"Aprendemos con los grandes espíritus" Survival
Para los yanomami de la Amazonia brasileña, el mundo de los espíritus es una parte fundamental de la vida. Cada criatura, roca, árbol y montaña tiene su propio espíritu.
Omama, nuestro creador, nos hizo pensar y hablar con el alma de la selva, con el alma de la montaña y con el alma de la luna, del sol y de las estrellas, explica el chamán Davi Kopenawa, que describe aquí cómo cuidan del mundo los chamanes yanomami.
Nosotros los yanomami aprendemos con los grandes espíritus, los xapiripë. Aprendemos a conocer a los xapiripë, a verlos y escucharlos. Sólo los chamanes, aquellos que conocen a los xapiripë, los pueden ver, porque parecen humanos pero son tan pequeños como una mota de polvo, y brillantes como la luz. Sus canciones son poderosas, y su pensamiento es muy claro.
Hay muchos, muchos xapiripë, no sólo unos pocos, sino miles, tantos como estrellas. Algunos viven en el cielo, otros bajo tierra y otros en las altas montañas cubiertas de selva y flores. Llamamos a estos lugares sagrados “hutu pata”. Cuando el sol está en lo alto, los xapiripë duermen.
Comienzan a aparecer al anochecer.
Cuando nosotros dormimos, ellos bailan.
Cuando inhalas por primera vez el polvo fabricado con el árbol de yakoana, los espiritus xapiripë comienzan a agruparse a tu alrededor. Primero, oyes a lo lejos sus cantos de felicidad, ligeros como el zumbido de los mosquitos. Entonces empiezas a ver chispas de luz temblorosas que se elevan, y que provienen de todas las direcciones del cielo.
Gradualmente los espíritus se van desvelando, avanzando y retirándose en una lenta procesión.
Los xapiripë descienden hacia nosotros con hilos tan finos como los de una telaraña. Son hermosos, pintados con colores brillantes y con urucum (annatto). Sus brazaletes están decorados con plumas de guacamayo y loro. Bailan maravillosamente y cantan de manera distinta. Existen melodías diferentes: el canto del guacamayo, el del loro, el del tapir, el de la tortuga y el del águila.
Los xapiripë han bailado para los chamanes desde el principio de los tiempos, y continúan haciéndolo hoy en día. Sus cabezas están cubiertas con plumones de halcón y llevan cintas negras hechas con rabos de mono y plumas de cotinga color turquesa en sus orejas.
Bailan en círculo, sin prisa.
Uno por uno los espíritus llegaron. Los espíritus tucanes llegaron con sus enormes palos en las orejas y sus taparrabos rojos y brillantes, explica Davi. Las gentes colibríes llegaron y volaron a mi alrededor. Los espíritus de las ranas moka estaban allí y llevaban a sus espaldas aljabas cargadas de flechas. Y luego llegaron los espíritus del pecarí, las gentes de los murciélagos y los espíritus de las cascadas.
Mi alma empezó a brillar. Todos vinieron y colgaron sus hamacas en mi pecho.
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