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19 de diciembre de 2009

Estupor y Temblores (1) Holocausto japonés en China

Introducción a una etiqueta. Japón, luces y sombras de una sociedad

Hace un año y medio pude visitar Japón, el más imprescindible, tres semanas por Tokyo, Osaka, Kyoto y Nara, ciudades grandes o pequeñas, sofisticadas o sencillas, pero todas igual de acogedoras, urbes extremadamente limpias, seguras, accesibles, arquitectónicamente flipantes, ciudades del hombre que funcionan, que mezclan con estilo y elegancia ultramodernidad y respeto por sus tradiciones.

Ciudades con restaurantes y tienditas impecables, con un gran gusto por los detalles, con empleados entregados y profesionales, lugares en los que una ligera inclinación de cabeza establece un pacto tácito de respeto y amabilidad en el rato que pasas con ellos en su lugar de trabajo, lo que agradecen con sonrisas y complicidad. Interiorizan su empresa en sí mismos y por eso sonríen, creo sinceramente, al agradecido turista segoviano que compara con el talante medio del hosco camarero mesetario. 
 
En Japón los coches no hacen ruido, circulan despacio, sin estridencias, no hay acelerones, claxones ni caretos crispados, la gente por la calle charla relajada y se sonríen, son gente simpática y amable siempre dispuesta a juntarse contigo en una foto y deshacerse en sonrisas. Gente que anuncia su amor en los neones luminosos de los edificios, alternativa tecnológica nipona al clásico español "Paqui te quiero" pintarrajeteado en un muro enfrente de la casa de la susodicha, tiempo después pintado encima "Paqui puta". En fin, que me gustó mucho Japón pero me gustaron más los japoneses. 
 
Sin embargo todas las sociedades tienen sus cadáveres en el armario, sus sombras y ángulos ciegos más o menos reconocidos y bueno, ellos, así de primeras y entre otros tienen esa cosa obsesiva con las normas y las tradiciones, también con las niñas apenas post-púberes y el consumismo desbocado,
la tendencia al aislamiento de muchos japoneses, como los hikikomori, además de soportar la cara amarga de esa interiorización del trabajo de la que hablábamos antes en cuanto a pérdida de tiempo de ocio y menoscabo de la propia individualidad, con esa fidelidad perruna que sienten por la empresa en la que probablemente trabajaran de por vida y que defienden con un ardor guerrero que les lleva a acabar las fiestas de empresa con todos los empleados agitando los brazos y bramando ¡¡¡banzai, banzai!!! para fomentar la lealtad y el sprit de corps. Yo vi una y acojona un poco.
 
Fue la franco-japonesa Amèlie Nothomb quien en 1999 nos hizo conocer algunos de los desopilantes usos y costumbres del mundo laboral japonés en su estupendo libro "Estupor y temblores". En él la Nothomb caricaturiza con bastante humor la desaparición de todo rasgo de individualidad del empleado japonés en favor del conjunto y el bien de la empresa, la excesiva rigidez en los mecanismos y operativas laborales que lastran la productividad de sus empresas, la obsesión con el cumplimiento de cada detalle y la complicada jerarquización en la que, ante todo, uno es el inferior de su superior, que a su vez es el inferior de su jefe, ante el que debe presentarse con "estupor y temblores", tal como exigía el protocolo del emperador del Sol Naciente a todos sus súbditos.


Así que hace tiempo decidimos etiquetar con esas evocadoras palabras las entradas de nuestro blog que tuvieran un alto contenido en espeluznamientos y también con ellas encabezamos ahora una nueva serie de posts dedicados a lo puto peor del alma humana, el asesinato y/o tortura deliberados y a gran escala de otros seres humanos, genocidios y crímenes de guerra (valga la redundancia) de lesa humanidad y mayor o menor magnitud cometidos a lo largo de la Historia en nombre de criterios nacionales, étnicos, raciales o religiosos. De esta forma nos pasearemos por masacres de ayer y hoy perpetradas en la antigua Unión Soviética, Rwanda, Dresde, el antiguo Congo belga, Sudán... O Palestina, que será nuestra segunda parada.

Para empezar no nos movemos de Japón. Porque muchos países guardan en su conciencia colectiva no ya sombras sino pecados terribles más o menos reconocidos, hechos de su Historia cerrados en falso, putrefactos, en los que prefieren que la atención pública no remueva. Y Japón guarda en su memoria hechos funestos que aún no ha condenado como debiera. 
 
Los alemanes tuvieron el proceso de Nuremberg e interiorizaron la culpa en su psique colectiva por los crímenes del nazismo, aceptando con resignación ser siempre los malos en la Historia (y la pelis bélicas) y con gobiernos que siempre ha condenado y combatido con firmeza cualquier brote de la extrema derecha. A diferencia de ellos muchos de los militares y políticos japoneses que arrastraron a su país a una terrible guerra de ocupación y exterminio en China, Indochina y amplias zonas del Pacífico, causando millones de muertos, escaparon sin ser juzgados o pasaron muy pocos años en la cárcel. Debido a acuerdos entre el emperador Hiro-Hito y la administración norteamericana que comandaba el célebre general Douglas McArthur las atrocidades japonesas durante la guerra fueron soslayadas en sus libros de Historia e ignoradas por sus sucesivos gobiernos, cuando no directamente negadas.

Para contar aquellos hechos ocultos y de la misma forma que comenzamos el post con algunas de las buenas expresiones de la sociedad nipona actual, terminamos esta introducción con la escalofriante imagen de un sonriente soldado japonés con una katana en una mano y la cabeza de un prisionero chino en la otra.


 
Estupor y temblores (I) Holocausto japonés en China

Primera parte. La violación de Nanking
"Un historiador ha estimado que si los muertos de Nanking enlazaran sus manos, se extenderían desde Nanking hasta la ciudad de Hangchow, cubriendo una distancia de unas doscientas millas. Su sangre pesaría 1.200 toneladas, y sus cuerpos llenarían 2.500 vagones de ferrocarril. Amontonados uno encima de otro, esos cuerpos alcanzarían la altura de un edificio de 74 plantas. Utilizando números de muertos solo, la masacre de Nanking supera muchas de las peores barbaridades de la historia.

Los japoneses superaron a los romanos en Cartago (en esa carnicería sólo murieron 150.000), a los ejércitos cristianos durante la Inquisición española, e incluso a alguna de las monstruosidades de Timur Lenk, que asesinó a 100.000 prisioneros en Delhi en 1398 y construyó dos torres de cráneos en Siria en 1400 y 1401. Ciertamente es una verdad que en este siglo, cuando los instrumentos del asesinato en masa se refinaron completamente, Hitler asesinó a unos 6 millones de judíos y Stalin a más de 40 millones de rusos, pero esas muertes ocurrieron a lo largo de unos cuantos años. En la masacre de Nanking la matanza se concentró en unas pocas semanas. En realidad, incluso bajo los estándares de la guerra más destructiva de la historia, la masacre de Nanking representa uno de los peores ejemplos de exterminio masivo. Para imaginar su tamaño comparativo, debemos prepararnos para unas cuantas estadísticas más. 
El número de víctimas de Nanking –una ciudad china sola- excede el número de bajas civiles de algunos países europeos durante toda la guerra. (Gran Bretaña perdió un total de 61.000 civiles, Francia 108.000, Bélgica 101.000, y los Países Bajos 242.000). El bombardeo aéreo se considera por los que reflexionaron sobre estas cosas uno de los instrumentos más formidables de destrucción masiva. Pero incluso los peores ataques de la guerra no excedieron los estragos de Nanking. 
Es probable que haya muerto más gente en Nanking que en los raids británicos sobre Dresde y las tormentas de fuego que siguieron. (La cifra de 250.000 fue internacionalmente aceptada en la época, pero cuentas más objetivas cifran ahora el número de bajas de Dresde en 60.000 muertos y al menos 30.000 heridos). Realmente, tanto si usamos la cifra más conservadora -260.000- o la más alta -350.000-, conmociona comprobar que esas muertes de Nanking exceden con mucho las muertes provocadas por los raids americanos en Tokio (estimadas entre 80.000 y 120.000) e incluso el número de víctimas combinado de las dos explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki (estimadas en 140.000 y 70.000, respectivamente).

La masacre de Nanking no sólo debe ser recordada por el número de gente sacrificada sino también por la manera cruel en la que muchos encontraron sus muertes. Los chinos fueron utilizados en concursos de práctica de bayoneta y decapitación. Se estima que entre 20.000 y 80.000 chinas fueron violadas. Muchos soldados fueron más allá de la violación destripando mujeres, rebanándoles sus senos, clavándolas vivas en las paredes. Los padres fueron forzados a violar a sus hijas, y los hijos a sus madres, mientras que otros miembros de la familia observaban. No sólo los enterramientos en vida, castración, trinchado de órganos, y asado de personas se convirtió en rutina, sino que se practicaron torturas más diabólicas, como colgar a personas de sus lenguas en garfios de hierro o enterrar a personas hasta su cinturas y observarlas mientras eran despedazadas por perros pastores alemanes.

Tan nauseabundo fue el espectáculo que incluso los nazis de la ciudad quedaron horrorizados, proclamando uno que la masacre fue el trabajo de una “maquinaria bestial”. Sin embargo, la masacre de Nanking sigue siendo un oscuro incidente. A diferencia de las explosiones atómicas en Japón o el Holocausto judío en Europa, los horrores de la masacre de Nanking permanecen virtualmente desconocidos para la gente de fuera de Asia. La masacre permanece ignorada en la mayoría de la literatura histórica publicada en los Estados Unidos."
Introducción del libro The Rape of Nanking: The Forgotten Holocaust of World War II, de Iris Chang. (Traducción realizada por la web Foro Segunda Guerra Mundial)

Comenzamos pues nuestra serie de posts sobre estos desbarrancaderos de la condición humana con los masivos y poco conocidos (al menos en los países occidentales) crímenes cometidos por el ejército japonés durante sus operaciones bélicas en Extremo Oriente y el Sudeste asiático en las décadas de los 30 y los 40 del siglo pasado en el contexto de la Segunda Guerra Chino-Japonesa y la Segunda Guerra Mundial, que llegaron a su clímax con los hechos ocurridos en la ciudad china de Nanking y los siniestros experimentos de la Unidad 731.

El fuerte nacionalismo y militarismo de la sociedad japonesa de la época fue el marco para la expansión japonesa en China y Extremo Oriente en los años anteriores y durante la Segunda Guerra Mundial en busca de territorios para expandir su imperio y materias primas que sustentaran ese expansionismo. 
 
El ejército japonés estaba fuertemente jerarquizado y disciplinado, llevando hasta el extremo la obediencia ciega a los superiores, lo que acarreaba fuertes palizas a quien se negara a acatar una orden, por absurda que fuera. Igualmente, los conceptos de honor y lealtad, preceptos del bushido (el código de honor japonés) se grabaron a fuego en la doctrina militar del Ejército, lo que llevaba al soldado japonés a despreciar profundamente a los soldados enemigos que se rendían y posteriormente, ya como prisioneros, a maltratarlos sin piedad. 
 
Sin embargo, los chinos, como después veremos, no sólo eran despreciados sino considerados directamente una raza inferior, sub-hombres (de la misma forma que los nazis catalogaban como untermensch a los eslavos) cuyo único destino era ser aniquilados o convertirse en esclavos de los japoneses.Intentamos contextualizar de esta forma el comportamiento ignominioso de las tropas japonesas en su campaña militar en China, marcada por la escasez de hechos bélicos de magnitud y las masacres sobre la población civil, con episodios de una locura homicida que supera con creces los peores hechos del frente germano-soviético en la guerra mundial.

Para narrar los hechos incorporamos textos de la entrada "La violación de Nanking", del blog Angamos, que recoge testimonios de los propios soldados y oficiales del ejército nipón, de ciudadanos chinos supervivientes y de hombres de negocios, diplomáticos y religiosos extranjeros que vivieron los espantosos hechos sucedidos a finales de 1937 e inicios de 1938 en aquella desdichada ciudad china.

Seguidamente y para conocer más sobre este episodio de la Historia, de una gravedad y ensañamiento comparables al exterminio de judíos en las cámaras de gas, ofrecemos el estupendo documental "La violación de Nanking", subido por los chicos de nuestro Departamento de Documentación, donde algunos actores ponen voz a los testimonios de las personas que se encontraban allí en aquellas fechas infaustas. Lo que sigue es un catálogo de los horrores que a lo mejor no es del agrado de todo el mundo, así que absténganse sensibles.

Segunda parte - El sanguinario Imperio del Sol

La segunda guerra chino-japonesa estalla en 1931 con el sospechoso "incidente de Mukden", en el cual una bomba destruyó un transporte ferroviario japonés. Rápidamente el ejército nipón invade China y la zona de Manchuria, donde instala el gobierno títere de "Manchukuo". Sin embargo a pesar de las derrotas sufridas, los chinos seguían resistiendo, lo que provocó que años más tarde, en 1937 las tropas de Hiro-Hito avanzaran sangrientamente hacia Nanking, en ese momento capital del país. 
 
Debido sobre todo a la riada de refugiados que huían del avance enemigo, la población se multiplicó. Eso no fue obstáculo sin embargo para que la ciudad fuera bombardeada indiscriminada y locamente, aunque se presume que las bombas iban directamente a las masa de civiles para provocar deliberadamente el terror. A partir del 9 de diciembre de 1937 la ciudad es atacada. A pesar de la desesperada lucha los japoneses arrollan a la guarnición. El 13 de diciembre las tropas imperiales ingresan en triunfo en Nanking. Entonces en medio de gritos de júbilo, disparos y redadas empezó la masacre. Había comenzado la violación de Nanking.

"Vi toda clase de escenas espantosas... cuerpos decapitados de niños tendidos en el suelo. Ellos hacían que los prisioneros caven un hoyo y que se arrodillen en el borde antes de ser decapitados. Algunos soldados eran muy hábiles en su trabajo y tenían el cuidado de cercenar la cabeza completamente, pero dejando una pequeña tira de piel entre la cabeza y el cuerpo, de modo que al desplomarse la cabeza jalaba el cuerpo hacía el hoyo". (Hiroki Kawano, ex fotografo militar) Revolutionary Document, Vol. 109 (History Committee for the Nationalist Party, Taipei, China), 1987, p. 79; Yin, James and Young, Shi, p. 132.

"Para elevar la moral y el valor de nuestros nuevos reclutas durante la guerra, experimentábamos clavando con nuestras bayonetas al enemigo. Eso significaba que los prisioneros de guerra y civiles locales harían de blancos vivientes de estas prácticas. Nuevos reclutas sin experiencia en batalla podrían aprender con estos ejercicios. Era desafortunado para las personas elegidas como blancos, pero también era una dolorosa experiencia para los nuevos soldados forzados a participar en estas experiencias. Enfrentando a los prisioneros y a los civiles, cada recluta tenía una expresión tensa, que comenzaba con un temblor de labios y el violento enrojecimiento de sus ojos ante sus victimas Ellos colocaban las bayonetas en los fusiles de manera que parecía que querían llorar pidiendo ayuda o huir. Oída la orden de cargar, saltaban nerviosamente hacía adelante gritando: !!matar!!!! .

Pero muchas veces esas cargas carecían de energía y determinación y los gritos eran débiles. Era imposible acabar con las víctimas con esa clase de carga. Los blancos humanos gemían y aullaban debido al dolor extremo. Su sangre supuraba de las heridas abiertas. En este punto los reclutas se asustaban con lo que hacían. La espantosa escena ablandaba la mirada de muerte en sus rostros. Pero las 
víctimas continuaban lanzando alaridos de dolor, la sangre chorreaba de sus cuerpos, los soldados entonces clavaban de cualquier manera y repetidamente, esperando acabar rápido y escapar de la experiencia, y seguían clavándolos aún cuando sus blancos vivientes dejaban de moverse. 
 
Esta aterradora forma de matar la probaron y experimentaron todos los soldados. Después de esto ya no tenían miedo en batalla, y encontraban gloria en el acto de matar La guerra hace a la gente cruel bestial y loca. Es el abismo inhumano del crimen". 
 
Confesión de un soldado japonés: "Kazuo Sone. Personal Account of the Nanking Massacre (Shairyu Sha Publishing, Tokyo), 1984; Yin, James and Young, Shi, p. 156 )

"A partir del 13 de diciembre, la gente fue atravesada con bayonetas, dividida con espadas o quemada. Nada sin embargo era más despiadado que enterrarlas vivas. Esos miserables aullidos, esos desesperados alaridos esparcidos en el aire que vibraba. Todavía podíamos oírlos a siete millas de distancia". (Three Months of Nanking's Ordeal, autor Jiang Gong-gu )
 
"Las víctimas enterradas vivas (tipo de enterramiento solo con la cabeza afuera) morían mucho antes que comenzaran los efectos de la inanición y el agusanamiento, sin embargo algunos eran usados como blancos "tipo jabalina" con las bayonetas, otros eran pisoteados por caballos, algunos eran regados con agua hirviendo y otros eran aplastados con las orugas de los tanques". Bergamini, David. Japan's Imperial Conspiracy (William Morrow Company, Inc. New York), 1971, p. 36
 
"En esa época la compañia a la que yo pertenecía estaba acuartelada en Xiaguan. Nosotros usábamos alambre de espino para atar a los chinos capturados dentro de fardos de diez y tenerlos unidos en el camino. Luego les echábamos gasolina y los quemábamos vivos. Me sentía como si estuviera matando cerdos" (Kozo Tadokoro "First-hand Experience of the Nanking Massacre")

"Podían encontrar prisioneros, pero un vasto número de ciudadanos comunes de todas las edades eran cazados a balazos en las calles como si fueran conejos" (Reverendo John Magee, misionero cristiano en Nanking)

Objetivo: Las mujeres de Nanking

"Aunque ninguna joven o mujer que se pudiera considerar atractiva dejaba de estar en riesgo, ninguna mujer estaba a salvo de una violenta violación o la explotación sexual, ( Algunos de estos fueron filmados como "souvenirs" ) y el probable asesinato subsecuente.Grupos de 3 o 4 soldados merodeadores comenzaban viajando alrededor de la ciudad y robando todo lo que consideraban robable.  
 
Continuaban violando a las mujeres y niñas y matando a cualquiera que intentara resistirse, a los que intentaran huir de ellos o simplemente a los que se encontraban en el lugar y momento equivocado. Habían niñas menores de 8 años y ancianas mayores de 70 que fueron violadas en la forma mas brutal posible, golpeándolas bestialmente. (John Rabe, hombre de negocios alemán, miembro del partido nazi, habitante de la "Zona de seguridad internacional neutral de Nanking", Chang The rape of Nanking p.119) 
 
"No se por donde empezar ni donde terminar. Nunca tuve que escuchar algo de tamaña brutalidad. Violada, violada, violada, estimábamos al menos mil casos por noche y muchos en el día. La gente esta histérica....... Mujeres son traídas mañana tarde y noche. Parece que todo el ejército japones es libre de ir donde quiera y hacer lo que quiera". (Reverendo James McAllum, de Pritchard, R. John and Zaide, Sonia M. The Tokyo War Crimes Trial: The Complete Transcripts of the Proceedings of the International Military Tribunal for the Far East, 27 Vols.)

"Estaríamos bien si sólo las hubiéramos violado, pero nunca pedí que se detuviera el asunto. Muchas veces las clavábamos con bayonetas o cuchillos, porque los muertos no hablan, quizás si solo las hubiéramos violado las veríamos como mujeres, pero al matarlas, las veíamos como cerdos" (Chang, The Rape of Nanking, pp. 49-50).

"En la época que desembarcamos en la bahía de Hangzhou, estábamos desesperados por mujeres. Los oficiales nos dieron una regla : Si se revuelcan con una mujer mátenla al terminar, pero eviten usar las bayonetas los rifles. El propósito de esta regla era probablemente disfrazar al los perpetradores del asesinato. La lista militar de castigos por ejecución no tiene ni una palabra. Nadie fue jamás castigado; además algunos oficiales eran peores que los soldados". (Yin and Young, The Rape of Nanking, p. 188)

Un testigo Li Ke-Hen reportó: "Hay muchos cuerpos en las calles, victimas de violación en grupo y asesinato. Todas están desnudas, sus pechos cortados muestran un terrible hueco marrón, algunos de los cuerpos están reventados a bayonetazos en el abdomen, con los intestinos hacia afuera, algunas tienen un rollo de papel o una pieza de madera clavado en sus vaginas".

Cifras y responsabilidades de la masacre

Aunque no se sabe con exactitud el tamaño de la matanza en víctimas humanas, cálculos aproximados de lo sucedido entre diciembre de 1937 y marzo de 1938 en Nanking arrojan no menos de 369,366 civiles asesinados y 80,000 mujeres violadas asesinadas o mutiladas entre las que se incluyen una incalculable y enorme proporción de niñas.

El comandante en jefe de las tropas saqueadoras y asesinas del japón era el general Iwane Matsui conocido como el "Carnicero de Nanking". Sin embargo se sabe que a los pocos días de la ocupación de la ciudad, el principe Asaka- tío del emperador HiroHito-, relevó a Matsui en el mando de los invasores, por lo tanto es bastante probable que el emperador estuviera al tanto de la desbocada masacre China. Con todo, es muy fáctible que Asaka haya sido beneficiado por ser miembro de la familia imperial y por tanto no fue sometido a juicio por los aliados. La inútil persecución de indefensos ciudadanos chinos incluyó el asesinato en masa de prisioneros, competencias por quién mataba más rápido determinada cantidad de cautivos, quema de prisioneros vivos, arrojar cabezas decapitadas a grupos de presos y en la ciudad para aterrorizar a los habitantes etc... 


Alarmados e impactados por la espeluznante e inextinguible matanza nipona, los diplomáticos neutrales y sus connacionales hicieron tales y tantas reclamaciones a las autoridades militares japonesas, que a fines de enero de 1938 estas comenzaron a controlar a sus tropas, sin que esto signifique el fin de los crímenes. 

La verdad recién se supo a partir de 1946, después de la rendición del Japón. 28 personas fueron sometidas a juicio en Tokyo por un jurado internacional, de ellos 2 murieron durante los juicios, uno se quebró y terminó en una institución para desequilibrados. El resto fue encontrado culpable y fueron condenados a morir en la horca, pero inexplicablemente para 1956 todos fueron puestos en libertad bajo palabra. Japón nunca ha pedido perdón a pesar de las aplastantes evidencias, no reconoce su responsabilidad y sólo admite "algunas ejecuciones de prisioneros de guerra".
 

 
Tercera parte. Ishii Shiro y la Unidad 731

Para terminar esta aproximación a las atrocidades del ejército japonés en aquellos tiempos terribles, hablamos de la tristemente célebre Unidad 731 del Ejército japonés y su fundador, el teniente-general Ishii Shiro. Porque si los nazis tuvieron Auschwitz y Mengele (entre otros muchos, claro) como paradigma de su demencia asesina, los japoneses tuvieron en esa infame unidad y su despiadado comandante
un brutal ejemplo de dónde podían llegar en cuanto a las torturas y el ensañamiento con sus desdichadas victimas.
 
Shiro estudió Medicina durante los años 20 y tras entrar en el ejército se hizo experto en armamento biológico, que el Alto Mando japonés pensaba podría usarse a escala industrial en las próximas guerras que el país nipón andaba preparando.

El 18 de septiembre de 1931, Japón ocupó todo del nordeste de China, estableciendo un gobierno títere en Manchuria, llamado Manchukuo. Ishii y su unidad para investigación bacteriológica se establecieron un año después en el norte de Manchuria, donde el ejército japonés podría mantener un suministro ilimitado de prisioneros para sus dementes experimentos.
 
En 1936, con Ishii Shiro ascendido ya a coronel, la unidad se asienta definitivamente en el distrito de Pingfang, al noreste de la ciudad china de Harbin, una desolada región en la península de Manchuria; en esta remota zona, Shiro creó la Unidad 731, perteneciente al Ejército japonés de Kwantun. La unidad fue camuflada como un módulo de purificación de agua y aserradero, lo que hizo que los soldados japoneses llamaran cínicamente maruta (madera) a los prisioneros.

En junio del 38, la Unidad 731 tuvo lista su base definitiva en Pingfang, que ocupaba un área de 6 kilómetros cuadrados ocupada por 3.000 personas (entre científicos y técnicos) y desde estas instalaciones utilizó a la población china y a los prisioneros rusos, coreanos y británicos como cobayas para sus atroces experimentos. Recurrimos a la Wikipedia para mostrar sus crímenes documentados:

Vivisección 
 
Los prisioneros de guerra fueron sometidos a vivisección sin anestesia. Las vivisecciones fueron realizadas a prisioneros infectados con diversas enfermedades. Los científicos llevaron a cabo cirugía invasiva en los cautivos, eliminando órganos para estudiar los efectos de la enfermedad sobre el cuerpo humano. Estas fueron practicadas mientras los pacientes estaban vivos, porque se creía que el proceso de descomposición afectaría los resultados.

Entre los presos infectados y viviseccionados se encontraban hombres, mujeres, niños y lactantes. Las vivisecciones fueron también perpetradas en mujeres embarazadas, algunas veces preñadas por los mismos doctores, y los fetos eran extraídos. Las extremidades de los prisioneros eran amputadas con el fin de estudiar la pérdida de sangre. Estos miembros quitados fueron algunas veces vueltos a unir del lado contrario del cuerpo. Otras veces las extremidades de los prisoneros eran congeladas y amputadas, mientras otros miembros eran congelados y después descongelados para analizar los efectos de la gangrena y la putrefacción resultantes sin tratamiento. A algunos prisioneros se les extrajo quirúrgicamente el estómago y se les ligó el esófago a los intestinos. Partes del cerebro, pulmones, hígado, etc., fueron extirpadas de algunos prisioneros.

Ensayo de Armas

Se usaron blancos humanos para probar granadas puestas a varias distancias y en diferentes posiciones. Se pusieron a prueba lanzallamas sobre humanos. Personas fueron atadas a postes y usadas como blancos para probar bombas de gérmenes, armas químicas y bombas explosivas.

Experimentos con agentes patógenos. Los prisioneros eran inyectados con sueros contaminados con agentes patógenos, aparentando ser vacunas, para estudiar sus efectos. Para investigar las repercusiones de enfermedades sexuales sin tratamiento, prisioneros masculinos y femeninos fueron deliberadamente infectados con sífilis y gonorrea vía estupro, siendo después estudiados. Los presos eran infestados con pulgas con el fin de adquirir grandes cantidades de pulgas transmisoras a efectos de analizar la viabilidad de una guerra biológica.

Ataques biológicos
 
Los científicos japoneses del Escuadrón 731 y sus unidades afiliadas (Escuadrón 1644, Escuadrón 100 etc.) realizaron pruebas sobre los prisioneros centrándose en torno a la peste bubónica, cólera, viruela, botulismo y otras enfermedades. Estos experimentos indujeron al desarrollo de la bomba bacilar defoliante y la bomba de parásitos, usada para esparcir la peste bubónica. Algunas de estas bombas fueron diseñadas con cuerpos de cerámica (porcelana), una idea propuesta por Ishii en 1938. 
 
Estas bombas posibilitaron a los soldados japoneses lanzar ataques biológicos, contaminando los cultivos, embalses, manantiales y otras áreas con ántrax, tularemia, pulgas infectadas de peste, tifoidea, disentería, cólera y otros agentes patógenos mortales. Además de esto, provisiones de alimentos contaminados y hasta ropa fueron dejados caer desde aeronaves dentro de áreas habitadas de China no ocupadas por las fuerzas militares japonesas, como la ciudad costera de Ningbo en 1940 y la ciudad de Changde en 1941. Las resultantes epidemias de cólera, ántrax y peste bubónica fueron responsables de haber matado alrededor de 400.000 chinos. 


Otros experimentos

Algunos prisioneros fueron colgados cabeza abajo para observar cuánto tiempo les tomaría asfixiarse. A otros les fue inyectado aire en las arterias para determinar el tiempo que tardaban en mostrar los síntomas iniciales de una embolia. A algunos cautivos se les inyectó orina de caballo dentro de sus riñones. Otros fueron privados de alimentos y agua para precisar la duración de tiempo hasta la muerte. Otros presos fueron situados dentro de cámaras de vacío hasta que morían. Otros tantos fueron expuestos a temperaturas extremas desarrollando congelamiento, siendo analizado cuánto duraba el cuerpo humano sobreviviendo con tal tormento, además de determinar los efectos de la putrefacción y la gangrena sobre la carne humana.

Algunos experimentos fueron realizados para definir la relación entre la temperatura, quemaduras y supervivencia humana. Unos cuantos prisioneros fueron puestos dentro de cámaras centrífugas, haciéndolos girar hasta morir. Sangre animal fue inyectada en algunos otros, estudiando los efectos de esta acción. Algunos cautivos fueron irradiados con dosis letales de rayos X. En cámaras de gases fueron probadas varias armas químicas, usando siempre personas. Fueron inyectadas burbujas de aire en el flujo sanguíneo de otros prisioneros para simular una apoplejía. También se inyectó agua de mar en otros tantos cautivos para determinar si podía servir como sustituto de la solución salina.


Como hemos visto, la demencia asesina que reinaba en este grotesco lugar de tortura y muerte supera todos los límites conocidos y, sin embargo, fuera de los países que sufrieron la ocupación japonesa estos hechos son bastante desconocidos.

Nos daba pudor colgar en la entrada la película "Los hombres detrás del sol" (Tun Fei Mou, 1988) que pone en imágenes la absoluta perversión de aquella sucursal del infierno. La película, advertimos, va servida de vísceras y sufrimiento humanos (tiene algunas escenas bastante gore) pero bueno, si a alguien le apetece terminar de espeluznarse, aquí la ofrecemos, aunque sea doblada.. Es una película terrible pero también es Historia.
 
 
Para saber cómo termina esta historia siniestra, de la web ForoSegundaGuerra extractamos el relato de cómo, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, Ishii Shiro, el Doctor Muerte japonés, no sólo esquivó lo que hubiera sido siempre insuficiente castigo a sus atrocidades en el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente (también conocido como los Juicios de Tokio) sino que, capturado por los norteamericanos, consiguió de ellos el indulto para él y sus hombres con el fin de utilizar sus conocimientos en guerra bacteriológica en una posible guerra con la Unión Soviética, lo que también hace partícipes a los estadounidenses de sus perversiones. Esto nos cuentan:
(...) Sólo una semana después de que Japón se rindiera, el coronel Sanders se encontraba entre el primer grupo de americanos que aterrizó en Japón. Su misión era localizar la máquina de guerra biológica japonesa y al propio Ishii lo más pronto posible. En los siguientes tres meses, Sanders interrogó a muchos miembros militares y científicos de Unidad 731 (entre ellos a Yoshijiro Umezu -Jefe del Personal del Ejército de Kuantung-), al Comandante en Jefe del Ejército (el diputado coronel Tomosa Masuda), al especialista Jun'ichi Kaneko, pero no al propio Ishii, que siempre se le escapaba de las manos.

En septiembre de 1945, Sanders descubrió que la Unidad 731 estaba envuelta en horrorosos experimentos con humanos. Informó al general MacArthur de las increíbles torturas y suplicios por los que habían pasado, no sólo los presos chinos, sino los propios americanos, el general contestó: "Necesitamos más evidencias. Simplemente no podemos actuar sin más. Siga yendo. Haga más preguntas. Y quédese callado sobre todo esto".

Sanders estuvo sólo diez semanas en Japón pues comenzó a sentirse enfermo. Se trataba de una tuberculosis que tardó en curar dos años. La segunda fase de investigación fue realizada por el teniente coronel Arvo T. Thompson (veterinario). Cuando Coronel Thompson llegó a Japón, el Tribunal Militar Internacional para el Lejano Este apenas había comenzado sus juicios sobre los criminales de guerra japoneses. Por fin fue localizado Ishii Shiro. Intentando ocultarlo a los soviéticos se le declaró muerto, se publicó la noticia en los periódicos y se simuló un entierro en su pueblo natal. El interrogatorio de Ishii duró desde 17 de enero al 25 de febrero de 1946. Ishii cambió sus conocimientos no sólo por su indulto y el de sus hombres, sino también por que fuera borrado por completo su historial y pudiera llevar una vida normal. Ishii, tras su estancia en Estados Unidos, volvió a Japón recibiendo los máximos honores. 
Murió en 1959 de un cáncer en la garganta tras haber sido gobernador de Tokio, presidente de la Asociación Médica y del Comité Olímpico de Japón en la posguerra.Aquella protección a unos científicos que causaron el sufrimiento y el dolor sin el menor remordimiento repelió a muchos de los americanos que intervinieron en su protección y ocultamiento. El coronel Thompson terminó suicidándose y el general MacArthur se manifestó en contra de aquella actuación de su gobierno y fue retirado de la misión por petición propia.

Experimentos con seres humanos similares a los realizados por el grupo de Ishii, se habrían condenado como crímenes de guerra por el Tribunal Militar Internacional en el juicio contra los criminales de guerra nazis, comenzado en Nüremberg (30 de septiembre de 1946), sin embargo, el gobierno de Estados Unidos perdonó a los científicos japoneses a cambio de sus secretos en la guerra bacteriológica amparándose en la excusa de que se aproximaba un posible enfrentamiento con la Unión Soviética.
Finalizando el horror

En los más de 60 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón no sólo supo salir de la ruina de la guerra sino que (ayudada por Estados Unidos) ha sabido transformarse en una una superpotencia económica y tecnológica además de, evidentemente, progresar social y culturalmente convirtiéndose en el gran país que es, una democracia consolidada y garante de los derechos humanos.

Sin embargo, si bien ha habido disculpas oficiales por parte de los gobiernos nipones ya que "a través de su mandato colonial y agresión causó un daño y sufrimiento tremendo a los pueblos de muchos países, particularmente, aquellos de naciones asiáticas" en palabras de su ex-primer ministro Tomiichi Murayama en 2005, en su sociedad nunca hubo una verdadera asunción de culpa sobre los crímenes más atroces cometidos por sus tropas, prefiriendo ignorarlos en sus manuales escolares y sus libros de Historia. De esta forma, las disculpas oficiales han sido ampliamente vistas por muchos de los sobrevivientes de tales crímenes o por las familias de las víctimas, como inadecuadas o meramente un intercambio simbólico.

De la misma forma, las visitas del ex-primer ministro Shinzo Abe y otros legisladores en 2007 al monasterio Yasukuni, donde además de dos millones y medio de soldados japoneses caídos en las guerras de su país en las últimas guerras se venera a 14 máximos criminales de guerra (y los que su web se refiere como "aquellos que fueron enjuiciados cruel e injustamente como criminales de guerra por un tribunal de pantomima de las Fuerzas Aliadas", así como tras lindezas negacionistas) indignaron al gobierno y sociedad chinas, así como a otros países como Corea, con miles de coreanas tomadas como esclavas sexuales por las tropas japonesas (que las llamaban ianfu, "mujeres de comfort"), otro espinoso asunto que los japoneses siempre han sido reticentes a admitir.

Esperemos que los nuevos y más sensatos aires que el recientemente elegido primer ministro japonés Yukio Hatoyama pretende dar a su país y su sociedad también alcancen a su memoria histórica, para interiorizar y reconocer íntegramente, de una vez y para siempre los crímenes de su pasado porque ignorarlos o negarlos esperando sean cubiertos por el tiempo ofende a muchos en los países que sufrieron sus invasiones y también a muchos de los que conocemos su historia.