Se celebra la Ashura, la fiesta más importante del calendario chií, y como en algunos lugares de la Semana Santa cristiana son fechas en las que el duelo y la culpa son interpretados por muchos fustigando sus cuerpos y mentes hasta bañarlos en sangre, en la tenue frontera entre la devoción religiosa extrema y la histeria colectiva. Este año, los atentados con bomba en Pakistán (donde los chiíes son minoría) contra las multitudes que siguen las procesiones proporcionan un extra de sangre a una festividad que ya la trae de serie.