Hace ocho años daba sus primeros pasos este blog con la elección de Barack Obama, celebrando que lo mejor de Estados Unidos le hubiera elegido y participábamos de la ola de esperanza que recorrió el mundo tras la nefasta época Bush Jr. En ese momento de creación y alegría nada nos hubiera hecho sospechar que ocho años después estaríamos viviendo este inquietante momento, con un fulano como Donald Trump sucediendo a un Obama (cuyo mandato abordaremos en un futuro post) con altas cotas de popularidad, tras evitado a su país caer en la recesión, sacado de dos terribles guerras, otorgado cobertura sanitaria a millones de personas y creado casi 12 millones puestos de trabajo. Ya en una entrada de este verano habíamos tratado sobre Donald Trump y sus mentiras y hace unos días expresábamos nuestro temor a que a lo peor de la democracia y pueblo estadounidenses (y su arcaico sistema electoral) le diera por expeler esta rancia y descomunal flatulencia que ha recorrido -y estremecido- el mundo.
Abstención decisiva
Porque no nos esperábamos que realmente Trump pudiera ganar. Nadie se lo esperaba (probablemente tampoco él) y de ahí el desconcierto y el estupor que han seguido a su elección hayan sido monumentales. Comenzando por los republicanos que pensaron que saldría derrotado frente a alguno de los otros candidatos de las primarias republicanas. A pesar de que Clinton ganara en el voto popular, el obsoleto sistema electoral estadounidense ha vuelto a otorgar la presidencia a un republicano, como ya ocurriera en el 2000 en la muy irregular y tristemente histórica votación entre George W. Bush y Al Gore. Pero aceptando esa limitación del sistema, otra de las más importantes claves de la victoria de Trump ha llegado tanto por el inopinado apoyo que le brindó una tercera parte de los latinos que acudieron a votar como por la decisiva abstención del 45% del electorado, millones de personas desencantadas con la candidata demócrata (que tendrá que hacérselo mirar), con el mismo sistema político y social estadounidense o desanimados por los complejos sistemas de votación de cada estado o porque era día laboral, lo que siempre perjudica más a quien tiene peor calidad de empleo.
Probablemente muchas personas de los millones que no acudieron a votar no se tomaron en serio la amenaza, creyendo que las encuestas, ese mecanismo manipulador, escondían una victoria clara de Hillary basada en un supuesto apoyo masivo de mujeres, negros y latinos en la mayoría de los estados clave. Y luego otra vez los errores de tantos expertos, sondeos, encuestas y ataques de los media estadounidenses y extranjeros. Por equivocarse se han equivocado hasta quienes pensaban/pensábamos que la propia evolución cultural de EEUU le hacía un país más multicultural, urbano y socialmente progresista (como en los avances sobre el matrimonio homosexual, la legalización de la marihuana etc) y que eso le blindaba ante un candidato involucionista como Trump.
Lo que ha de reconocerse es que el millonario neoyorquino ha sabido luchar contra las críticas y la hostilidad que ha recibido y ha sabido utilizar esa cobertura mediática hostil a su favor, perseverando contra todo y contra todos, incluido él mismo y sus bocachanclismos. Ha sido favorecido por millones de descontentos por una globalización que deslocalizó la gran industria de EEUU hacia los países asiáticos, por los perjudicados por las políticas neoliberales de desregularización, privatización, austeridad y acuerdos corporativos, que han visto cómo su nivel de vida ha caído en picado, que han perdido sus trabajos y pensiones, que han perdido gran parte de la redes de protección social y ven un futuro para sus hijos incluso peor que su precario presente.
Había millones de personas que se sentían despreciados por los políticos de ambos partidos, millones de personas en busca de un líder, de alguien que les diera voz. De esta forma muchos han optado por la opción más populista, más cafre, más radical, por quien apelaba directamente a todo este sufrimiento. Pero por supuesto ha ganado también gracias al apoyo de esa parte de Estados Unidos, adoradora de Dios, el dinero y las armas que, digámoslo claramente, es pura basura.
Michael Moore en Trumpland
Parece que el único que supo anticipar la catástrofe es uno de quienes más han luchado por evitarla, el documentalista Michael Moore quien precisamente había lanzado su último (y muy divertido) documental 'Michael Moore in Trumpland' este mismo octubre. En él Moore se adentra en Ohio, uno de los estados más conservadores (cayó del lado de Trump) para intentar abrir los ojos a los que se estaban replanteando votarle. Durante uno de sus monólogos, habla de los peligros de una presidencia suya e intenta explicar a sus posibles votantes cómo las aspiraciones que tiene Donald Trump son completamente irreales y además pondrían en peligro el futuro de los Estados Unidos de América. Parece claro que no lo consiguió pero su documental es muy clarificador sobre la clase de gente que han aupado al neoyorquino a la presidencia y no todos son racistas y/o rednecks paletos:
Lo puto peor
Pero él si lo es. Racista y xenófobo, sexista, homófobo y misógino, euroescéptico, fanático negacionista del cambio climático, apoyado por el Ku Klux Klan y apologista del Manifest Destiny, el determinismo de una nación predestinada por designio divino a convertirse en el hegemón mundial y dictar la forma de relacionarse con el resto de naciones.
Trump es un hiper-subproducto de la peor cara de la América estadounidense, criado desde pequeño para mandar, para ser millonario y poderoso, para formar parte de ese 1% que succiona al resto y obtener todo lo que siempre ha querido por la fuerza del dinero, el poder y la intimidación.
Porque que nadie se equivoque con sus formas mesuradas en el discurso de victoria y su primer encuentro con Obama ya que en estos dos meses de transición, mientras la saliente Administración se va despidiendo y él va conformando la suya propia, él sabe que ha de comportarse institucionalmente para desconcertar a sus adversarios y parecer presidenciable, para no alarmar a los mercados y desinflar el ímpetu de las numerosas protestas contra su elección. Y ya le tocará ser él mismo a partir de enero. Probablemente sea más pragmático en ciertos temas que en campaña porque no nos olvidemos que lo que más es Trump es un capitalista integral y los negocios se llevan bien con los negocios, business (esa palabra tan yanqui) is business.
Abstención decisiva
Porque no nos esperábamos que realmente Trump pudiera ganar. Nadie se lo esperaba (probablemente tampoco él) y de ahí el desconcierto y el estupor que han seguido a su elección hayan sido monumentales. Comenzando por los republicanos que pensaron que saldría derrotado frente a alguno de los otros candidatos de las primarias republicanas. A pesar de que Clinton ganara en el voto popular, el obsoleto sistema electoral estadounidense ha vuelto a otorgar la presidencia a un republicano, como ya ocurriera en el 2000 en la muy irregular y tristemente histórica votación entre George W. Bush y Al Gore. Pero aceptando esa limitación del sistema, otra de las más importantes claves de la victoria de Trump ha llegado tanto por el inopinado apoyo que le brindó una tercera parte de los latinos que acudieron a votar como por la decisiva abstención del 45% del electorado, millones de personas desencantadas con la candidata demócrata (que tendrá que hacérselo mirar), con el mismo sistema político y social estadounidense o desanimados por los complejos sistemas de votación de cada estado o porque era día laboral, lo que siempre perjudica más a quien tiene peor calidad de empleo.
Probablemente muchas personas de los millones que no acudieron a votar no se tomaron en serio la amenaza, creyendo que las encuestas, ese mecanismo manipulador, escondían una victoria clara de Hillary basada en un supuesto apoyo masivo de mujeres, negros y latinos en la mayoría de los estados clave. Y luego otra vez los errores de tantos expertos, sondeos, encuestas y ataques de los media estadounidenses y extranjeros. Por equivocarse se han equivocado hasta quienes pensaban/pensábamos que la propia evolución cultural de EEUU le hacía un país más multicultural, urbano y socialmente progresista (como en los avances sobre el matrimonio homosexual, la legalización de la marihuana etc) y que eso le blindaba ante un candidato involucionista como Trump.
Lo que ha de reconocerse es que el millonario neoyorquino ha sabido luchar contra las críticas y la hostilidad que ha recibido y ha sabido utilizar esa cobertura mediática hostil a su favor, perseverando contra todo y contra todos, incluido él mismo y sus bocachanclismos. Ha sido favorecido por millones de descontentos por una globalización que deslocalizó la gran industria de EEUU hacia los países asiáticos, por los perjudicados por las políticas neoliberales de desregularización, privatización, austeridad y acuerdos corporativos, que han visto cómo su nivel de vida ha caído en picado, que han perdido sus trabajos y pensiones, que han perdido gran parte de la redes de protección social y ven un futuro para sus hijos incluso peor que su precario presente.
Había millones de personas que se sentían despreciados por los políticos de ambos partidos, millones de personas en busca de un líder, de alguien que les diera voz. De esta forma muchos han optado por la opción más populista, más cafre, más radical, por quien apelaba directamente a todo este sufrimiento. Pero por supuesto ha ganado también gracias al apoyo de esa parte de Estados Unidos, adoradora de Dios, el dinero y las armas que, digámoslo claramente, es pura basura.
Michael Moore en Trumpland
Parece que el único que supo anticipar la catástrofe es uno de quienes más han luchado por evitarla, el documentalista Michael Moore quien precisamente había lanzado su último (y muy divertido) documental 'Michael Moore in Trumpland' este mismo octubre. En él Moore se adentra en Ohio, uno de los estados más conservadores (cayó del lado de Trump) para intentar abrir los ojos a los que se estaban replanteando votarle. Durante uno de sus monólogos, habla de los peligros de una presidencia suya e intenta explicar a sus posibles votantes cómo las aspiraciones que tiene Donald Trump son completamente irreales y además pondrían en peligro el futuro de los Estados Unidos de América. Parece claro que no lo consiguió pero su documental es muy clarificador sobre la clase de gente que han aupado al neoyorquino a la presidencia y no todos son racistas y/o rednecks paletos:
Lo puto peor
Pero él si lo es. Racista y xenófobo, sexista, homófobo y misógino, euroescéptico, fanático negacionista del cambio climático, apoyado por el Ku Klux Klan y apologista del Manifest Destiny, el determinismo de una nación predestinada por designio divino a convertirse en el hegemón mundial y dictar la forma de relacionarse con el resto de naciones.
Trump es un hiper-subproducto de la peor cara de la América estadounidense, criado desde pequeño para mandar, para ser millonario y poderoso, para formar parte de ese 1% que succiona al resto y obtener todo lo que siempre ha querido por la fuerza del dinero, el poder y la intimidación.
Porque que nadie se equivoque con sus formas mesuradas en el discurso de victoria y su primer encuentro con Obama ya que en estos dos meses de transición, mientras la saliente Administración se va despidiendo y él va conformando la suya propia, él sabe que ha de comportarse institucionalmente para desconcertar a sus adversarios y parecer presidenciable, para no alarmar a los mercados y desinflar el ímpetu de las numerosas protestas contra su elección. Y ya le tocará ser él mismo a partir de enero. Probablemente sea más pragmático en ciertos temas que en campaña porque no nos olvidemos que lo que más es Trump es un capitalista integral y los negocios se llevan bien con los negocios, business (esa palabra tan yanqui) is business.
Su promesa de construir un muro en la frontera con México y de deportar a todos los indocumentados podría impactar en millones de familias pero es complicado que pueda realizarse toda vez que muchos de ellos son esenciales para la economía del gigante norteamericano. Su intención de renegociar los acuerdos comerciales, su retórica aislacionista y su nula experiencia de gobierno dibujan un paisaje muy incierto más allá de que pueda o quiera realizar todas las extravagancias que ha soltado en su campaña electoral. De hecho se da la gran paradoja de que es que la primera vez en que quienes intentan defender en público su próxima legislatura lo hacen argumentando que no cumplirá lo prometido en campaña. De primeras ya ha anunciado un plan de construcción de infraestructuras de 500.000 millones de dólares y la derogación de la reforma sanitaria que ha dado cobertura sanitaria a millones de personas y que tanto esfuerzo costó a la Administración Obama aprobar.
En las apuestas para su gabinete ya se barajan nombres como Rudolf Giuliani, Newt Grinwich, Chris Christie e incluso la falaz Sarah Palin, o sea para echarse a temblar. Ignacio Escolar apunta en este artículo a los ocho hombres que quiere para el Tribunal Supremo entre ellos a jueces anti-abortistas, pro-armas, anti-servicios sociales, anti-regulación y anti LGTB.
Su vicepresidente será Mike Pence, creacionista reconocido, que se autodefine como 'cristiano, conservador y republicano. Por ese orden'. Este es el nivel. Teniendo en cuenta que además el partido republicano va a tener el control de la Cámara de Representantes y el Senado, Trump va tener en su mano todos los resortes de poder de la primera potencia mundial y muchas ganas de dejar su tóxica impronta en la historia de su país y del mundo tal y como las conocemos. Va a poder comportarse como el PP en España en la primera legislatura Rajoy, aunque quizás se dé la circunstancia de que algunos congresistas o senadores republicanos no apoyen algunas de sus propuestas más absurdas y dañinas, a diferencia de cómo opera la derecha española, todos a una, sin disidencias y prietas las filas. De cualquier forma, miedito y mucho.
Trump como síntoma
En uno de los análisis más lúcidos y profundos sobre la victoria de Trump (y de otros como él en Europa) Iñaki Gabilondo -quien si no- apuntaba al voto de castigo de las masas perjudicadas por la globalización o idiotizadas por la ignorancia que se ven atraídas por discursos simples, demagógicos y populistas de salvapatrias como Trump, de quienes apoyaron el Brexit o quienes desde la extrema derecha acechan en países como Francia, Reino Unido, Hungría, Italia o Alemania llevando discursos muy parecidos:
De esta forma Trump podrá convertirse en un nuevo Reagan -a quien admira y a quien copió el slogan 'Make America great again'-, aquel que construyó junto a Thatcher la revolución conservadora de los ochenta que daría al capitalismo su forma más radical y depredadora, el neoliberalismo (que inspiraría en clave nacional a Aznar y Esperanza Aguirre) y el hiperconsumismo que lo ceba y que en aquellos años cebaría la terrible crisis que nos estallaría en 2008, hasta ahora.
Con su elección se frotan las manos ultraconservadores, evangélicos, constructores, las grandes corporaciones, banqueros y petroleros, la industria bélica, el Tea Party, desarrollistas descerebrados, fundamentalistas de la Escuela de Chicago, del dinero y la narrativa del triunfo, de los ganadores vs. perdedores, con su elección suben en Bolsa farmaceuticas y constructoras y bajan las empresas de energías renovables. Parece claro por dónde va ir la cosa. Pero además es de resaltar la lamentable pedagogía de su triunfo que está propagando que este es es el modelo a seguir; así el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ya ha dicho que los palestinos para él son como los mejicanos para Trump y ya habido tensiones sociales y niños de instituto insultando a compañeros hispanos con lo del puto muro.
En cuanto a cómo se ha tomado el mundo su elección la mayoría de los gobernantes europeos se han aberrado interiormente pero han tenido que tragarse el sapo de reconocer su victoria. Sin embargo más al Este lo que algunos ucranianos (como este cretino) y muchos rusos, como Putin, piensan es esto:
Con su elección se frotan las manos ultraconservadores, evangélicos, constructores, las grandes corporaciones, banqueros y petroleros, la industria bélica, el Tea Party, desarrollistas descerebrados, fundamentalistas de la Escuela de Chicago, del dinero y la narrativa del triunfo, de los ganadores vs. perdedores, con su elección suben en Bolsa farmaceuticas y constructoras y bajan las empresas de energías renovables. Parece claro por dónde va ir la cosa. Pero además es de resaltar la lamentable pedagogía de su triunfo que está propagando que este es es el modelo a seguir; así el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ya ha dicho que los palestinos para él son como los mejicanos para Trump y ya habido tensiones sociales y niños de instituto insultando a compañeros hispanos con lo del puto muro.
En cuanto a cómo se ha tomado el mundo su elección la mayoría de los gobernantes europeos se han aberrado interiormente pero han tenido que tragarse el sapo de reconocer su victoria. Sin embargo más al Este lo que algunos ucranianos (como este cretino) y muchos rusos, como Putin, piensan es esto:
Closing Time
En fin, esperamos que la sociedad estadounidense se organice para resistir esta legislatura mientras vamos asimilando la triste realidad que supone su llegada y nos preparamos para lo que venga después de enero miramos a lo que tenemos en casa y vemos que, en España, las cosas no son mucho mejores. Como decía en su Facebook el gran Nacho Padilla:
"Tampoco os pongáis así: Pondrá una valla como en Melilla, abrirá CIES, irá a manifestaciones en contra del matrimonio homosexual, hará una ley mordaza, permitirá campar a sus anchas a la corrupción, negará el cambio climático (tampoco creo que se vuelva loco y le ponga un impuesto al sol), hará política contra el aborto, quitará lo que se haya avanzado en sanidad pública, primará la educación privada, intentará igualar feminismo y machismo, a la mínima se envolverá en la bandera, todo el que le lleve la contraria será un potencial terrorista, gobernará contra las minorías y para el 1% ... nada que no hayamos visto aquí y mirad qué sol hace, joder."