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7 de noviembre de 2008

Elogio del CO2

Uno de los colaboradores de nuestra sección de Literatura y gran "connoiseur" de libros, psicotropías y demás cosas de mucha risa, David Alhambra, la inaugura con un interesante extracto de "Cielo e Infierno", de Aldous Huxley.

Así, David nos cuenta:

La droga más elemental es quedarse sin aire (un hombre que asfixia a su pareja con una bolsa de plástico, niños que dan vueltas en el parque hasta marearse, mantras y sutras, etc; para saber de la asfixia celular, desde la muerte dulce hasta los camiones genocidas de la muerte, consulten la wikipedia).

Huxley nos lo explica más abajo.

"Merece mencionarse el anhídrido carbónico (...) Una mezcla -completamente no tóxica- de siete partes de oxígeno y tres de anhídrido carbónico produce en quienes la inhalan ciertos cambios físicos y psicológicos que han sido descritos minuciosamente por Meduna. Entre estos cambios, el más importante, en relación con lo que nos ocupa, es un notable acrecentamiento en nuestra capacidad para "ver cosas" cuando los ojos están cerrados. En algunos casos, sólo se ven remolinos de dibujos en colores. En otros, puede haber vivas evocaciones de experiencias pasadas (por eso tiene valor el CO2 como agente terapéutico). En otros casos, el anhídrido carbónico transporta al individuo al otro mundo, a las antípodas de la conciencia cotidiana. Entonces, se disfruta muy brevemente dde experiencias visionarias sin relación alguna con la propia historia personal o con los problemas de la raza humana en general.

A la luz de esos hechos, resulta fácil comprender la razón de los ejercicios de respiración yoga. Practicados sistemáticamente, esos ejercicios llevan, al cabo de un tiempo, a prolongadas suspensiones de la respiración. A su vez, estas largas suspensiones de la respiración llevan a una alta concentración de anhídrido carbónico en los pulmones y en la sangre y en este aumento en la concentración de CO2 disminuye la eficiencia del cerebro como válvula reductora y permite la entrada a la conciencia de experiencias, visionarias o místicas, del "más allá".

Gritar o cantar prolongada y continuamente puede producir resultados análogos, aunque menos marcados. A menos que estén ya muy bien adiestrados, los cantores tienden a expeler más aire del que inhalan. Consiguientemente, aumenta la concentración de anhídrido carbónico en el aire alveolar y en la sangre y, al disminuir así la eficiencia de la válvula reductora cerebral, se hace posible la experiencia visionaria. Tal es la razón de las interminables "vanas repeticiones" de la magia y la religión.

En el canto del curandero, del exorcista, del hechicero, en la interminable entonación de salmos o sutras por los monjes cristianos y budistas, en los gritos y alaridos, horas tras horas, de los protestantes revalistas, en todas las diversidades de creencias teológicas y convenciones estéticas, la intención psico-química-fisiológica permanece constante. Aumentar la concentración de CO2 en los pulmones y en la sangre y disminuir así la eficiencia de la válvula reductora del cerebro, hasta que de paso a material biológicamente inútil de la inteligencia libre, ha sido, en todos los tiempos, aunque los cantadores y farfulladores no lo supieron, el propósito real, la meta, de los hechizos, encantamientos, letanías, salmos y sutras.

"El corazón tiene sus razones", dice Pascal. Todavía más convincentes y difíciles de desentrañar son las razones de los pulmones, de la sangre y las enzimas, de las neuronas y las sinapsis. El camino a lo superconsciente pasa por lo subconsciente y el camino a lo subconsciente -por lo menos uno de los caminos- pasa por la química de las células individuales."

Aldous Huxley, "Cielo e Infierno"

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