo entró en pánico cuando las bombas empezaron a caer. Abrimos las ventanillas y vimos que los coches se estaban quemando. Vimos que tenían cositas rosadas que las hacían arder, así que corrimos al sótano”, contó una mujer de 69 años, habitante de Stepanakert, a la ONG Human Rights Watch a propósito de los ataques con bombas de racimo.
Según Amnistía Internacional, también el ejército armenio habría recurrido a este armamento contra civiles azerbayanos. Fue el pasado 28 de octubre en un ataque contra la ciudad de Barca que habría causado 21 muertos y casi 80 heridos.
Based on preliminary data, #Azerbaijan used banned white phosphorus munitions over #Artsakh/#Karabakh causing fires to forests next to civilian communities. In addition to #ecological disaster they aim at burning the people hidden in the forests. pic.twitter.com/dp4xYy0Mx5 — Artak Beglaryan (@Artak_Beglaryan) October 30, 2020
Darle alas a Turquía
Como era de suponer, la comunidad internacional ha afrontado esta guerra con absoluta indiferencia y pasividad, esta vez con la excusa de las elecciones USA. Como si no se diese cuenta de las gravísimas implicaciones políticas y estratégicas de este conflicto. Erdogan lleva ya unos meses con una actitud abiertamente desafiante hacia Occidente: la conversión de Santa Sofía en una mezquita, las descalificaciones contra Macron o las acusaciones de islamofobia contra la Unión Europea: "La situación de los musulmanes en Europa es parecida a la de los judíos antes del Holocausto", dijo hace unas semanas.
Y esta guerra en Nagorno Karabaj se enmarca dentro de esa misma estrategia turca de tensar la cuerda para ver hasta donde puede llegar. Parece mentira que los analistas y diplomáticos no sean capaces de verlo, y sí los ciudadanos armenios de a pie. Bernardo Álvarez-Villar entrevistó para Nortes a Karen Kachatryan, un empresario armenio que lleva una década viviendo en España y ve la situación de la siguiente manera:
Karen Kachatryan con la bandera de Armenia FOTO: Iván G. Fernández
"Si todo el mundo se queda callado y no hace nada, al final Turquía se va a meter más. Les abren una puerta que luego van a pasar. No es una guerra solo de los armenios. Azerbaiyán por sí misma no empezaría, empezó porque Turquía le dio alas. A Turquía le interesa porque quiere dominar más territorio y enseñar a todo el mundo que es un país potente. Turquía está jugando a un juego y metió a Azerbaiyan, pero Azerbaiyán es un soldado para Turquía".
El profesor Juan Pablo Artimian, a quien citamos al comienzo de esta entrada, resume de forma magistral el alcance de esta guerra en el Cáucaso:
"El peligro de esta nueva agresión militar, en un mundo
atravesado por la pandemia y la crisis económica global, abre las puertas para
que regímenes autoritarios y ultranacionalistas involucrados en esta guerra,
como la Turquía de Erdogan, arrastren a los países a una conflagración de
mayores dimensiones. Para los armenios la guerra se vive en una marco mental y
emocional de supervivencia (...) El suministro de armamento, drones
y terroristas enviados desde Siria vía Turquía para su involucramiento en el
ataque contra los armenios muestra el interés de Ankara en el Cáucaso".
En un contexto global tan agitado como el de estos últimos meses, lo que estaba en juego en el Nagorno Karabaj era mucho más que el control de un territorio montañoso de escasa importancia estratégica. Se trataba, en definitiva, de que la comunidad internacional demuestrase su compromiso con la democracia y los derechos humanos y fuese capaz de pararle los pies al islamismo radical que Erdogan promueve desde Ankara. Al final no ha sido así.
Acuerdo de paz a la fuerza
Tras seis semanas de enfrentamientos desiguales, ambos contendientes llegaron a un acuerdo para poner fin a las hostilidades. Un acuerdo que entró en vigor el pasado martes 10 de octubre y que le concede a Azerbaiyán el dominio de los territorios que tomó en el transcurso de la contienda. Armenia se ha visto obligada a retirarse de varias zonas que controlaba, y se acordó que se desplegasen en la zona tropas rusas para garantizar el cumplimiento de los acuerdos.
"Esta no es una victoria, pero no hay derrota hasta que te consideras derrotado", reconoció el presidente armenio. También Arayik Harutyunyan, líder armenio de Nagorno Karabaj, tuvo que admitir que no les quedó más remedio que firmar la paz ante la aplastante superioridad del ejército azerí. Pocos días antes de la firma del tratado de paz los azeríes conquistaron Shusha, la segunda ciudad de la región, y los armenios no tenían posibilidades de seguir resistiendo.
Entre las condiciones del trato, Armenia pierde el control sobre los siete distritos azerbaiyanos adyacentes a Nagorno Karabaj y también la segunda ciudad del enclave, Shushá -o Shushi para los armenios-, que se encuentra a solo 11 kilómetros de la capital, Stepanakert.
Pese a que el conflicto ha sido breve, los muertos se cuentan por miles. La portavoz del ministerio armenio de Salud, Alina Nikoghosian, informó el 14 de noviembre de que "nuestro servicio forense ha examinado los cuerpos de 2.317 militares muertos, incluyendo cuerpos no identificados”. Azerbaiyán no ha aportado datos sobre el número de bajas militares en sus filas.
No hay cifras exactas sobre las víctimas civiles de la guerra. Se estima que estas seis semanas de guerra han perdido la vida unos 60 civiles azeríes y 45 armenios. Las vidas inocentes que siempre se cobran las guerras.
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