La Crónica Verde - 29 noviembre 2013
La historia es real. Un artista se enamoró de un árbol y quiso inmortalizarlo en una pintura única. Era un olivo del Maestrazgo, en Castellón, al que le calculaban 1.300 años. Por ponerle una cifra, pues resulta imposible conocer su edad exacta. Todas las tardes el pintor acudía al olivar buscando esa luz única incidiendo en la corteza retorcida del coloso, que dibujaba con primor de escolar. Pero al llegar un día el gigante había desaparecido. ¿Se habría confundido de lugar? El agujero abierto en la tierra le confirmó su peor presentimiento. Lo habían vendido por un puñado de euros, para desolación del artista y de los muchos vecinos y forasteros que lo admiraban. Un triste cuadro sin terminar fue su último recuerdo.
En la Comunidad Valenciana todos estos árboles grandiosos están protegidos desde 2006. Pero no los que se llevaron antes en camiones a golpe de cheque, la mayoría muertos durante el transporte, abandonados en viveros, languideciendo en rotondas, campos de golf, urbanizaciones; la minoría en jardines donde se coleccionan como un lujo más, los últimos testigos vivos de la historia dando sombra a la piscina.
Gracias a sus añejos genes podremos mejorar la futura producción olivarera. Pero nunca lograremos que el viejo árbol vuelva a disfrutar de esas puestas de sol mediterráneas, auténticamente sublimes en estos días de finales de otoño. Ni que nosotros las disfrutemos a su sombra.
Foto superior: Ejemplar secuenciado en el proyecto del CSIC. ©Banco Santander/CSIC
Foto inferior: Olivo Domiciano, nacido en el Maestrazgo (Castellón) hace casi 2000 años y que fue subastado en Francia por 64.000 euros como “escultura viva del Imperio romano“. Las subastas de estos ejemplares únicos que deberían estar protegidos y ser atractivos turísticos de la comarca siguen dando fabulosos beneficios a los intermediarios de tan vergonzoso comercio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario