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1 de junio de 2014

Globalización, capitalismo y otros resortes de poder (37) En Portada y la primavera rusa en Crimea

Viajamos con En Portada a la península de Crimea, recientemente desgajada de Ucrania y anexionada por la Federación Rusa, para conocer de cerca cómo se desarrolla la transición de este territorio entre un país al otro, cómo el nuevo imperalismo ruso, su uso encubierto de la fuerza en Crimea (como en otras partes del este de Ucrania) ha engullido de facto una parte de un país soberano. Parece que Putin se conformará con tomar explícitamente Crimea y, por ahora, sabiendo que todo el mundo está mirando los movimientos de sus tropas regulares, en las otras zonas del este ucraniano en disputa confiará en la resistencia de los rebeldes prorrusos, el batallón Vostok y otros combatientes encubiertos que se van filtrando por la frontera para resistir los ataques del ejército ucraniano y así ganar posición y poder en, esperamos, próximas negociaciones de paz. 


En Portada. "Crimea: la primavera rusa"

En Portada viaja a la nueva Crimea para retratar su paso de Ucrania a Rusia
Un equipo del programa recorre la península dando voz a todas las partes
La autora del reportaje comparte con nosotros la 'trastienda' del rodaje

Pilar Requena @RequenaPilar 26.05.2014

Cuando nos planteamos este reportaje, surgió la duda de si tendríamos que solicitar visado a Rusia, porque la anexión acababa casi de producirse. Hicimos la consulta pertinente a su consulado en Madrid unos días después y la respuesta fue tajante: sí, es territorio ruso. Así que nos fuimos provistos de nuestros visados rusos de prensa. Tuvimos que volar haciendo escala en Moscú. La ilegalidad de la nueva situación de Crimea, además de las sanciones de EE.UU. y de la UE, ha llevado a muchas compañías aéreas a suspender sus operaciones en la península. Nadie nos avisó de que, como parte del territorio ruso, el de Simferópol era ya solo un aeropuerto nacional y habría que haber pasado la aduana en Moscú. Por eso, cuando llegamos de madrugada a la capital crimea, ante nuestra pregunta de dónde hacíamos los trámites del equipo técnico, la respuesta fue un movimiento de negación con la cabeza del policía y un “niet”. Y así nos quedamos, compuestos y sin novio, es decir, sin aduana.

Rodando en un territorio en plena transición

Ningún proceso de transición es fácil, tampoco el de la Crimea ucraniana a la rusa. Hay que desmontar todo un sistema y sustituirlo por otro y eso lleva tiempo. De ahí que fuésemos encontrando algunas dificultades a la hora de los rodajes. Solo se nos negaron entrevistas y un rodaje específico con la Flota del Mar Negro y en la frontera. Para eso había que pedir a Moscú un permiso que podría tardar meses o no llegar nunca. Por lo demás, casi todo lo que nos habíamos planteado lo pudimos hacer. Pero hubo algunas cosas algo surrealistas. En el Museo Histórico-Militar de la Flota del Mar Negro para poder rodar como equipo de televisión necesitábamos permiso de Moscú -y ya sabíamos que nunca llegaría a tiempo- pero pudimos hacerlo como turistas con una cámara más ligera y de una calidad un poco inferior. Al final, en el museo se quedaron con la copla de que era para un video sobre la flota para mi familia y amigos. Vaya por delante que la situación era bastante más tranquila de lo que esperaba y que había menos presencia de las fuerzas de seguridad y armadas de las que imaginaba. Eso sí, notábamos a veces la presencia de un par o tres hombres observándonos; muy probablemente miembros de los servicios secretos.

Las autoridades crimeas nos dijeron que necesitaríamos también un permiso de rodaje por escrito. Cuando nos presentamos a recogerlo, nos encontramos con que no era posible porque Moscú no había enviado todavía a Crimea ese tipo de formulario. Pero la solución que encontraron fue sencilla: si había algún problema con la policía o los militares, nuestro traductor llamaba al móvil de la portavoz del gobierno y ésta daba su autorización por teléfono.

Dando voz a todas las partes

Viví de una forma muy especial nuestros rodajes en Sebastopol y Yalta. Desde que estudié historia de Europa -y de eso hace ya unos, muchos, años- han sido dos lugares que para mí tenían un significado muy especial, sobre todo el Palacio de Livadia, donde se firmó el tratado que selló la división de Europa y sentó las bases de la Guerra Fría.Por lo demás, salvo un par de personas que nos lanzaron algún improperio por ser europeos, todos, rusos, ucranianos y tártaros, fueron amables. Lo único en lo que todos insistían era en que contásemos su verdad. Hemos tratado en todo momento de reflejar lo más fielmente posible lo que vivimos y vimos y hemos dado voz a todas las partes, además de analizar la historia de Crimea y el contexto en que se han producido los últimos acontecimientos.

Un reportaje con Historia y presente

Siempre resulta difícil resumir lo que el espectador puede encontrar en un reportaje tan de actualidad como éste: hay historia y presente, rusos encantados de volver a la madre patria y ucranianos que tienen las maletas preparadas para irse y otros que han decidido quedarse y esperar a ver qué ocurre, y tártaros -la población autóctona- divididos entre aquellos dispuestos a acoplarse a la nueva realidad y los que reivindican un estatus especial para este pueblo, un estatus que, de momento, Rusia parece reacia a conceder. Ya hay denuncias de violaciones de derechos de las minorías y casos preocupantes de xenofobia. La convivencia interétnica en este territorio ha sido tradicionalmente buena, nos comentaba el profesor Oleg Smirnov. No parece fácil que siga así. Todo dependerá de la actitud de las diferentes comunidades, pero sobre todo de la de sus nuevos dueños rusos.



Así se hizo Crimea: la primavera rusa