Todos conocemos la historia. Un anciano llamado Geppetto fabrica una marioneta de madera a la que llama Pinocho, con la esperanza de que se convierta en un niño de verdad. Un hada hace realidad su deseo y da vida a Pinocho, pero éste conserva su cuerpo de madera. Pepito Grillo, la conciencia de Pinocho, tendrá que aconsejarlo para que se aleje de las situaciones difíciles o peligrosas hasta conseguir que el muñeco se convierta en un niño de carne y hueso. Walt Disney adaptó libremente en 1940 la novela de Carlo Collodi "Las aventuras de Pinocho" y la convirtió en un clásico de la animación, una fábula atemporal con escenas magníficas que sigue conmoviendo por su tratamiento de temas universales.
A pesar de que, como la mayoría de las cintas de esta productora, el mensaje era moralista y aleccionador, acercando a los niños a temas humanísticos como el amor paterno-filial, la voz de la conciencia contrapuesta a las malas compañías, las tentaciones en el paso de la infancia a la madurez y la importancia de la verdad y la responsabilidad en el proceso, parece que en su época generó cierta polémica la aparición en una película de este tipo de elementos poco recomendables en una sociedad tan conservadora como la norteamericana de la década de los 40, tales como el tabaquismo, el vandalismo, la droga, la infidelidad e incluso la atracción sexual bizarra.
Considerada la obra maestra de Walt Disney en vida por su sofisticada animación y por el uso de nuevas técnicas inventadas por su equipo, con espectaculares movimientos de cámara que resultaron carísimos por su dificultad a la hora de rodar y que jamás volvieron a repetirse en ninguna película de animación hasta la era de los ordenadores, Pinocho sigue siendo un regalo para la vista y el oído y un emocionado reencuentro con el niño que fuimos y siempre seremos.
A pesar de que, como la mayoría de las cintas de esta productora, el mensaje era moralista y aleccionador, acercando a los niños a temas humanísticos como el amor paterno-filial, la voz de la conciencia contrapuesta a las malas compañías, las tentaciones en el paso de la infancia a la madurez y la importancia de la verdad y la responsabilidad en el proceso, parece que en su época generó cierta polémica la aparición en una película de este tipo de elementos poco recomendables en una sociedad tan conservadora como la norteamericana de la década de los 40, tales como el tabaquismo, el vandalismo, la droga, la infidelidad e incluso la atracción sexual bizarra.
Considerada la obra maestra de Walt Disney en vida por su sofisticada animación y por el uso de nuevas técnicas inventadas por su equipo, con espectaculares movimientos de cámara que resultaron carísimos por su dificultad a la hora de rodar y que jamás volvieron a repetirse en ninguna película de animación hasta la era de los ordenadores, Pinocho sigue siendo un regalo para la vista y el oído y un emocionado reencuentro con el niño que fuimos y siempre seremos.