El blog de Crónicas desde Asia de El Mundo nos trae esta historia sobre los más miserables de entre los miserables. Siempre me ha hecho gracia la gente que viaja a India y vuelve comentando "tío ese viaje te cambia la vida", "les ves cómo siendo tan pobres siguen sonriendo y algo te cambia dentro", "hay que ver qué entereza la de esa gente", "tienen tanto que enseñarnos" y demás antologías del cliché. Ah, que en Madrid no hay gente que vive en la más absoluta miseria...
En fin, si vas a la India te das cuenta que muchos son pobres como ratas y otros no tanto, que la suya, como la nuestra y como todas, es una sociedad con muchos cadáveres en el armario, verbigracia algunos absurdos tabús religiosos o la división en castas, aberraciones contemporáneas que parecen escapar al certero análisis de algunos profesionales del perroflautismo y el relativismo cultural, pues eso, que algunos prosperan y contribuyen al tremendo crecimiento del PIB de su país y otros se quedan en los márgenes no ya de esa prosperidad sino incluso de la miseria que ésta genera, como la casta de los intocables , que se han de encargar de los trabajos más denigrantes como el que ocupa esta crónica, que unos son buenos y solidarios y otros chungos y otros no tanto. Así organizaciones como Sulabh, o la Fundación Vicente Ferrer se encargan de apoyar certeramente a acabar con estos desbarrancamientos de las sociedades humanas.
Caca, pis, dignidad
M. A. GAYO MACÍAS desde Nueva Delhi (India)
20 de Octubre de 2008.- En la India hay más de un millón de letrinas sin sanear. O sea, pozos sépticos que han de ser limpiados a mano. Tradicionalmente, los encargados de esta tarea considerada como denigrante han sido las personas de las castas más bajas, apestados sociales de los que Gandhi llamó 'Harijans' o 'niños de Dios'. El oficio, o más bien la obligación, pasa de padres a hijos y son miles las familias que viven de limpiar los desechos de otros, con sus propias manos desnudas (en malas condiciones) y encima siendo despreciados por ello.
El señor Pathak, creador de Sulabh, renunció a su fortuna, a su prestigio social y hasta a su matrimonio para fundar Sulabh. Gracias a esta empresa cuyo nombre significa 'Accesible', 35.000 personas han pasado de llevar una existencia indigna a ser ciudadanos normales. Algunos de ellos han ido más allá, como las chicas que antes trabajaban limpiando excrementos y que hace pocos meses fueron invitadas a contar su historia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York; las mismas que luego desfilaron en una pasarela, vistiendo sus propios diseños, en un festival de moda organizado por la ONU. Después de aquello, aseguraron que jamás se volverán a sentir indignas.
Era pis y ahora es agua limpia.
Además de haber cambiado la vida de tanta gente, Sulabh se mantiene totalmente independiente de subvenciones y favores políticos gracias a los ingresos de sus 10 millones de cuartos de baño públicos. Sulabh coordina una red mundial de organizaciones similares en Vietnam, Afganistán, varios países de Iberoamérica y África... En sus instalaciones se reciclan los residuos humanos y se transforman en biogás, fertilizantes e incluso agua apta para el riego. Todo se hace con máquinas tan sencillas que no necesitan técnicos especializados ni tecnología compleja para ser construidas o para su mantenimiento. Usar estos aseos cuesta en la India una rupia (1,5 céntimos), un dinero que se emplea en construir más centros Sulabh. En hacer que haya menos desahuciados sociales.
Esta fundación ha construido escuelas de oficios donde los antiguos limpiadores trabajan y donde sus hijos aprenden profesiones muy diferentes a la que parecían abocados. Ahora saben que, en vez de dedicarse a limpiar excrementos, el día de mañana serán secretarias que saben ofimática e inglés, electricistas que arreglan televisiones de plasma, peluqueras, carpinteros... Los que lo desean incluso aprenden sánscrito, la lengua de los brahmanes (la casta más alta), lo cual les da un prestigio social y confianza en sí mismos que nunca habían soñado.
Como curiosidad, en las instalaciones de Sulabh de las afueras de Delhi está el único museo de cuartos de baño del mundo. En este peculiar recorrido por la historia de la higiene –o su ausencia- se pueden ver desde letrinas portátiles de madera hasta sanitarios japoneses con temperatura regulable, pasando por jarrones de porcelana que adornaban las esquinas de palacios franceses del siglo XVIII y a los que se acercaban los elegantes para dejar de serlo un instante.
Era caca, es fertilizante. (Fotos: M.A. Gayo)
En Alwar, a 170 kilómetros de las oficinas de Sulabh, se puede ver el 'antes' de este 'después'. Allí quedan aún cientos de limpiadores que cada día deben vaciar con sus manos letrinas para sobrevivir y deben acarrear no sólo la porquería sino también el desprecio de todos.
Legalmente está prohibido ejercer este oficio y el Gobierno indio dice ignorar la existencia de limpiadores. ¿Cómo va a ejercer nadie un oficio que se supone abolido? La paradoja es que son muchos los ayuntamientos que contratan, por 35 céntimos la fosa, a estos limpiadores. Las mujeres que cada día cargan los cestos sobre su cabeza se tapan la cara y a veces colocan piedras sobre la fétida carga para simular que transportan otra cosa. El fundador de Sulabh es reverenciado como un santo en vida por la gente a la que ha ayudado. Pero héroes como él no deberían existir, dice, porque eso significaría que no son necesarios.
Cada día, mil doscientos millones de personas deben hacer sus necesidades sin tener acceso a sanitarios o agua corriente. Cada año, mil quinientos millones de niños mueren por enfermedades derivadas de ese problema.
2008 Ha sido declarado por la ONU año mundial de la salubridad.