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18 de julio de 2011

Campanadas de la Historia (5) Comienza la guerra civil española




Se cumplen 75 años del golpe militar contra la Segunda República que originó nuestra guerra civil, un enfrentamiento cruel y fraticida que acabó con la vida de cientos de miles de españoles. En ella no sólo fue derrotada la República democráticamente establecida sino que España perdía el paso de la Historia y comenzaba la peor de sus tragedias como país, entrando en un agujero negro que duraría casi cuarenta años.



Escúchame, así fue el 18 de julio.

por Luis Gómez
El País

La mayoría recuerda aquel sábado 18 de julio de 1936 como un día de mucho calor. Un calor espantoso. Pasados muchos años, abuelas de Córdoba contaban a sus nietos para un trabajo del instituto que “la gente sabía que iba a empezar la guerra porque unos días antes corrían estrellas por el cielo”. La memoria de aquel fin de semana es imprecisa y hay una razón que lo explica: el inicio de la guerra, o el golpe, no acaeció para todos el mismo día, ni a la misma hora. Cuando testigos aún vivos echan la vista al pasado, 75 años atrás para ser exactos, sitúan el comienzo de la contienda el día en el que vieron algún muerto por la calle o llegaron noticias por sus padres de que algo grave estaba pasando en España. A casi todos, la noticia les llegó por los periódicos (previa censura) y, sobre todo, por la radio.

No fue el caso de Emilio Caballero, residente en París, que se encontró con la guerra de bruces: estaba trabajando en el campo cuando le vinieron a llamar porque unos guardias civiles se estaban llevando gente. Sucedió en Mahora, provincia de Albacete. Pudo ser entre el 19 y el 25 de julio, porque allí la sublevación duró una semana y terminó fracasando. La cuestión es que Emilio Caballero se encontró en un camión con una escopeta en la mano. No recuerda mucho más. Todo lo que había hecho hasta entonces era pintar la hoz y el martillo en algunas tapias del pueblo. Poco después estaba en Teruel defendiendo junto a varios compañeros un nido de ametralladora que no sabía manejar. Se salvaron dos. “Nos abrasaron”, dice. Fue un superviviente durante años: formó parte de una brigada mixta que actuó durante la guerra como fuerza de choque. Pasó a Francia. Luego fue enviado al campo de concentración de Gusen, vecino a Mauthausen, el campo en el que solo uno de cada nueve prisioneros salvó la vida. Y él superó todos esos obstáculos. Tiene 94 años y su mujer advierte que no se le haga hablar mucho porque ya se cansa.

Así que Emilio Caballero se encontró con la guerra de cara un día impreciso de mediados de julio. Probablemente no fue el día 18. Sí lo fue para José Utrera Molina, que tenía 10 años aquel día y se encontraba jugando al fútbol cuando escuchó lo que parecían unos fuegos artificiales. En Málaga, la sublevación duró dos días y fracasó. Recuerda una sensación extraña las primeras horas, la preocupación de sus padres por otros miembros de la familia que residían en distintos puntos de España, la impotencia a la hora de comunicar con ellos, la falta de noticias. Supo que a las 48 horas de aquellas explosiones, al padre de su amigo Ignacio Burgos lo tiraron a la calle por un balcón. Para José Utrera, presidente de la Fundación Francisco Franco, dos veces ministro con Carrero Blanco (Vivienda y Secretaría General del Movimiento), el comienzo de la guerra significó siete meses encerrado en casa sin salir.

La sublevación estalló el día 17 en Melilla. El 17 a las 17 horas fue la orden de salida emitida por el general Mola. Según algunos historiadores, el citado general concedió cierta flexibilidad a los destacamentos de las demás provincias para que cada cual eligiera según las circunstancias la fecha y la hora en la que podían divulgar el bando de guerra. Otros autores sostienen que la dispersión de fechas fue consecuencia de cierta incompetencia por parte de los sublevados. Por lo que respecta al día 18 de julio, aquel día solo se sublevaron cinco capitales de provincia; la mayor parte (24) lo hizo el día 19, si bien una mayoría durante la madrugada del 18 al 19, según las cifras que aporta el historiador Francisco Alía Miranda en su libro Julio de 1936 (editorial Crítica), uno de los más recientes sobre el golpe.

Aquel fin de semana de mediados de julio de 1936 hubo normalidad en algunas partes de España. En otras, tiroteos y víctimas. El domingo 19, mucha gente acudió a las playas de la Albufereta y de San Juan en Alicante, según cuenta la prensa local. No muy lejos de Madrid, en la sierra de Navacerrada, se celebró la tradicional prueba ciclista de la Subida a los Puertos, que se adjudicó el ciclista sevillano Antonio Montes. El lunes 20 abrieron los comercios en muchos puntos de España como si tal cosa. El 21 hubo mercado en Madrid, el principal objetivo de los sublevados: se había producido ya el asalto al cuartel de la Montaña con un trágico balance de muertos.

Las noticias se extendieron por la radio al resto de España de una forma confusa y contradictoria, porque junto a la sublevación sobrevino una campaña propagandística por ambas partes. Cada uno utilizó las ondas en su provecho: los sublevados, para anunciar su victoria, y el Gobierno, para afirmar que una sublevación había estallado en África y estaba siendo eficazmente neutralizada. El historiador Francisco Alía cuenta cómo la exclusiva del golpe llegó antes al extranjero que a España, merced a un cable enviado por Lester Zifren, el corresponsal de United Press en Madrid. Utilizó unas palabras clave para evitar la censura. Donde se refería a la enfermedad de su madre quiso decir lo siguiente, una vez traducido el mensaje: “Legión extranjera de Melilla se subleva. Declarada la ley Marcial”.

Las comunicaciones por teléfono quedaron interrumpidas tras el golpe. Entre Madrid y Barcelona, donde los milicianos lograron evitar la revuelta en numerosos enfrentamientos armados, no se restablecieron hasta el día 22 de julio. Ese día se formaron largas colas en la central telefónica de gente que buscaba noticias de sus familiares en otras partes de España. (...)