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26 de agosto de 2011

Campanadas de la Historia (6) París era una fiesta / 'La Nueve', los olvidados de la victoria



Pocas fotos tienen dos elementos más estética y conceptualmente contrapuestos que Hitler con sus generales, en París, con la torre Eiffel al fondo, el 20 de junio de 1940, tres días después de la rendición de Francia trás la invasión alemana. Ese día, el máximo jerarca nazi recorrió la capital francesa en un flamante Mercedes, por calles desiertas y sin grandes medidas de seguridad. Hitler hizo un tour por toda la ciudad, los Campos Elíseos, Place de la Madeleine, la Ópera Garnier, la Sacre Coeur, la tumba de Napoleón, el Arco del Triunfo y finalmente la Torre Eiffel, donde fue tomada la ignominiosa instantánea, al lado de su arquitecto Albert Speer y el escultor Brecker, a los que hizo ponerse uniforme militar a pesar de ser civiles. 
Este es un video bastante desconocido (y en color) de aquella visita infame que tanto hirió el alma de Francia.



Sin embargo, las cosas cambiaron mucho en los siguientes cuatro años de guerra. Los aliados desembarcaron en Normandía el 6 de junio de 1944 y, a pesar de la gran resistencia de las tropas alemanas, dos meses y medio después se hallaban a las puertas de Paris. Pero dentro de la capital francesa ya se combatía desde algunos días antes por parte de la Resistencia francesa y los parisinos levantados en armas contra la guarnición alemana, comandada por el general Dietrich von Choltitz, que había recibido órdenes directas de Hitler de destruir la capital francesa si ésta caía, órdenes que afortunadamente no obedeció. El general alemán, admirador de la capital francesa, no quiso pasar a la Historia como el hombre que destruyó París.

Es de reseñar la presencia de anarquistas y republicanos españoles exiliados combatiendo con la Resistance y en la Segunda División francesa del general Leclerc, que fue la primera en entrar en París, en concreto la Novena Compañía de Reconocimiento, también conocida como "La Nueve" en la que formaban 144 soldados españoles en vehículos con nombres de batallas de nuestra guerra civil como Madrid, Brunete, Guadalajara, Guernica, Ebro o Teruel. 


De de hecho el Estado Mayor alemán fue hecho prisionero el mismo día 25 por los españoles con uniforme francés Francisco Sánchez —sevillano—, el aragonés Antonio Navarro y Antonio Gutiérrez, que se hallaban a las órdenes de Amado Granell, incluyéndose entre los prisioneros a von Choltitz; este último se entregó con algunas reticencias al extremeño Antonio Gutiérrez. Al parecer, von Choltitz se negaba a rendirse a un soldado sin galones de oficial y que le dijo por toda presentación: Soy español. Tras la captura de von Choltitz, éste fue trasladado al Ayuntamiento entre una muchedumbre enfervorizada, protegido por los españoles. La población de París, en las calles, cantaba La Marsellesa, a la vez que repicaban las campanas de las iglesias de la ciudad.


La firma oficial de la rendición de la guarnición alemana de París tuvo lugar en la estación de Montparnasse, en el mismo vagón en el que Alemania se vio obligada a firmar la paz por parte de Francia, en la tarde del día 25 de agosto. No obstante, todavía prosiguieron combates esporádicos en diversos lugares, especialmente con miembros de unidades de las SS que rechazaban acatar la capitulación firmada por von Choltitz y que además amenazaban con fusilar a los oficiales 'traidores' de la Wehrmacht que les ordenaban rendirse. En estos combates volvieron a participar los hombres de La Nueve, junto con exiliados españoles, recibiendo el apoyo de los carros de combate estadounidenses.


El día siguiente, 26 de agosto, se organizó un desfile de la Victoria por los Campos Elíseos. El español Amado Granell recuerda:
"La población civil se abalanzaba sobre nosotros. Vivas, aplausos, aclamaciones. Siempre besos y siempre flores. Las botellas de buen vino francés se vaciaban sobre nuestras cabezas a manera de bautismo pagano. (...) La plaza se había llenado de gente. Se cantaba, se daban vivas extentorias, se bailaba, nos besaban. Lloraban de alegría. Era la libertad. Jamás me he sentido tan emocionado. Se entonó una marsellesa, yo quise cantar pero no pude. Se me puso un nundo en la garganta. No quería pestañear para que las lágrimas que se me agolpaban en los ojos no se me derramaran sobre las mejillas. País liberado, ¡qué alegría! Yo sin poderlo evitar pensaba en Madrid y en España."
Paris y casi toda Francia quedaban liberadas del fascismo y la ocupación. Campanadas de la Historia, sí. 

La Nueve, los olvidados de la victoria

Documental que narra la historia de los republicanos españoles de "La Nueve", compañía de la división Leclerc cuyas tropas fueron las primeras que liberaron París, el 24 de agosto de 1944. La Nueve -cuyos tanques y vehículos de combate habían sido bautizados con nombres procedentes de la Guerra Civil española, como 'Madrid', 'Guernica' o 'Guadalajara'- había participado en la campaña de África contra Rommel y no sólo liberaron París, sino que participaron en la ofensiva en Alsacia y en el definitivo asalto en Alemania contra el 'Nido de Águilas' de Hitler. Perecieron más de mil hombres. La historia de 'La Nueve' era hasta hoy prácticamente desconocida, pues la historia oficial en Francia ha echado una cortina de silencio y de olvido sobre esa participación española y extranjera en la liberación de París y en la resistencia contra el nazismo. 

Alberto Marquardt, director argentino afincado en Francia, se interesó en 2002 por esta epopeya de 'La Nueve' y por su carácter simbólico para restablecer la verdad histórica. Siete años después, Marquardt consiguió montar la producción y con magníficas imágenes de archivo y las entrevistas a dos de los supervivientes: el catalán Luis Royo y el asturiano Manuel Fernández, sin amarguras ni recriminaciones, reconstruyen con emoción la historia de la Nueve. En su aventura, esos republicanos españoles derrotados en España prosiguieron en Francia la lucha armada contra el fascismo y el nazismo -aliados de Franco en la Guerra Civil-, con la esperanza de que una vez terminada la Guerra Mundial caería también la dictadura franquista. La historia de 'La Nueve' es la de los campesinos, los artesanos, los maestros, "proyectados" de golpe y porrazo a la Historia, arrancados a su condición, a su cotidianidad, y que aceptaron el desafío a pesar de las dificultades.



Des Français par milliers, des côtes à l’Île-de-France,

Ont croisé du regard ces étranges amis ;

Il faudra bien, un jour, crier dans le silence
Qu’un nuage espagnol a libéré Paris...

Más o menos pasadas las 20.30 horas del 24 de agosto de 1944 un tipo vestido con el uniforme del Ejército norteamericano cruza un puente sobre el Sena, en París. Hay serias posibilidades de que el puente esté minado. Por eso está ahí. Una vez comprobado que no hay peligro de explosión indica a los hombres que le siguen que pueden cruzar. El tipo que ha cruzado el puente no es americano y los hombres que le siguen tampoco, se apellidan Montoya, Campos, Lozano, Miralles, Gómez y un tal sargento Garcés, militante de la CNT que de joven había sido torero.

El tipo que se la ha jugado cruzando el puente se llama Amado Granell y había nacido en Borriana, Castelló, y es un crack al volante de cualquier vehículo. Les han mandado como avanzadilla para inspeccionar el terreno, a ver cómo andan las cosas, y ya que están allí pues van y liberan París.

Ese puñado de espingoiuns, apelativo despectivo que utilizaban los gabachos para referirse a los españoles, habían entrado hace un rato por Porte d'Italie y giraron por Tolbiac hacia Baudricourt. Los alemanes controlaban los grandes cruces y toparse con ellos podía resultar funesto, por suerte, un vecino del barrio, Lorinian Dikran, armenio, miembro de la Mano de Obra Immigrada, les conduce por las calles evitando los controles.

París se había levantado en armas el 19 de agosto y la capacidad de fuego de los insurrectos era limitada, así que urgían refuerzos. El alto mando aliado estaba centrado en llegar a Berlín antes que los soviéticos y De Gaulle, un general sin prácticamente ejército, necesitaba un gesto y una foto, no vaya a ser que Francia acabe convertida en un protectorado anglo norteamericano. Le pide al general Leclerc que haga algo y Leclerc manda a sus mejores tropas, su fuerza de elite, la columna Dronne de La Nueve, un grupo de republicanos españoles que se plantan en el Ayuntamiento y acaban con lo que se daba. Y se daba mucho.

Llegan hasta el Ayuntamiento y Granell se reune con George Bidault, presidente del Consejo Nacional de Resistencia y un viejo conocido de la guerra en España, el coronel Henri Rol-Tanguy, brigadista internacional y uno de los máximos responsables de la insurrección parisina el 19 de agosto. En la Resistencia parisina han jugado un papel de vital importancia 4.000 republicanos españoles, republicanos españoles como los hombres de La Nueve que han entrado en París con Granell, como los que entran poco después en otro grupo y ocupan la Prefectura, cuando el gobernador militar alemán de París, el general Dietrich von Choltitz se rinde a un cabo extremeño que además se queda con su reloj de pulsera.

En La Nueve hay 146 exiliados republicanos españoles que han huido del fascismo a través de las montañas o del mar, que han conocido los campos de concentración y la humillación de los vencidos. Fueron obligados a alistarse en la Legión (la otra opción era la expulsión a España) y una vez allí le dieron patada a sus mandos, algo inaudito en la Legión, para alistarse con los norteamericanos recién desembarcados y unirse luego con las tropas de la Francia Libre de Leclerc, formando La Nueve.

Philippe François Marie Leclerc, conde de Hauteclocque, católico conservador que en España se hubiera unido al golpe de Estado del general Franco sin dudarlo, siente un enorme respeto por estos soldados, en su mayoría anarquistas, y los pone bajo el mando del capitán Raymond Dronne, el único capaz de lidiar con ellos. Los españoles respetan a Dronne y sobre todo al coronel Joseph Putz, que ha combatido en las Brigadas Internacionales y al que consideran uno de ellos. Lo enterrarán en Grussenheim, Alsacia, a pocos meses de la firma del armisticio. Al final del camino, los 16 supervivientes de La Nueve llegarán a Berchtesgaden, el nido de las águilas de Hitler.

El 25 de agosto Amado Granell, un republicano moderado al que todos admiran y profesan un profundo respeto, el hombre que en el Norte de África hizo confeccionar y repartió las banderas tricolores de la II República que todos lucen con orgullo, aparece en la portada de Libération, pero como supuesto soldado americano que ni siquiera tiene nombre.

El 26 de agosto, desfile de la victoria, Granell y los republicanos de La Nueve encabezan la marcha por orden de De Gaulle como muestra de respeto y honor. Y porque es a los únicos a los que puede confiar su seguridad debido a su experiencia. Y es que el respeto y el honor durarán poco. Tres días después parece haber mucho interés en empezar a borrar el recuerdo de aquellos hombres, muchos de ellos muchachos que con apenas 20 años se alistaron para luchar contra el fascismo en España. Los hombres de La Nueve desfilan por los Campos Elíseos en sus vehículos blindados rotulados por Antonio van Baumberghen, estudiante en tiempos en la Institución Libre de Enseñanza, con nombres españoles: Gernika, Madrid, Don Quijote, Guadalajara, Teruel, España cañí...



'Eran individualistas, idealistas, valientes y hacían gala de una bravura desmesurada. Si abrazaron nuestra causa fue sólo porque era la causa de la libertad', deja escrito Dronne. Una libertad que querían llevar a España. No les dejaron. Los oficiales franceses siempre les decían que una vez liberada Francia y derrotado Hitler, le tocaba el turno a Franco. La Nueve cumplió su parte de la tarea. Fueron los primeros en entrar en París y se fumaron un pitillo a orillas del Rhin antes de sacarse unas fotos en Munich. La Europa liberada del fascismo no cumplió con la suya.

Durante la celebración de la liberación de París los hombres de La Nueve detestan ver sin poder hacer nada como ciudadanos recién liberados sacan pecho y rapan y vejan a las mujeres acusadas de colaboracionistas, una práctica que les recuerda demasiado a los desmanes de Falange en los pueblos que tuvieron que abandonar y a los que no volverán. Los soldados alemanes que pueden sólo se entregan a los españoles, los que más saben de humillaciones y por tanto los que defienden la dignidad bajo cualquier circunstancia. Ya antes, cuando entraron en Alençon, el cura quería fusilar a todos los prisioneros alemanes y varios de ellos le tienen que calmar y recordarle que eso de matar al prójimo está muy mal.


Han combatido en España, en el Norte de África, en Normandía y continuarán haciéndolo en las Ardenas, a temperaturas de 20 bajo cero. Al terminar la contienda les dan un montón de medallas, unas palmaditas y se los abandona al olvido en modestas viviendas, trabajos anónimos. Tampoco les importa mucho, porque las medallas las guardaron en cajitas que criaban polvo mientras siempre lucieron con orgullo los abrazos que recibieron de gente anónima, la gente por la que entraron en París, los abrazos que agradecen la libertad con la que iban armados hasta los dientes.

Amado Granell volvió de manera discreta y anónima a España para abrir una tienda de electrodomésticos en Sueca. No pudo ver el entierro del dictador. El 12 de mayo de 1972 moría en accidente de tráfico cuando conducía su coche para acercarse a Valencia a gestionar el cobro de un subsidio por sus servicios como oficial del ejército francés.

Avec son casque américain,
On l’a pris pour le Nouveau Monde
Portant l’espoir au monde ancien,

Quand dormaient toutes les colombes...