Una vez leí que alguien encontró, abandonado en la papelera de una habitación de hotel, un papel con una frase escrita por una Marilyn Monroe terminal, unos días antes de morir con su alma disuelta en barbitúricos. La frase era nadie me quiere.
Resulta una curiosa muestra del gran sentido del humor de Dios que la mayor sex-symbol de todo un siglo, la más deseada hembra del planeta, alguien por quien miles de hombres de todo el mundo derramaron muchos litros de semen e invocaron millones de pensamientos, algunos maravillosos y la mayoría sólo obscenos, que todos estos vectores de la condición humana sean proyectados desde y hacia una persona, y que esa persona deje escrito un mensaje así unos días antes de suicidarse.
Dios tendiendo puentes entre la ironía y el sarcasmo.