Este es el blog. Y esta es nuestra web, está todo más ordenadito, mejor.

7 de enero de 2009

Talento desde el Río de la Plata (2) Rayuela. Tizas

David Alhambra nos trae este hermoso fragmento de esa gran obra maestra de Cortázar, "Rayuela" publicada en 1963.
Una de las veces en que se encontraron en el barrio latino, Pola estaba mirando la vereda y medio mundo miraba la vereda. Hubo que pararse y contemplar a Napoleón de perfil, al lado una excelente reproducción de Chartres, y un poco más lejos una yegua con su potrilla en un campo verde. Los autores eran dos muchachos rubios y una chica indochina. La caja de tizas estaba llena de monedas de diez y veinte francos. De cuando en cuando uno de los artistas se agachaba para perfeccionar algún detalle, y era fácil advertir que en ese momento aumentaba el número de dádivas. 
-Aplican el sistema Penélope, pero sin destejer antes -dijo Oliveira-. Esa señora, por ejemplo, no aflojó los cordones de la faltriquera, no, hasta que la pequeña Tsong Tsong se tiró al suelo para retocar a la rubia de ojos azules. El trabajo los emociona, es un hecho.
-¿Se llama Tsong Tsong? -preguntó Pola.
-Qué se yo. Tiene lindos tobillos.
-Tanto trabajo y esta noche vendrán los barrenderos y se acabó.

-Justamente ahí está lo bueno. De las tizas de colores como figura escatológica, tema de tesis. Si las barredoras municipales no acabaran con todo eso al amanecer, Tsong Tsong vendría en persona con un balde de agua. Sólo termina de veras lo que recomienza cada mañana. La gente echa monedas sin saber que la están estafando, porque en realidad estos cuadros no se han borrado nunca. Cambian de vereda o de color, pero ya están hechos en una mano, una caja de tizas, un astuto sistema de movimientos. En rigor, si uno de estos muchachos se pasara la mañana agitando los brazos al aire, merecería diez francos con el mismo derecho que cuando dibuja a Napoleón. Pero necesitamos pruebas. Ahí están. Échales veinte francos, no seas tacaña.
-Ya les di antes que llegaras.
-Admirable. En el fondo esas monedas las ponemos en las bocas de los muertos, el óbolo propicitario. Homenaje a lo efímero, a que esa catedral sea un simulacro de tiza que un chorro de agua se llevará en un segundo. La moneda está ahí, y la catedral renacerá mañana. Pagamos la inmortalidad, no la duración. No money, no cathedral. ¿Vos también sos de tiza?