Según la Teoría del Caos es fenómeno común que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema inestable y caótico, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes, sucediendo así que, una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande e impredecible.
Mención aparte merecen los holandeses del equipo. En el descanso se va a la ducha Van der Vaart, esa decepción avant la lettre, y entra Robben, ese personaje a un regate pegado. Éste tarda 18 minutos en tener su enésima lesión y ser sustituido por esa cabra aturullada que es Drenthe, que nada más salir perpetra varias entradas cafres en las que se gana la amarilla y se juega la expulsión. Nos están devolviendo bien devuelto lo de Flandes con estos chavales.
Y es en esa ceremonia de la confusión y el desbarajuste donde grandes jugadores como Higuaín captan la creciente onda sísmica -pero en lugar de enturbiarse como aquellos- y se iluminan y demuestran habitar esta clase de partidos con comodidad y eficacia, para eso sí, conseguir una victoria estrafalaria más que tape las enormes carencias del equipo. Atención al Pipita, es de lo mejor fichado por Calderón, estamos asistiendo al nacimiento de un crack. Maradona sabrá por qué no le convoca pero ya canta.
Sólo que el próximo partido es contra el Sevilla y al otro llega el Barça. Y, como en la ida en Barcelona, nos van a faltar otra vez los mejores. Y Messi, Eto'o, Iniesta, Puyol, Xavi y compañía no tienen piedad. Ellos no son un sistema inestable e impredecible, quizá no tengan en el ADN de su camiseta los genes de la competitividad y fe infinitas del equipo blanco que propician estos estertores agónicos y mayormente gozosos a los que nos han acostumbrado. Porque los del Barça van a lo suyo, juegan al fútbol envidiablemente bien y tiran a meterla. Y nos tienen ganas tras estos dos años. Y tiene toda la pinta de que, al primer brindis al sol que nos marquemos, al primer desorden táctico, a la primera mariposa que nos despiste con su aleteo proverbial, en ese partido nos van a crujir los lomos.
Así pues, disfrutemos de lo que, ojalá me equivoque, puede ser la última gran noche del Madrid en el Bernabéu en esta temporada lamentable, en este fin de ciclo para olvidar del que sólo podremos rescatar para la posteridad la gloria de estos desatados momentos de ruido y de furia, de impredecibilidad y maravilloso caos.
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