David Alhambra nos manda esta cosita de Jorge Wagensberg, de su libro El gozo intelectual. No conocía yo a este señor. Está muy bien, va sobre los momentos de lucidez en que nuestra mente relaciona y comprende.
En el año 1983 viajé a Polonia para visitar la aldea donde nació mi padre. Simple curiosidad. En pocas ocasiones se había referido a su infancia, pero fueron las suficientes para que yo imaginara una aldea muy concreta: el puente desde donde mi padre adolescente y sus amigos se lanzaban al río, casas de madera, el molino del padre de la abuela, la oficina de correos próxima a la iglesia, los caminos enfangados que recorría mi abuelo para vender tejidos en contradicción con un paisaje polvoriento de escasa vegetación ... Mi sorpresa fue mayúscula.
Todo era fiel a las palabras que había escuchado, pero nada era como yo lo había dibujado en mi imaginación. Ni siquiera era una aldea sino una ciudad y la verdad es que nadie dijo nunca que fuese una aldea. Algo parecido me ocurrió una vez empezando a leer una novela sin percatarme de que ya la había leído. Caí en la cuenta más allá de la página cuarenta, cuando ya era tarde para evitar un conflicto entre dos paisajes irreconciliables. Caer en la cuenta de que dos cosas en principio distintas son, finalmente, una misma cosa, es el fundamento del comprender y de un raro gozo intelectual.