Tras unas semanas de lucha cuerpo a cuerpo en las calles de Kiev y otras ciudades ucranias los hechos se suceden rápidamente. Tras las presiones y la defección de parte de la policía y de miembros de su propio gobierno Viktor Yanukovich, a quien incluso su propio partido ya ha calificado como traidor culpándole de las muertes sucedidas (y de un tren de vida estrafalario), huyó en avión a la zona oriental del país y luego intentó hacerlo a Rusia, pero fue interceptado por los guardias de frontera. Se dice que puede estar escondido en algún lugar de la región de Donetsk, en la parte oriental de Ucrania -la otra Ucrania-, de mayoría rusohablante o en el sur, en Crimea, hogar de la poderosa flota rusa del Mar Negro, graneros electorales del depuesto presidente. Yulia Timoshenko fue liberada y este fin de semana dió su primer speech en la plaza Maidan, para alborozo de sus miles de seguidores. La oposición ha tomado posiciones en la Duma y Alexandr Turchinov, del partido de Timoshenko, ha sido nombrado presidente en funciones, asegurando que el país volverá a retomar el camino de la integración europea y pidiendo a Moscú respeto para esta decisión. Además se han convocado elecciones residenciales anticipadas el 25 de mayo y vuelto a la constitución de 2004.
Hoy los manifestantes de la plaza Maidan, cuya resistencia y determinación ha conseguido doblegar al régimen, lloran a sus muertos y dicen que no piensan retirarse de la plaza de la Independencia hasta estar seguros de que los nuevos dirigentes van a responder a sus deseos y no a traicionarles como sucedió, según su percepción, tras el primer Maidán, en otoño 2004. Pero hay muchos interrogantes en el futuro cercano de la revolución ucrania, casi todos en referencia a la división que escinde el país por la mitad. Profundamente dividida por el lenguaje, por la historia y por la política. Un tercio del país habla ruso como lengua materna, y en la práctica la utilizan día a día y viven en la mitad oriental del país, los ucraniano-parlantes viven en la occidental. Pero no es sólo que Ucrania tenga dos mitades que hablan predominantemente diferentes idiomas sino que estas tienen diferentes políticas y diferentes visiones para su país. En los mapas a la izquierda puede verse claramente. Los dos primeros muestran la lengua y la división étnica, los dos de abajo se muestran los resultados de las elecciones para las elecciones presidenciales de 2004 y 2010. Las líneas son idénticas. Sí bien alrededor de la mitad de los ucranianos dicen que quieren el acuerdo con la Unión Europea otro tercio dice que prefiere la integración en la Unión Aduanera de Eurasia, dominada por Rusia.
El fantasma de una guerra civil, hacia la que Ucrania parecía encaminarse hace 48 horas, deja paso ahora, si no prevalece el buen sentido, a la amenaza de una ruptura en dos de la ex república soviética. Dirigentes de las regiones prorrusas se reunían ayer de urgencia para desafiar la legitimidad del Parlamento nacional. Que la secesión no prospere dependerá decisivamente de la actitud del Kremlin frente a la mitad del país que se identifica con su legado y Dimitri Medveded ya ha dicho que los nuevos gobernantes son amotinados armados, lo que pinta mal... Pero en el escenario ucranio, junto a la expresión admirable de un pueblo decidido a no dejarse aplastar por el autoritarismo, han emergido fuerzas peligrosas, ultranacionalistas y ultraderechistas, cuyo papel en los acontecimientos de Kiev puede resultar determinante en el futuro inmediato. Así de primeras, los grandes actores internacionales tendrán que mojarse desde ya porque las nuevas autoridades anunciaron hoy que necesitarán cerca 35.000 millones de dólares de ayuda hasta finales del próximo año para estabilizar la situación económica en el país. En fin, les dejamos con el En Portada de la semana pasada que analizaba las raíces del conflicto y el papel de EEUU, Rusia y la Unión Europea en la situación en aquel país donde confluyen y chocan desde hace siglos Europa y Asia.
Llegamos a Kiev cuando estaba amaneciendo. El hotel estaba en el epicentro de las revueltas, así que, por seguridad, la puerta principal estaba cerrada y las luces apagadas. Había que entrar por una pequeña puerta. Y así, en medio del cansancio y el mucho frío, y una sensación de irrealidad, empecé a ver pasar, mientras bajábamos las maletas, a hombres con cascos, mascarillas y bates o palos. Todo con un toque de surrealismo. No imaginaba que, en los días siguientes, iba a vivir un incesante ir y venir de gentes que no paraban de hacer cosas. Allí estaba también mi compañero de Moscú, Carlos Franganillo, que llama en broma a los revolucionarios Lemmings, porque no paran en ningún momento.
Opositores. Entre Grushevski y Euromaidán
Unas pocas, muy pocas, horas después, nos pusimos manos a la obra. Fue entonces cuando fuimos conscientes de que al girar la esquina a la derecha teníamos la calle Grushevski, ésa donde en apenas unos cientos de metros se producían los violentos enfrentamientos entre los manifestantes más radicales y los antidisturbios, y girando a la izquierda, Euromaidán, la aldea de los galos, como di en llamarla. Y una noche, cansada de pasar frío, me dediqué a observar el asalto de la Casa Ucrania, justo enfrente del hotel, desde la habitación.
Y el paramilitarismo que se observa en ciertos grupos del movimiento de protesta es muy preocupante ante la amenaza de que la extrema derecha pueda sacar partido de la situación.Pero, cuando salíamos de territorio ocupado, estaba claro que la vida seguía con normalidad en el resto de la ciudad y en el país, aunque es, lógicamente, una normalidad engañosa, porque, en el fondo, nadie sabe cómo va a salir Ucrania de ésta. Se notaba claramente que las fichas del tablero del ajedrez geopolítico y geoestratégico se movían en un juego más allá de Euromaidán, entre Estados Unidos y la Unión Europea y Rusia, y que los partidos políticos de la oposición han perdido el control de la calle. Me resultó curioso comprobar que el que parece llevar la voz cantante en el centro de prensa de Euromaidán es un norteamericano.
Partidarios de Yanukovich
Visitamos también el campamento de los partidarios de Yanukovich que, ¡oh casualidad!, está al lado del parlamento, en la zona gubernamental, ésa a la que no dejan acercarse a los manifestantes opositores. Ellos se mantienen firmes en que el presidente fue elegido democráticamente -lo cual es cierto, otra cosa es la deriva que ha tomado desde entonces el régimen- y que los opositores deben esperar a que se celebren los próximos el año que viene, cuando toca. Las posturas son difíciles de reconciliar pero, ciertamente, a pesar de que se han querido hacer sonar “de forma interesada” tambores de guerra civil, no es esa la sensación que se tiene cuando se habla con los dos bandos.
Por eso, en el “Tablero de la Paz Fría” hemos querido ahondar en las raíces del conflicto y en la idiosincrasia de la propia Ucrania. Sólo así se puede entender la peligrosa encrucijada en la que se encuentra, en la crisis más grave desde su independencia de la antigua Unión Soviética. Lo que sí está claro es que los Euromaidán quieren cambios, cambios profundos, cambios de calado en el sistema y acabar con la endémica corrupción, vivir en un país moderno, desarrollado, democrático y europeo. Y que no están dispuestos a cejar en el empeño hasta conseguirlo.