La inhabilitación por once años a Baltasar Garzón por parte del Tribunal Supremo por prevaricación en el caso de las escuchas del Caso Gürtel y el hecho de que el primer condenado (tras la delirante absolución de Camps) de la mayor trama de corrupción política de la democracia sea el juez que la instruyó, no solo son un insulto a la inteligencia y una vergüenza nacional (e internacional), sino también un paso más en la involución reaccionaria y fascistoide de nuestro país.
De nada le ha servido a Garzón que sus actuaciones, calificadas como "prácticas de regímenes totalitarios", hayan sido avaladas por la fiscalía hasta el final, que el juez Pedreira las prorrogara cuando se hizo cargo de la instrucción del caso Gürtel y que el magistrado del Tribunal Superior de Madrid discrepara de su anulación. El PP y la ultraderecha, valga la redundancia, se la tenían jurada y el Tribunal Supremo ha servido, por unanimidad, como su mamporrero y brazo ejecutor, exhibiendo sus miserias y servidumbres ideológicas como epítome de una Justicia ineficiente, sectaria, enferma, símbolo de unos tiempos tristes en los que el post-franquismo amenaza con hacerse con todos los resortes del país. Pobre España.
A los que hoy brindarán con champán
Madríd, 9 de febrero de 2012. María Garzón Molina
Madríd, 9 de febrero de 2012. María Garzón Molina
Esta carta está dirigida a todos aquellos que hoy brindarán con champán por la inhabilitación de Baltasar Garzón.
A ustedes, que durante años han vertido insultos y mentiras; a ustedes, que por fin hoy han alcanzado su meta, conseguido su trofeo.
A todos ustedes les diré que jamás nos harán bajar la cabeza, que nunca derramaremos una sola lágrima por su culpa. No les daremos ese gusto.
Nos han tocado, pero no hundido; y lejos de hacernos perder la fe en esta sociedad nos han dado más fuerza para seguir luchando por un mundo en el que la Justicia sea auténtica, sin sectarismos, sin estar guiada por envidias; por acuerdos de pasillo.
Una Justicia que respeta a las víctimas, que aplica la ley sin miedo a las represalias. Una Justicia de verdad, en la que me han enseñado a creer desde que nací y que deseo que mi hija, que hoy corretea ajena a todo, conozca y aprenda a querer, a pesar de que ahora haya sido mermada. Un paso atrás que ustedes achacan a Baltasar pero que no es más que el reflejo de su propia condición.
Pero sobre todo, les deseo que este golpe, que ustedes han voceado desde hace años, no se vuelva en contra de nuestra sociedad, por las graves consecuencias que la jurisprudencia sembrada pueda tener.
Ustedes hoy brindarán con champán, pero nosotros lo haremos juntos, cada noche, porque sabemos que mi padre es inocente y que nuestra conciencia SÍ está tranquila.