«Una columna de humo asciende rápidamente. Su centro muestra un terrible color rojo. Todo es pura turbulencia. Es una masa burbujeante gris violácea, con un núcleo rojo. Todo es pura turbulencia. Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas. Comienzo a contar los incendios. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... catorce, quince... es imposible. Son demasiados para poder contarlos. Aquí llega la forma de hongo de la que nos habló el capitán Parsons. Viene hacia aquí. Es como una masa de melaza burbujeante. El hongo se extiende. Puede que tenga mil quinientos o quizá tres mil metros de anchura y unos ochocientos de altura. Crece más y más. Está casi a nuestro nivel y sigue ascendiendo. Es muy negro, pero muestra cierto tinte violáceo muy extraño. La base del hongo se parece a una densa niebla atravesada con un lanzallamas. La ciudad debe estar abajo de todo eso. Las llamas y el humo se están hinchando y se arremolinan alrededor de las estribaciones. Las colinas están desapareciendo bajo el humo.» Bob Caron, artillero de cola/fotógrafo del Enola Gay
El 6 de agosto de 1945 el bombardero B-29 estadounidense Enola Gay comandado por el coronel Paul Tibbets dejaba caer la bomba nuclear "Little Boy" (construida con uranio-235) sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, estallando a una altura de 600 metros y vaporizando entre 70.000 y 80.000 personas (cerca del 30% de la población de la ciudad) mientras que otras 70.000 resultaron heridas. A finales de 1945 el número de muertes ascendía 140.000.
El 9 de agosto el B-29 llamado Bockscar y pilotado por el mayor Charles Sweeny lanzó la bomba Fat Man (de plutonio-239) sobre Nagasaki, tras haber desechado Kokura, su primer objetivo, por estar cubierta de nubes. La bomba estalló a 469 metros de altura, generando una temperatura estimada de 3.900 grados centígrados y vientos de 1.005 km/h y causando la muerte inmediata de entre 40.000 y 70.000 personas, mientras que el total de decesos para finales de 1945 había alcanzado los 80.000.
Aún hoy en día sigue la controversia sobre si el lanzamiento de este arma definitiva fue sólo el deseo de acabar rápidamente con la guerra del Pacífico o fue además tanto un acto de venganza como un banco de pruebas para una potencial arma definitiva. Lo cierto es que la ferocidad con la que los soldados japonenes habían disputado cada metro del territorio que habían cedido ante el poderoso avance aliado iba haciéndose más desesperada una vez penetrado en el territorio propiamente japonés (lo que ocurrió en las míticas y sangrientas batallas de Iwo-Jima y Okinawa) auguraba aún cientos de miles de muertes a sufrir por ambos mandos según fuera avanzando la invasión, a pesar del cercano colapso de las fuerzas armadas niponas.
En fin, Japón estaba sentenciado a inaugurar una época, la nuclear, que amenaza al mundo de forma más o menos explícita desde entonces. Al nuevo presidente Harry Truman no le tembló la mano al dar la orden. El 15 de agosto, seis días después del lanzamiento de la segunda bomba Japón el emperador Hiro-hito lanzaba un discurso radiofónico a toda la nación en el que proclamaba la rendición incondicional del país nipón.
En las dos ciudades la gran mayoría de víctimas fueron civiles. Los supervivientes fueron llamados "hibakusha" (personas bombardeadas) sufrieron la triple condena de tener que vivir con el recuerdo de los horrores vividos, con el dolor de las múltiples enfermedades que les acompañaron durante su vida y con el rechazo de sus compatriotas que pensaban que la radiación podría contagiarles.
Cuando en estos días se cumple el 66º aniversario de estas trágicas fechas en Vida y Tiempos queremos recordar lo que ocurrió aquellos funestos días de agosto. Para ello les ofrecemos el documental "Luz blanca, lluvia negra" escrito, dirigido, y producido por el director Steven Okazaki para la HBO en 2007 y que relata los acontecimientos que tuvieron lugar en las dos ciudades japonesas contados por los mismos "hibakusha" supervivientes y algunos de los norteamericanos protagonistas de estos hechos que cambiaron para siempre el curso de la historia.
Luz blanca, lluvia negra
El 9 de agosto el B-29 llamado Bockscar y pilotado por el mayor Charles Sweeny lanzó la bomba Fat Man (de plutonio-239) sobre Nagasaki, tras haber desechado Kokura, su primer objetivo, por estar cubierta de nubes. La bomba estalló a 469 metros de altura, generando una temperatura estimada de 3.900 grados centígrados y vientos de 1.005 km/h y causando la muerte inmediata de entre 40.000 y 70.000 personas, mientras que el total de decesos para finales de 1945 había alcanzado los 80.000.
Aún hoy en día sigue la controversia sobre si el lanzamiento de este arma definitiva fue sólo el deseo de acabar rápidamente con la guerra del Pacífico o fue además tanto un acto de venganza como un banco de pruebas para una potencial arma definitiva. Lo cierto es que la ferocidad con la que los soldados japonenes habían disputado cada metro del territorio que habían cedido ante el poderoso avance aliado iba haciéndose más desesperada una vez penetrado en el territorio propiamente japonés (lo que ocurrió en las míticas y sangrientas batallas de Iwo-Jima y Okinawa) auguraba aún cientos de miles de muertes a sufrir por ambos mandos según fuera avanzando la invasión, a pesar del cercano colapso de las fuerzas armadas niponas.
En fin, Japón estaba sentenciado a inaugurar una época, la nuclear, que amenaza al mundo de forma más o menos explícita desde entonces. Al nuevo presidente Harry Truman no le tembló la mano al dar la orden. El 15 de agosto, seis días después del lanzamiento de la segunda bomba Japón el emperador Hiro-hito lanzaba un discurso radiofónico a toda la nación en el que proclamaba la rendición incondicional del país nipón.
En las dos ciudades la gran mayoría de víctimas fueron civiles. Los supervivientes fueron llamados "hibakusha" (personas bombardeadas) sufrieron la triple condena de tener que vivir con el recuerdo de los horrores vividos, con el dolor de las múltiples enfermedades que les acompañaron durante su vida y con el rechazo de sus compatriotas que pensaban que la radiación podría contagiarles.
Cuando en estos días se cumple el 66º aniversario de estas trágicas fechas en Vida y Tiempos queremos recordar lo que ocurrió aquellos funestos días de agosto. Para ello les ofrecemos el documental "Luz blanca, lluvia negra" escrito, dirigido, y producido por el director Steven Okazaki para la HBO en 2007 y que relata los acontecimientos que tuvieron lugar en las dos ciudades japonesas contados por los mismos "hibakusha" supervivientes y algunos de los norteamericanos protagonistas de estos hechos que cambiaron para siempre el curso de la historia.
Luz blanca, lluvia negra
Bajo la nube de Hiroshima