Hace diez años moría de sobredosis Enrique Urquijo en una calle perpendicular a la que años después sería mi calle. Publicamos una semblanza de Diego Manrique de aquellas fechas sobre él y una de sus hermosas canciones para nuestro más sentido homenaje a ese cantante de melancolías con la desgracia dibujada en la mirada.
El cantor de las derrotas
De Los Secretos se dijo que era un grupo misógino, un conjunto llorón que hacía pop baboso. Como siempre, se confundía la apariencia exterior y la envoltura formal con la realidad de un repertorio de hiel, rebosante de relaciones frustradas, angustias nocturnas, almas a la deriva.
Prácticamente todo el repertorio que firmaba Enrique Urquijo -y buena parte del escrito con su hermano Alvaro- retrataba a un romántico con más capacidad para hundirse en la desolación emocional que dispuesto a comprender, a pactar, a luchar. Nada explica mejor su temperamento que aquella canción que escuchó a Joaquín Sabina empezar a componer, contando un flechazo de músico en gira con camarera de pueblo marinero y que luego se bifurcó en dos piezas diferentes. La de Sabina se tituló Y nos dieron las diez, tenía desenlace erótico ("y desnudos al anochecer nos encontró la luna") y una coda heroica: el cantante volvía al pueblo y era detenido tras atacar a pedradas el banco que había reemplazado al bar de la chica.
El bellísimo tema de Enrique se tituló Ojos de gata, era más breve y narraba una derrota: su fantasía de seducción terminaba con una borrachera, recriminaciones femeninas ("comentó por ahí que yo era un chaval ordinario") y una explicación desgarradora que repetía para cerrar la canción, aquello de "¿cómo explicar que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario?".