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9 de junio de 2019

El Crackómetro (49) Nadal es eterno


Roland Garros. Nadal es eterno: ¡12 títulos en Roland Garros!

Rafael Nadal, triunfador ante Dominic Thiem por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1, en 3 horas y 1 minuto.

Texto: Juanma Trueba A La Contra 09/06/2019


Rafa Nadal se encuentra tan cerca que tendrá que alejarse para que seamos capaces de apreciar su dimensión como tenista y deportista, quizá también como símbolo de una época. Lo de Rey de la Tierra se ha quedado corto, aunque no sea mentira. Nadal es mucho más que eso. Tendemos al reduccionismo, tal vez porque nos faltan palabras, y es habitual que proclamemos a Nadal como un luchador incansable y olvidemos su genialidad y su talento desbocado. Y no hay leyendas que lo sean únicamente por voluntad propia. Es necesario, además, un don y una protección especial del destino para no enfermar durante doce primaveras, o para sobreponerse a todos los imprevistos que caben en doce años, incluyo rivales, lesiones y conflictos personales.


Su 12º triunfo en Roland Garros es un récord que no encuentra referentes en el deporte de máximo nivel. Muy atrás quedan ya las ocho victorias de Federer en Wimbledon o los siete títulos de Schumacher y Rossi, incluso los siete Tours fraudulentos de Lance Armstrong. El mérito es todavía mayor si pensamos que Nadal ha coincidido con los que son, junto a él, los mejores tenistas de la historia, Federer y Djokovic. Valga una prueba, minúscula, de su superioridad cumplida todos la treintena: los últimos diez Grand Slams han sido vencidos por Rafa (4), Federer (3) y Djokovic (3).



Hasta hace poco tiempo (o no tan poco), era costumbre que los más grandes campeones se alternaran a lo largo de la historia. En el tenis se han concentrado en quince años. Y en esas condiciones de máxima rivalidad Nadal ha ganado 12 veces Roland Garros, un total de 18 victorias en Grand Slam, solo dos menos Roger Federer. Quizá nos hayamos apresurado al designar al suizo como el mejor de todos los tiempos. Los tiempos son maravillosamente cambiantes y turbulentos.

Nadal venció a Dominic Thiem, el único jugador con condiciones específicas para sucederle algún día como dominador de la tierra batida, con un marcador de 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1, en tres horas de partido. El marcador está lleno de significados. La primera lectura es que Thiem no se rindió y cualquier otro lo habría hecho después del primer set. Su reacción en el segundo fue una demostración de carácter y de excelencia tenística. También de su extraordinaria condición física, de esa frescura que solo se tiene a los 25 años. 

La segunda lectura tiene relación con Nadal: nunca se sintió en problemas, ahora lo podemos decir. Por eso no se vio ni mínimamente afectado con el set de Thiem, seguramente porque lo tenía todo previsto. De modo que sin alterar el gesto se lanzó al cuello de su rival al inicio del tercer set. Thiem disfrutaba de esa felicidad que atonta un poco (o bastante) después de los placeres máximos y cuando quiso reaccionar ya estaba con desventaja de 3-0, 6-1 poco después.

Para entonces, Thiem ya había comenzado a flaquear, a fallar lo que no fallaba y nadie albergó la menor duda de que ya estaba muerto, también él lo sabía. El resto fue desangrarse y conceder tiempo a los cronistas, los aficionados, los admiradores y los ventajistas. Estaba claro que Nadal iba a ganar y ganó. Después de doce años victoriososlo único que se le puede reprochar es que no sea capaz de recitar los versos de Cyrano en perfecto francés, tarea para la que necesitará algún triunfo más, nada parece imposible esta tarde.