“Un día me metí en una lobera a jugar con unos cachorritos que vivían allí y me quedé dormido. Cuando desperté, la loba estaba cortando carne de ciervo para los cachorros. Yo traté de quitarle un pedazo, porque también tenía hambre y me pegó un zarpazo”, dice imitando el gesto de la loba. “Cuando terminó de alimentar a sus cachorros, me miró y me tiró un trozo de carne. No quería tocarlo porque pensé que me iría a atacar, pero me lo fue acercando con el hocico. Lo cogí, lo comí y ella se me acercó. Pensé que me iba a morder, pero sacó la lengua y me empezó a lamer. Después de eso, ya era uno más de la familia. Íbamos a todos lados juntos.”
"Yo estaba preparado con el cuchillo. La carne que yo no quería se la llevaba a los lobillos. Los padres no me dejaban, pero como veían que yo les llevaba de comer, cogieron confianza. Yo olía como ellos. Cuando yo quería que vinieran, cuando me veía que no tenía salida, empezaba a aullar. Venían varios lobos y, como se daban cuenta de que estaba perdido, se tiraban a mí dando saltos y me cogían los brazos con la boca hasta que yo reía. Empezaban a jugar. Luego me señalaban el camino hasta la cueva de ellos y, desde allí, yo ya sabía irme. Me divertía yo solo con los animales."
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Tras ser vendido por su padre a los 7 años acabó viviendo con un pastor y su rebaño en un valle perdido de Sierra Cardeña, en Sierra Morena. Cuando el pastor murió, a Marcos no le quedó otra que usar su inteligencia y su buen trato con los animales para poder sobrevivir. Sin embargo, a los 19 años fue encontrado por la Guardia Civil y obligado a volver a la civilización, concluyendo para siempre ese periodo de su vida, para él sus años más felices.
Suponemos que a Marcos Rodríguez se le encogerá el corazón sabiendo que esos animales maravillosos que le ayudaron a cazar, a vivir y sobrevivir, siguen siendo acosados por el veneno y el furtivismo. Apenas sobreviven unas decenas en el sur de la península ibérica, algunos, pocos, en Sierra Morena.Terminamos uniéndonos a Marcos Rodríguez, el niño-lobo de Sierra Morena, en su aullido primordial por estos maravillosos animales ¡¡¡Auuuuu...!!!
Marcos, el hijo de los lobos
Irene Vaquerizo. Informe Semanal 21.11.2010
Hay veces que los reportajes que nos encargan generan desde el minuto uno muchas preguntas que posiblemente se van a quedar sin respuesta. Intuimos que eso nos iba a pasar al conocer la historia de Marcos Rodriguez Pantoja, el llamado niño salvaje de Sierra Morena, el 'niño lobo', cuya vida, o mejor dicho, parte de su vida ha sido llevada al cine por el director cordobés Gerardo Olivares. Pero al mismo tiempo sabíamos que esa historia nos iba a atrapar y nos iba a permitir llegar al corazón de sus personajes.
El regreso de Marcos a la sierra de Cardeña
Gerardo Olivares y Gabriel Janer
Marcos tiene ahora 65 años pero lo que ves es un niño grande que solo quiere ser feliz y que disfruta con la gente y lo que le rodea. Llegar hasta esta seguridad le ha costado mucho tiempo, y mucho sufrimiento. Cuando la Guardia Civil le cazó en 1965 y le obligaron a reingresar en la misma sociedad que le había abandonado cuando tenía siete años, empezó un peregrinaje de desventuras. Estuvo en Jaén con un cura, en Madrid con unas monjas, hizo el servicio militar, acabó en Mallorca trabajando en hoteles y restaurantes y fue dando tumbos mientras nadie le creía y todos se aprovechaban de él.
En Mallorca lo conoció por casualidad Gabriel Janer, un antropólogo que estudió su caso y escribió una tesis doctoral. Él fue la primera persona que creyó en Marcos. Para Gabriel Janer, Marcos logró sobrevivir gracias a su inteligencia y a la imaginación. En su tesis explica las diferentes etapas de su vida, cómo llegó a creer que formaba parte de aquella comunidad, cómo aprendió sus reglas, el lenguaje del entorno y como trataba a los animales de igual a igual aunque él sabía que era diferente porque tenía unas manos.
En Rante, con Manuel
Han pasado 14 años desde que Marcos llegó por primera vez a Rante, una pequeña aldea de Orense en la que vive junto a Manuel, un ex policía retirado al que conoció en Fuengirola y que le invitó a venir para hacerse cargo de su finca y hacerle compañía. Había muerto su mujer y se sentía solo. Pero la convivencia no fue fácil al principio. Manuel nos dijo que alguna vez llegó a arrepentirse. Marcos apenas hablaba, en realidad no le entendía. Hacía lo que quería, se marchaba de casa, no le avisaba, cometió muchos errores... Pero la paciencia de Manuel y la ternura de Marcos hicieron posible lo imposible. Ahora todo el mundo le quiere en el pueblo. Le piden ayuda para cualquier cosa, es servicial con todos, los niños lo adoran y los animales juegan con él como con nadie.
Además ahora, la película Entre lobos le ha dado a Marcos una seguridad y una vitalidad que antes no tenía. Sabe que cuando su historia se vea en el cine mucha gente le va a creer. De hecho muchos de sus amigos de Rante (Orense) le han pedido perdón y le han dicho que pensaban que aquellas historias que contaba eran imaginaciones suyas. Es la nueva vida de Marcos. Todavía recuerda con nostalgia aquellos años en la sierra pero ahora sabe que tiene otro lugar en el mundo.
Entrelobos - Gerardo Olivares
En esta película de Gerardo Olivares, Marcos es interpretado con solvencia por dos jóvenes actores, Manuel Camacho en su infancia y Juan José Ballesta en su etapa adulta. El primero protagoniza el drama de la separación familiar y la posterior adaptación al medio natural, acompañado de Sancho Gracia como cabrero mentor y más tarde en solitario enfrentándose a la difícil soledad en la Naturaleza. El segundo pone cara a la plenitud de un salvajismo liberador que da sentido a una película de aventuras en la Naturaleza cuyos protagonistas principales son un búho, un hurón, cinco lobos y un niño. Casi nada.