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Pere Estupinyá, antiguo colaborador de Punset en Redes, nos ofrece en su blog un excelente artículo, "Del miedo al amor en un sólo parásito". En él nos cuenta el caso del toxoplasma, un parásito que infecta a los ratones produciéndoles cambios conductuales, ya que afecta su cerebro disminuyendo la secreción de una hormona relacionada con el estrés, la corticosterona, así como activando ciertas áreas cerebrales relacionadas con la atracción. Esto provoca que los ratones infectados no sólo no huyan cuando huelen orín de gatos sino que de hecho, hace que se sientan atraídos por ese olor, como cuando huelen las hembras de su especie.
Evidentemente, al aumentar la exposición al peligro, estos ratones son más fácilmente cazados por el gato y así el toxoplasma puede completar su ciclo vital en el sistema digestivo del gato, que es donde se reproduce. El artículo menciona igualmente una charla con un investigador del tema que sugiere (el simpático toxoplasma parece que también nos habita a los humanos) que algunas conductas digamos "anormales" de las personas podrían estar relacionadas con los parásitos.
Este artículo me ha traido a la cabeza la excelente serie documental "La vida a prueba", de Sir David Attenborough. En ella, este magnífico biólogo y comunicador (le ví en una librería de Oxford hace ya bastantes años y me emocioné) explicaba cómo algunas aves conviven con unos parásitos llamados tremátodos en su intestino. En sus deyecciones, estas aves expulsan los huevos de estos parásitos, que al caer al suelo, pueden ser comidos por caracoles.
Una vez dentro del caracol, las larvas de los parásitos eclosionan y llegan hasta el hígado, donde se reproducen y forman quistes móviles que cada mañana se dirigen a las antenas del caracol, hinchándolas de forma grotesca, latiendo y luciendo sus franjas coloreadas a través de la delgada piel del caracol para hacerse más visibles. Y de la misma forma que ocurría con los ratones, afectan el cerebro del desdichado caracol haciéndole permanecer al descubierto y exponiéndolo claramente a ser cazado por otra ave en la cuál volver a empezar su ciclo vital. Esta siniestrez puede verse en el siguiente video.
Asi, vemos convertidos a algunos parásitos en auténticos genios del mal (de la supervivencia) a pequeña escala, en los Octopussy o Dr. Moriarty de la naturaleza. Sin embargo, no hay que irse muy lejos para encontrar casos de parasitismo extremo también en las sociedades humanas provocando también en ellas comportamientos aberrantes. En España podríamos sacar alguno, seguro, pero hay uno que siempre me ha llamado la atención poderosamente. Italia.
Claro, ahora mismo esos masivos enterramientos en los que entraba no sólo basura y desechos tóxicos producidos en la Campania, sino provenientes de toda Italia e incluso Europa, ya no pueden con más desechos y ya, sencillamente, no saben qué hacer con ellos. Lo terrible es que sucesivos gobiernos italianos, sin importar ideologías, permitieron esto, dilapidando ingentes cantidades de dinero propio y de la Unión Europea en un pozo sin fondo que al final se ha llenado.
Entonces, ¿qué es lo que ocurre en una sociedad como la italiana, una de las principales potencias mundiales, para que siga votando a fulanos tan impresentables como Berlusconi, para que siga permitiendo que organizaciones criminales les cobren el "pizzo" en sus negocios, para que avanzado el siglo XXI, siga permitiendo esta vergüenza? Tal vez este comportamiento aberrante sea otro simple caso en la naturaleza de parasitismo extremo, en el que Berlusconi, la mafia y la corrupción no serían más que quistes latentes en las antenas de un desdichado caracol zombie llamado Italia, que camina moralmente errático, con el cerebro cortocircuiteado, infestado hasta el alma.