Recurimos a los humoristas gráficos Manel Fontdevila, Ferrán y Ricardo, al portavoz de Equo Juan López de Uralde y, otra vez, a Iñaki Gabilondo, para reflexionar sobre el formidable despropósito que ha supuesto la sentencia del juez de La Coruña sobre el 'Caso Prestige', que no ha encontrado ningún culpable del desastre ecológico que supuso el hundimiento del tristemente célebre petrolero hace once años. La impunidad e impudicia de los responsables del peor desastre ecológico de la historia de España enfangan una vez más la patética Justicia española.
Las declaraciones sobre los "hilillos de plastilina con estiramiento vertical" las realizó Mariano Rajoy en rueda de prensa en la delegación del Gobierno de A Coruña siendo vicepresidente del Gobierno y responsable del asunto Prestige. Recuerdo muy bien la cara de estupor de los corresponsales extranjeros, que buscaban opiniones alternativas a la oficial sobre la evolución de la catástrofe. Se vivían en aquellos días unas condiciones de censura que, por ejemplo, impedían la utilización en RTVE de las palabras "marea negra". El impacto del hundimiento del Prestige se reducía, según fuentes oficiales aquellos días, a "manchas dispersas de fuel" que se acercaban a la costa.
La censura trataba de acallar la magnitud de la tragedia, pero la llegada de fuel a las costas desbordó la capacidad de manipulación. No pudieron seguir ocultando que se cernía sobre el litoral español una catástrofe ecológica sin parangón. La respuesta masiva de miles de ciudadanos arrancando con sus manos el fuel de las rocas fue el contraste de dignidad de una ciudadanía estupefacta e indignada, pero dispuesta a hacer lo posible para al menos mitigar el daño del vertido.
Han pasado ya once años, pero nadie en España ha olvidado el Prestige. Hay hechos que impactan mucho en la opinión pública, y sin duda aquel fue uno de ellos. Las cifras son contundentes: más de 2.000 kilómetros de costa afectados, 200.000 aves muertas, miles de toneladas de chapapote retirado. Una catástrofe ecológica en toda regla, como pocas hemos vivido.
Y once años después llega a término el juicio con una sentencia que ha sido un bofetón en la cara de cada una de las personas que mancharon sus manos de chapapote. Una sentencia que deja sin culpables la mayor catástrofe ecológica que hayamos sufrido. Nuevamente un delito ecológico brutal -como ocurriera anteriormente con el caso Boliden- queda sin castigo.
Ya al juicio se llegó sin que ninguno de los responsables políticos reales de aquella tragedia se sentaran en el banquillo. De los cuatro acusados, tres eran tripulantes del buque, y sólo un político: el director general de la marina mercante. Pero no sólo nos llama la atención la falta de políticos, sino también hay que preguntarse cómo es posible que ninguno de los responsables del fuel, del flete, de las compañías propietarias del buque... se sentaran en el banquillo. Pero es muy doloroso que quede impune la negligencia criminal de aquellos que mandaron el barco "al quinto pino".
Hoy es un día triste para muchas personas: el día en que la impunidad ganó la partida a la justicia, y en el que en España volvemos a ver con dolor que el delito ecológico, ni se persigue ni se castiga. Y a sus responsables políticos se les premia con cargos todavía mayores. El recuerdo del Prestige a partir de ahora llevará asociada la palabra impunidad.