La corrupción portátil
La regeneración de Ciudadanos, esa de nosotros no estamos aquí para que sigan gobernando los mismos y no apoyaremos a Rajoy como presidente, ha ido mutando discretamente en una regeneración lingüística. No se trataba tanto de desbrozar la política como de desbrozar la RAE. Y el fantástico moonwalkejecutado después de las últimas elecciones, ese paso de baile en el que Michael Jackson parece caminar hacia delante mientras se dirige hacia atrás, ha depositado a Albert Rivera en su última posición de fortaleza: separar al PP de la corrupción. Como era de esperar, ha optado por lo más sencillo: mover la corrupción. Si Mahoma no se va de la montaña, movamos la montaña; total, Mahoma está encima de ella.
Así que corrupción ya no es lo que era antes, sino algo mucho más delicado, casi un jarroncito chino, que azarosamente se acomoda al Partido Popular. Es un paso trascendente para que el PP y Ciudadanos lleguen a un acuerdo, al fin y al cabo la distorsión de la realidad ha sido el mejor programa de Gobierno de los últimos cuatro años. Cuando las palabras significan lo que el poder dice que significan, y hasta los números tienen sensibilidades distintas según su uso, el Gobierno es inatacable.
Por eso estas negociaciones de absorción ideológica están siendo tan excitantes. El maestro instruye al alumno en contorsionismo y no será porque el alumno no haya llegado aprendido; toda la campaña de Rivera ha sido un ejercicio de ambigüedad amparado en una palabra: regeneración, que ni siquiera es lo que era antes. Teniendo en cuenta dónde han acabado sus pocas afirmaciones contundentes, casi mejor la indefinición. Si Rajoy ha ganado dos elecciones sin moverse, a veces hasta desaparecer entre las cortinas de palacio para que el Rey no lo encuentre, lo último que podía esperar Ciudadanos es cambiar un espíritu, el de la corrupción, tan arraigado en el PP que hasta con todos los tesoreros imputados y las siglas en el banquillo es capaz Rajoy, en cada último escándalo, decir “hasta aquí hemos llegado”. Cuando llevan allí, en ese lugar exacto, desde los noventa.
Por eso estas negociaciones de absorción ideológica están siendo tan excitantes. El maestro instruye al alumno en contorsionismo y no será porque el alumno no haya llegado aprendido; toda la campaña de Rivera ha sido un ejercicio de ambigüedad amparado en una palabra: regeneración, que ni siquiera es lo que era antes. Teniendo en cuenta dónde han acabado sus pocas afirmaciones contundentes, casi mejor la indefinición. Si Rajoy ha ganado dos elecciones sin moverse, a veces hasta desaparecer entre las cortinas de palacio para que el Rey no lo encuentre, lo último que podía esperar Ciudadanos es cambiar un espíritu, el de la corrupción, tan arraigado en el PP que hasta con todos los tesoreros imputados y las siglas en el banquillo es capaz Rajoy, en cada último escándalo, decir “hasta aquí hemos llegado”. Cuando llevan allí, en ese lugar exacto, desde los noventa.
En eso anda metido Ciudadanos, en la negociación con un partido que convierte en “concesión” que la persecución de sospechosos de corrupción alcance comunidades y Ayuntamientos. Una red de trampas tan burdas como fabricar una fecha de terceras elecciones y responsabilizar al PSOE de ella. Nada que no vaya a tener éxito, como está demostrado. Si no hay nada peor para un paranoico que tener razón una vez, tampoco se va a apear el PP de la victoria: la amenaza del apocalipsis, el inmovilismo, el bertinismo social y, respecto a la corrupción, el estamos poco casados. De ahí el esfuerzo de Ciudadanos en el pacto de Tu cara me suena: aparentar un trasplante de corazón cuando en realidad le están poniendo bótox.