Americanos que tienden puentes entre continentes, como mi cuñado y mis lindos sobrinos, hay simpáticos y atolondrados yanquis que buscan a Hemingway en el calimocho de san Fermín y son eternos candidatos a un puntazo en la femoral de un morlaco zaino y bragado en la curva de Estafeta, están esos inmigrantes que llegaron desde todo el mundo a Ellis Island y configuraron el país y ellos o sus descendientes dibujaron con nostalgia algunas de las mejores páginas de la historia cultural americana en la Europa de donde procedían, como Coppola quebrando a Michael Corleone en un aullido mudo en las escalinatas de la ópera de Palermo con el cadáver de su hija en brazos, o el inolvidable gepeto burlón, majestuoso del genialoide Orson Welles surgiendo como un espectro de entre las sombras de Viena,
o mi buen amigo Inacito ejemplarizando la fuga de cerebros españoles a los USA pero integradísimo con sus dos preciosas nenas allá por California, la parte americana de Jonattan Little y de su malvado hermano siamés Max Aue y las cuitas emocionales y criminales de Tony Soprano y la nueva tragicomedia humana en las calles de Baltimore con The Wire, el Oeste más hiperrealista visto en Deadwood, o ese surrealista personaje que se llama Earl y los magníficos westerns crepusculares de Sam Peckinpah y John Ford dibujando desiertos emocionales en desiertos físicos y los Simpsons y la genialidad absoluta que Family Guy y un médico judío llegando a un pueblecito de Alaska llamado Cicely que le volteará la vida y el Coyote y el Correcaminos y la mítica Acme, y el cuervo de Poe y una obsesión con forma de ballena blanca y un escribiente que simplemente, preferiría no hacerlo,
o la voz de un genio provocando histerias que llegan del espacio exterior e inspirando años después a otro talentoso compatriota a escribir unas estremecedoras crónicas marcianas, y hubo pilotos americanos dejándose masacrar por los zeros en Midway para impedir que los milicos japoneses pisotearan Australia y sanos chavalotes de Nebraska, criados entre maizales y desembarcados con espanto en el matadero de Omaha y dos meses después anticipando en veinte años los subidones de anfetas al pasar por debajo del Arco del Triunfo de una París entregada a sus liberadores, y una espectral Kim Novak volviendo de ente los muertos y una felina Lauren Bacall chasqueando en pantalla,
"No tienes que representar ningún papel conmigo, Steve. No tienes que decir nada ni hacer nada. Sólo silba. ¿Sabes silbar, no? Juntas los labios y soplas"
a quien desde ese momento y para siempre sería el gran amor de su vida real, y los dos hermanos White haciendo un disco cojonudo, y los Devics, Paul Auster, el Chelsea Hotel, Woody Allen y Manhattan, el puente de Brooklyn, Woodstock y sus hippies revolcándose en el barro, Philip Roth, el maestro Bob Dylan, la música americana, y Scorsese y Woody Allen y Truman Capote y Sam Shepard y DeLillo y Cheever y Lorrie Moore y Carver escribiendo los mejores relatos del mundo y Martin Luther King y su sueño hecho realidad 40 años después de morir y Susan Sontag ante el dolor de los demás y un androide articulando el más hermoso de los epitafios todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, es hora de morir y claro, Paul Newman, grande entre grandes, comiéndose cincuenta huevos cocidos o metiéndose bien dentro del personaje del Juez Roy Bean en una de las menos conocidas películas de John Huston y que, sin embargo, da nombre e inspiración a este blog. Y tantas otras personas y tantos otros momentos magníficos que allí nacieron.
No sé de donde me venido este ramalazo filo-yanqui pero es que estoy exultante con el cambio que un tipo así puede hacer en puesto como el suyo. Tras el peor presidente de la historia de Estados Unidos se podría pensar que Barack Obama lo va a tener fácil, pero las expectativas de que lidere un cambio a gran escala son altas y con ellas también las exigencias. Aunque ya sabemos que si miramos con ojos europeos en algunos aspectos no podría ser calificado siquiera de socialdemócrata, el avance con lo conocido hasta ahora puede ser importante.
Vamos a ser muchos los que le estaremos mirando, para ver si está a la altura de lo que su país ha sido muchas veces (aunque otras tantas no). Otro día, si hay ocasión, entraremos en las miserias morales de los Estados Unidos de América, que las habido y las hay, y muchas, pero eso es otra historia y hoy el Juez Roy Bean y el mundo entero no sólo están de estreno sino también de celebración.