Para nuestra segunda entrada sobre el individuo y su libertad de conciencia y decisión, les ofrecemos la imprescindible serie documental El siglo del individualismo (Century of Self) producida por la BBC en el año 2002, en la que el prestigioso documentalista británico Adam Curtis muestra la influencia de la psicología de masas y la propaganda en la creación de la sociedad de consumo estadounidense (y por extensión al resto de las sociedades "occidentales").
El siglo XX fue decisivo en la conquista de la prosperidad y las libertades individual y colectiva por parte de los hombres y mujeres de las sociedades occidentales y en teoría es en este contexto de (relativas) prosperidad y democracia donde el individuo mejor puede desarrollarse y expresarse como tal. Sin embargo, tal y como nos narra esta lúcida serie documental, las grandes corporaciones y la clase política utilizaron el desarrollo de la publicidad, la propaganda y las relaciones públicas para leer e interpretar las mareas cambiantes de la sociedad, ejercer el poder sobre las masas y manipularlas como consumidores y votantes.
Esta historia social secreta del siglo XX transcurre en los Estados Unidos pero la forja de la sociedad norteamericana en torno al capitalismo ha ido exportándose al resto de sociedades occidentales. En Europa se supone que teníamos el estado del bienestar que atemperaba los rigores ultraliberales de la sociedad estadounidense, pero de eso cada vez va quedando menos. Comenzamos.
1. Máquinas de felicidad
Todo comienza en los años 20, en Estados Unidos cuando Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, supo aplicar para las grandes corporaciones las teorías psicoanalíticas de su tío respecto a la parte irracional del comportamiento humano dirigido por los impulsos inconscientes, sexuales y agresivos de nuestra mente.
Este avispado individuo logró cambiar la Historia de su país con su torticera interpretación de la psicología de masas y la propaganda, manipulando y canalizando esos deseos inconscientes que Freud había identificado.
Fue el primero que a través de la publicidad y las relaciones públicas supo hacer el que el consumidor se vinculara emocionalmente con el producto, para que no solo comprara llevado por necesidad sino también para satisfacer esos deseos ocultos sublimando el mero acto de consumo.
Esta historia social secreta del siglo XX transcurre en los Estados Unidos pero la forja de la sociedad norteamericana en torno al capitalismo ha ido exportándose al resto de sociedades occidentales. En Europa se supone que teníamos el estado del bienestar que atemperaba los rigores ultraliberales de la sociedad estadounidense, pero de eso cada vez va quedando menos. Comenzamos.
1. Máquinas de felicidad
Todo comienza en los años 20, en Estados Unidos cuando Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, supo aplicar para las grandes corporaciones las teorías psicoanalíticas de su tío respecto a la parte irracional del comportamiento humano dirigido por los impulsos inconscientes, sexuales y agresivos de nuestra mente.
Este avispado individuo logró cambiar la Historia de su país con su torticera interpretación de la psicología de masas y la propaganda, manipulando y canalizando esos deseos inconscientes que Freud había identificado.
Fue el primero que a través de la publicidad y las relaciones públicas supo hacer el que el consumidor se vinculara emocionalmente con el producto, para que no solo comprara llevado por necesidad sino también para satisfacer esos deseos ocultos sublimando el mero acto de consumo.
Su golpe más notorio fue romper los tabúes de la mujer y el tabaco, inventando el mito de que los cigarrillos son un símbolo de independencia y libertad, generalizando su consumo masivo. Pero Bernays estaba convencido de que se trataba de algo más que una forma de venta de bienes de consumo para convertirse en una nueva forma de política, de control de masas. En el intento de satisfacer los deseos irracionales que su tío había identificado, la gente podría ser feliz y, por tanto, dócil. Fue el comienzo del consumismo que ha llegado a dominar el mundo de hoy.
2. La ingenieria del consentimiento
Sigmund Freud murió en 1939 pero su hija Anna continuó su labor como transmisora de las teorías y prácticas psicoanalistas para conocer y controlar el subconsciente. Tras la segunda guerra mundial, los gobiernos vencedores comenzaron a utilizar las ideas de Freud sobre el inconsciente para manipular y controlar a las masas. Los políticos y planificadores sociales creyeron la premisa subyacente de Freud de que todos los seres humanos son muchas veces dominados por peligrosos e irracionales deseos y temores. Estaban convencidos de que era el desencadenamiento de esos instintos lo que condujo a la barbarie de la Alemania nazi.
Durante la década de los cincuenta el gobierno de los EE.UU., la CIA y las grandes corporaciones utilizaron estas ideas para desarrollar técnicas de gestión y control de las mentes del pueblo estadounidense. Pensaban que era la única forma de crear una democracia que funcionara, con una sociedad estable poblada de consumidores eternamente necesitados de bienes de consumo, pero también de una sociedad temerosa ante los enemigos, reales o inventados, de la Guerra Fría.
Sigmund Freud murió en 1939 pero su hija Anna continuó su labor como transmisora de las teorías y prácticas psicoanalistas para conocer y controlar el subconsciente. Tras la segunda guerra mundial, los gobiernos vencedores comenzaron a utilizar las ideas de Freud sobre el inconsciente para manipular y controlar a las masas. Los políticos y planificadores sociales creyeron la premisa subyacente de Freud de que todos los seres humanos son muchas veces dominados por peligrosos e irracionales deseos y temores. Estaban convencidos de que era el desencadenamiento de esos instintos lo que condujo a la barbarie de la Alemania nazi.
Durante la década de los cincuenta el gobierno de los EE.UU., la CIA y las grandes corporaciones utilizaron estas ideas para desarrollar técnicas de gestión y control de las mentes del pueblo estadounidense. Pensaban que era la única forma de crear una democracia que funcionara, con una sociedad estable poblada de consumidores eternamente necesitados de bienes de consumo, pero también de una sociedad temerosa ante los enemigos, reales o inventados, de la Guerra Fría.
3. Hay un policía en nuestras cabezas que debe ser destruido
En la década de 1960, un grupo radical de psicoterapeutas pone en tela de juicio las ideas freudianas en los Estados Unidos. Se inspiraron en las ideas de Wilhelm Reich, un alumno de Freud, convertido en el máximo adversario de éste y de su hija Anna. Reich pensaba que el ser interior no debe ser reprimido y controlado, sino que, al contrario, debe ser alentado a expresarse. Ello devino un nuevo movimiento social que trataba de crear nuevos seres libres de la conformidad psicológica que se había implantado en los negocios y la política.
Sin embargo las empresas y los políticos estadounidenses aprendieron pronto a transformar este movimiento de amenaza en su mayor oportunidad, alentando a las personas que se sentían "individuos únicos" para venderles maneras y productos para expresar esa individualidad. De esta forma, si bien quienes durante los sesenta y setenta habían participado de los experimentos sociales que habían ayudado a millones de personas a desarrollar y expresar su individualidad se asociaron con movimientos de izquierda como pacifistas, beatnik, hippies y demás contraculturas, fueron paradójicamente dos políticos conservadores, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, quienes a principios de los ochenta lograron capitalizar su voto para alcanzar el poder y mantenerlo durante toda la década. Ellos hicieron de la economía de libre mercado la base de sus políticas, lo que dejaría una profunda huella en sus sociedades. Serían las empresas, no el Estado, quienes satisficieran los deseos del nuevo individuo.
4. Ocho personas bebiendo vino en Kettering
De esta forma, en la conservadora década de los ochenta, Ronald Reagan y Margaret Thatcher lograron pervertir ese individualismo recién nacido, minimizando el papel del estado y dejando que el egoísmo y la codicia del individuo se expresara mediante políticas ultraliberales sin barreras ni regulaciones que impidieran las desigualdades sociales. El nuevo individuo tenía como prioridad la satisfacción de sus propios deseos y sentimientos, rechazando empatizar con quienes no eran tan afortunados como él.
Este episodio explica cómo dos políticos de izquierdas en la década de los noventa como Bill Clinton y Tony Blair recobraron el poder recurriendo a las técnicas desarrolladas por empresas, como los "grupos de opinión" y los "estilos de vida", para leer las nuevas corrientes de sus sociedades y conectar con el nuevo individuo, que conformaba la nueva clase media y que sólo quería pagar impuestos por algo que le beneficiara, no por el bienestar de los que se iban quedando en los margenes de esa nueva sociedad.
Ellos aprendieron a amoldar sus políticas a los deseos y sentimientos de los votantes, al igual que el capitalismo había aprendido a hacerlo con los productos. Los políticos creían que estaban creando una nueva y mejor forma de democracia que respondiese a la libertad interna de cada individuo, olvidando que el objetivo de quienes crearon estas técnicas no fue liberar a las personas, sino desarrollar una nueva forma de controlarlos.