Da igual que la espalda se desgarre, la cabeza martillee o se pinche la pantorrilla; el dolor nace siempre en el cerebro. El dolor es algo más que una mera experiencia somática. Al tiempo que despierta sensaciones, sucumbe a la fuerza controladora de la mente. Dr. Burkhart Bromm. El origen del dolor
Visto con ojos primitivos, el dolor corporal es la verdad única, irrefutable, no perturbada por nada externo (el martirio, el sacrificio por otra persona). Es curioso que el dios del dolor no fuese la principal divinidad de las primeras religiones (quizá lo haya sido de las posteriores). Franz Kafka. Diario personal
Cuánto sufrí ayer por la noche: el talón y las costillas... qué tormento. No hay palabras que puedan expresarlo, se necesitan gritos. Alphonse Daudet. En la tierra del dolor
Dolor, s. Estado de ánimo ingrato, que puede tener una base física, o ser puramente mental y causado por la felicidad ajena. Ambrose Bierce. Diccionario del diablo
Primera parte. El dolor en el cuerpo y el cerebro
Las señales se transmiten al tálamo y la corteza cerebral, donde la sensación se hace consciente. El procesamiento psico-físico puede variar según la personalidad, el estado de ánimo y la educación. El dolor provoca también reacciones vegetativas, como la taquicardia, el aumento de la presión arterial, la sudoración y el aumento de la frecuencia respiratoria. El dolor es considerado hoy como una parte del sistema protector, advirtiendo oportunamente al organismo acerca de estímulos nocivos externos. zonamedica.com.ar
Tres 14 - Dolor
El dolor es un mecanismo que nos protege de las agresiones externas. Hay personas que no sienten dolor y mueren pronto porque dañan su propio cuerpo sin darse cuenta. Aguantarlo puede provocar consecuencias graves en las funciones cognitivas cerebrales.
¿Qué es el dolor? ¿Qué nuevas formas hay para controlarlo? ¿Por qué no todos sentimos por igual el dolor? ¿Cómo influye en el cerebro soportarlo? Tres14 entrevista a Carlos Belmonte, catedrático de fisiología e investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante, que nos explica todo sobre los mecanismos del dolor y las nuevas formas que hay para controlarlo.
Segunda parte. Dictante dolore, el lenguaje del dolor
Este redactor cree hablar en nombre de todos cuando afirma que ante un dolor súbito e intenso, verbigracia el producido por un encuentro carnal no deseado a la altura de la tibia con un bolardo de hierro pintadito de gris camuflaje y plantado en la acera de alguna calle madrileña, un buen juramento a juego con el objeto que nos haya dañado o una rotunda blasfemia que nos salga de las tripas es lo más procedente para al menos concedernos cierto desahogo moral ante el percance.
¿Qué es el dolor? ¿Qué nuevas formas hay para controlarlo? ¿Por qué no todos sentimos por igual el dolor? ¿Cómo influye en el cerebro soportarlo? Tres14 entrevista a Carlos Belmonte, catedrático de fisiología e investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante, que nos explica todo sobre los mecanismos del dolor y las nuevas formas que hay para controlarlo.
Segunda parte. Dictante dolore, el lenguaje del dolor
"Los anocheceres de morfina, el efecto del cloral. El Erebo, el caudal negro, opaco, más el sueño a flor de vida, la nada. ¡Qué inmersión, qué deleite cuando te sumerges ahí! Sentir que te atrapa, que te arrastra. Por la mañana, dolores, dentelladas, pero la cabeza libre, más aguda quizá... o descansada, sin más. Intentos de sueño sin cloral. Párpados cerrados. Se abren abismos a derecha e izquierda. Amodorramientos de cinco minutos, con la angustia de pesadillas en que resbalo, me despeño: el vértigo, el abismo. Dolor, siempre nuevo para el que lo padece y que va pareciendo trivial a quienes lo rodean. Todos se acostumbrarán a él, menos yo. (...) Contractura del pie derecho con reflejos hasta las costillas. Todos los tirones de hilos del hombre orquesta que enarbola sus instrumentos. En la carretera de Draveil, con hilos en los codos y en los pies... El hombre orquesta del dolor, ése soy yo." Alphonse Daudet. En la tierra del dolor
Este redactor cree hablar en nombre de todos cuando afirma que ante un dolor súbito e intenso, verbigracia el producido por un encuentro carnal no deseado a la altura de la tibia con un bolardo de hierro pintadito de gris camuflaje y plantado en la acera de alguna calle madrileña, un buen juramento a juego con el objeto que nos haya dañado o una rotunda blasfemia que nos salga de las tripas es lo más procedente para al menos concedernos cierto desahogo moral ante el percance.
Sin embargo, cuando el dolor nos invade y se nos instala dentro, perpetuándose en algún área de nuestro cuerpo, maldecirlo con vehemencia se nos queda corto así que además de sufrirlo a machete porque no nos queda otra, podemos reflexionar sobre él, interiorizarlo, ponerle cara, hablar de él con alguien (lo que siempre ayuda) y si sabemos juntar letras con cierto criterio escribirlo.
Alphonse Daudet (1840-1897) fue un escritor francés que a finales del siglo XIX escribió "En la tierra del dolor" (La doulou), cuaderno de notas preclaro y conmovedor sobre los años en los que sufrió los síntomas de una neurosífilis terminal conocida como tabes dorsal (que provoca ataxia, es decir, la progresiva incapacidad para controlar los movimientos propios) que acabaría con su muerte. Daudet contrajo la enfermedad cuando tenía diecisiete años, aunque no notó los primeros síntomas hasta 1884, entrando a formar parte del grupo de escritores sifilíticos como Flaubert, Baudelaire y Guy de Maupassant.
En su libro consignaba los efectos de los distintos dolores de creciente intensidad que su enfermedad le provocaba, así como las dolorosas e inútiles curas a las que sometía la medicina del siglo XIX a los que la padecían, lo que además le convirtió en adicto al alcohol, el láudano y la morfina. Su escritura, que orbitó alrededor del dolor a lo largo de más de diez años, muestra una desasosegante mirada a su sufrimiento, su miedo y su patética humanidad. En el ensayo colectivo El dolor: los nervios culturales del sufrimiento Francisco González reflexiona sobre la obra de Daudet de esta forma:
"Para esta obra tan singular Daudet había encontrado un epígrafe revelador. Dictante dolore. Jubilada la musa, es el dolor el que dicta al escritor las palabras. La empresa que acomete Daudet es un combate desesperado porque las únicas armas de las que dispone son precisamente las palabras y éstas están bajo el imperio del dolor. En efecto, el dolor se resiste a ser expresado ("Cuánto sufrí ayer por la noche: el talón y las costillas... qué tormento. No hay palabras que puedan expresarlo, se necesitan gritos. Y además, ¿de qué sirven las palabras para todo aquello que se siente a fondo en el dolor (y también en la pasión)?").
Incapaz de referir el sufrimiento, el lenguaje deberá entonces recurrir a las metáforas. ("A veces bajo el pie, un corte muy, muy fino: un pelo. O tajos de navaja bajo la uña del dedo gordo. En los tobillos, el tormento de la bota. Dientes de rata agudísimos que roen los dedos del pie"). Pero la mayoría dei tiempo el dolor impide la escritura ("A ratos, imposibilidad de escribir, de tanto como me tiembla la mano"), y cuando le permite al escritor coger la pluma le cambia la letra, condiciona la sintaxis de sus frases o le deja simplemente vacío frente a la página deslumbrante de blancura.
Despojado del lenguaje, el escritor sufre una transformación radical: "me siento como una criatura mitológica cuyo torso estuviera encerrado en una caja de madera o de piedra y, poco a poco, se fuera entumeciendo y solidificando. A medida que la parálisis va apoderándose de él, de abajo a arriba, el enfermo se vuelve un árbol o una roca, igual que una ninfa de Las metamorfosis de Ovidio". O un insecto monstruoso. Porque la metamorfosis que años más tarde escribirá Kafka es una figuración de los efectos que provoca el dolor en un individuo y en su familia. al despertar Gregor Samsa, convertido en un bicho gigantesco, recordará haber imaginado muchas veces tener en la cama un ligero dolor. Ese dolor es en realidad el preludio del sufrimiento moral y físico que le acarreará su nueva naturaleza, porque poco a poco, ningún miembro de su familia querrá ocuparse de él pues, como bien escribe Daudet, a propósito de su propia dolencia, "quienes nos rodean ya se han acostumbrado a ese dolor, que a nosotros nos parece siempre nuevo; no tardaría en convertirse en una lata para todo el mundo, incluso para quienes más nos quieren. La compasión se embota". Presa del dolor, el escritor se ha metamorfoseado en un animal que no sale de su cuarto."En entradas posteriores dedicadas al dolor seguiremos publicando extractos de este libro para ver cómo la respuesta de Daudet al dolor que se había enseñoreado de su cuerpo, su espíritu y su escritura era, además de intentar ahorrárselo a quienes amaba, procesarlo física y mentalmente, verbalizarlo y transformarlo en lenguaje para ilustrar las sensaciones terribles que este sufrimiento continuo inflingía a su cuerpo y su espíritu.
Tercera parte. Dolor crónico, dolor tóxico
Cuando el dolor (que es un mecanismo genéricamente necesario y beneficioso para nuestro organismo) se cronifica se convierte en algo pernicioso y torturante, que puede ser más grave para el organismo que la propia enfermedad o traumatismo que lo ha causado. Los estímulos dolorosos que se mantienen en el tiempo exigen una alta atención diaria que agota la energía y el rendimiento cerebral, pudiendo provocar importantes reacciones emocionales que potencien el sufrimiento que lleva asociado, afectando a todas las áreas vitales (laborales, emocionales y sociales) de las personas que lo sufren.
Según datos de Wikipedia, el dolor crónico es el que dura más de seis meses, y puede ser maligno y no maligno. Maligno es el dolor producido por tumores y metástasis óseas al comprimir determinadas estructuras como huesos, plexos, raíces, nervios periféricos o vísceras o los producidos por las propias terapias anti-tumorales como la quimioterapia. No maligno es aquel dolor que sufre una persona cuya patología no compromete la supervivencia a corto o medio plazo. Por su origen puede clasificarse en reumatoideo, vascular, traumatológico, psicológico o neuropático.
Profundizamos un poco en este último, el dolor neuropático, uno de los dolores más obcecados e insufribles dentro de la alegre pandilla de los dolores crónicos y que se calcula es sufrido por un 1-1'5% de la población.
Según la Asociación Internacional para el estudio del Dolor (IASP) se define como "un dolor que se inicia o es causado por una lesión primaria o disfunción en el sistema nervioso debida a alteraciones de los nervios centrales o periféricos". Esta definición conlleva el concepto de que cuando se produce una lesión en un nervio, las alteraciones de las vías nerviosas hacen que se produzca un dolor crónico en ausencia de un estímulo continuo. De esta manera el dolor neuropático difiere totalmente del dolor nociceptivo (el normal, si te pinchas, duele) ya que éste resulta de la activación de los axones sensoriales por estímulos dolorosos que suelen ser finitos y localizados y que desaparecen cuando se eliminan las causas.
Es esta ausencia de relación causa-efecto entre lesión o estímulo y el dolor propiamente dicho, característica del dolor neuropático que emite mensajes sensoriales patológicamente distorsionados, lo que lo hace especialmente imprevisible y desquiciante. Suele producirse a causa de alteraciones crónicas del sistema nociceptivo que conllevan determinadas percepciones anómalas: por un lado, la alodinia (estímulos normales son percibidos como dolorosos) y, por otro, la hiperagelsia (estímulos dolorosos que son percibidos exageradamente).
León Daudet, hijo del escritor Alphonse Daudet supracitado comentaba acerca de cómo puede cambiar el carácter de las personas afectadas de este sufrimiento continuo:
«La enfermedad nerviosa multiplica por dos —eleva al cuadrado, como dicen los algebristas- tanto las cualidades como los defectos de aquellos a quienes toca. Los afila como lápices, como solía decir mi padre. El tacaño se hace avaro [...]. El celoso supera a Ótelo, el amante se vuelve frenético [...]. Por el contrario, las almas nobles, generosas, desinteresadas, enfrentadas a un dolor que no cesa, adquieren un renovado sentido del altruismo; dimana de ellas una bondad casi santa. Tal era el caso de Alphonse Daudet», Dettant la douleur, León Daudet.Por no hablar del impacto emocional que un dolor crónico puede causar en las personas. Hace dos años un grupo de científicos de la Universidad Northwestern de Illiniois demostraron cómo el dolor crónico, vaya, no sólo duele sino que además puede dañar el cerebro de las personas que lo padecen, demostraron la relación directa entre el hecho de sufrir dolor y trastornos que sufren frecuentemente estos pacientes como la alteración de la atención, el sueño o la depresión.
Se sabía que aun cuando una persona sana no hace nada, el cerebro sigue activo, aunque funcionando por defecto en equilibrio. Cuando una parte del cerebro se activa más, otra parte se debe desactivar un poco para mantener ese equilibrio. El conjunto de partes que intervienen en ese equilibrio se denomina 'red de estado de reposo cerebral' y es la que se encarga de mantener el cerebro correctamente balanceado. En los casos de personas con dolor crónico, aunque pueda desarrollarse un umbral cierta tolerancia por el dolor basal en cambio, el cerebro no está nunca en reposo, incluso cuando deciden mantener la mente en blanco, porque tienen el dolor manifestándose, permanentemente por lo que tienen muchas menos zonas apagándose, indicando un desequilibrio global de la red.
Los investigadores observaron que había zonas localizadas en la parte frontal del cerebro que seguían trabajando cuando debían estar descansando. Precisamente, esas zonas del cerebro están involucradas en el procesamiento de emociones, la toma de decisiones y las propiedades cognitivas más elaboradas. La activación continua de las neuronas que se encuentran en esas áreas podría llevar a la muerte de las neuronas o a que se alteren sus conexiones con otras o a cambios en la estructura de redes neuronales.
Como hemos visto, quien padece dolor crónico se encuentra con un atolladero vital del que le será difícil salir, una maldición de carácter casi mítico como la de aquel Prometeo que tras robar el fuego de los dioses para entregárselo a los humanos, aquellos, siempre picajosos con sus cosas de divinidades, le condenan a ser encadenado a una roca donde todos los días será visitado por un águila que le comerá el hígado. Éste volverá a regenerarse para al día siguiente ser devorado de nuevo por la rapaz y así para siempre, a mayor gloria del dolor perpetuo.