Durante los últimos días se está recordando el centenario de unos hechos infaustos que desencadenaron el primer genocidio sistemático moderno, el de los armenios a mano del Imperio Otomano, que comenzaría en 2015 durante el gobierno de los Jóvenes Turcos pero que no acabaría hasta el colapso del propio Imperio Otomano en 1922. Consistió en la deportación forzosa y asesinato por acción u omisión de un número indeterminado de grandes cantidades de civiles armenios, calculadas aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, además de la huida y el exilio de la gran mayoría de supervivientes.
Si bien a finales del siglo XIX ya habían comenzado las persecuciones y los asesinatos por parte del sultán Ahmed Hamid II (las 'masacres hamidianas') y en 1909 una serie de 'progromos anti-armenios' habían causado la 'Masacre de Adana', se ha dado en considerar la noche del 24 de abril de 1915 el comienzo del genocidio, consciente y deliberado, de los armenios, la mayoría de religión cristiana. En los alrededores de Estambul fueron detenidos unos 800 -y asesinados 235- intelectuales armenios, líderes de la comunidad armenia de Estambul, a los que el dictador de facto del Imperio Otomano, Ismail Enver, consideró responsables de la derrota que en la batalla de Sarikamis acaban de sufrir sus tropas ante la Rusia zarista. Posteriormente los militares otomanos expulsaron a los armenios de sus hogares y les obligaron a marchar cientos de kilómetros -por el desierto de lo que hoy es Siria- privados de alimentos y agua. Las masacres no respetaron la edad o el sexo de las víctimas, y las violaciones y otros tipos de abusos sexuales eran frecuentes.
El caudillo Enver contaba con el apoyo y la determinación del partido gobernante desde 1908, los Jóvenes Turcos, para sus planes homicidas. Tras esa noche de hace cien años, dará comienzo el exterminio consciente y sistemático del pueblo turco-armenio, prolongándose con extrema crueldad hasta más allá de 1917. Éxodo, hambre, ejecuciones masivas, expropiaciones, aniquilación de poblados, marchas forzadas en condiciones extremas (que generalmente llevaban a la muerte a muchos de los deportados) y el confinamiento de los supervivientes en campos de exterminio (como el de Day-az-Zawr en Siria) fueron algunas de las herramientas usadas contra la población de origen armenio. Otros grupos étnicos también fueron masacrados por el Imperio otomano durante este período, entre ellos los asirios y los griegos de Ponto.
Aunque la República de Turquía,
sucesora del Imperio Otomano, no niega que estas masacres de civiles armenios ocurrieran realmente, no admite que se tratase de un genocidio, arguyendo que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo dispuesto por el Estado otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial. A pesar de esta tesis, casi todos los estudiosos opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio. A todas luces fue un acto "perpetrado con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico o religioso", lo que Naciones Unidas entiende por genocidio en el artículo II de su Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio, proclamada en 1948. Y como tal desbarrancadero de la moral y la condición humanas se ha reconocido, aunque por ahora sólo por 22 países, España no entre ellos. Hoy, los armenios de la diáspora alrededor del mundo reivindican la memoria en el recuerdo de las víctimas y el reconocimiento internacional aquel holocausto, clave en el incierto destino de su país.