Hoy publicamos dos documentales muy especiales, "La tribu perdida de Rwanda (Rwanda's Lost Tribe", 2002) y Gorilas, de las tinieblas a la luz ("Gorillas, from the Heart of Darkness", 2002). En ellos podremos ver la increíble historia y experiencia vital de un hombre, un embajador belga en Ruanda que, a finales de los sesenta y principios de los setenta, pasó grandes temporadas de su estancia en aquel pequeño país africano realizando los primeros estudios de sus esplendores naturales y de una tribu olvidada por la civilización que acabaría barrida por la ola homicida que lo asolaría en 1994.
Ruanda era hace cuarenta años un país pacífico, lleno de belleza y fabulosa vida silvestre. Romain Baertsoen, un diplomático belga, llegó en 1966 y junto a su mujer comenzó a filmar dos de los secretos mejores guardados de Ruanda, la tribu de los bahima y los gorilas de las montañas Virunga. En ese momento, Diane Fossey estaba comenzando el trabajo que inspiraría la película "Gorilas en la niebla", de modo que Romain tuvo que aprender cómo comportarse con estos enormes animales que podían despedazarlo en un momento.
Ruanda era hace cuarenta años un país pacífico, lleno de belleza y fabulosa vida silvestre. Romain Baertsoen, un diplomático belga, llegó en 1966 y junto a su mujer comenzó a filmar dos de los secretos mejores guardados de Ruanda, la tribu de los bahima y los gorilas de las montañas Virunga. En ese momento, Diane Fossey estaba comenzando el trabajo que inspiraría la película "Gorilas en la niebla", de modo que Romain tuvo que aprender cómo comportarse con estos enormes animales que podían despedazarlo en un momento.
Romain tuvo que aprender por prueba y error pues el ataque de un macho adulto de 200 kilos era algo que no quería que se volviese a repetir. Él y su esposa pudieron contemplar a los gorilas jóvenes jugar, descansar y alimentarse, a una hembra afectuosa abrazándole -y creándole una tensa situación con el silverback que rumiaba unos metros más lejos- y en un incidente extraordinario, vemos a unos gorilas tratando de ayudar a un perro que ha quedado aprisionado en una trampa. Romain también capturó en fabulosas imágenes a uno de los volcanes en erupción del Congo y cómo la lava fría acababa fertilizando la tierra lo que redundaba en una singular abundancia de flora y fauna.
Cuando bajaron de las montañas los Baertsoen pudieron explorar el poco conocido parque nacional de Akagera, una extensión de 2500 km cuadrados de naturaleza casi intacta situada al este del país, dentro de un espacio natural bien conservado y gestionado donde búfalos y antílopes pastaban, los felinos y hienas cazaban y peces, hipopótamos y cocodrilos poblaban los cursos de agua. Pero los fascinados belgas descubrieron algo más que la exuberante naturaleza que poblaba el parque, se toparon con una tribu casi desconocida de pastores nómadas, los bahima, que habitaban esas agrestes tierras desde tiempos inmemoriales y que mantenían su autosuficiente estilo de vida al margen de la civilización que había llegado a otras zonas del país. Romain y su mujer pudieron conocer y filmar a la tribu y convivir con ellos porque se lo permitieron en agradecimiento a los medicamentos que les proporcionaron para tratar la malaria y comprobaron cómo la mayor parte de sus necesidades (leche, sangre, carne y status) eran cubiertas por su espectacular ganado bovino que gastaba cuernos de hasta dos metros y medio de largo.
Pero la pacífica existencia de los bahima y los gorilas fue conmocionada en 1994 por la Guerra Civil de Ruanda, cuando los bandos guerreros saqueaban el bosque para proveerse de alimento y combustible. Al final de la guerra, sorprendentemente, los gorilas estaban intactos, pero la tribu de los bahima ya no existía más, engullida por el ciclón de asesinatos y huidas masivas a las montañas y los países vecinos. Tras las matanzas y la llegada de la paz y de miles de refugiados que invadieron grandes zonas del parque talando sus árboles y matando sus animales, los pocos bahima que pudieron volver vieron su antiguo modo nómada de vida desaparecer.
Cuando bajaron de las montañas los Baertsoen pudieron explorar el poco conocido parque nacional de Akagera, una extensión de 2500 km cuadrados de naturaleza casi intacta situada al este del país, dentro de un espacio natural bien conservado y gestionado donde búfalos y antílopes pastaban, los felinos y hienas cazaban y peces, hipopótamos y cocodrilos poblaban los cursos de agua. Pero los fascinados belgas descubrieron algo más que la exuberante naturaleza que poblaba el parque, se toparon con una tribu casi desconocida de pastores nómadas, los bahima, que habitaban esas agrestes tierras desde tiempos inmemoriales y que mantenían su autosuficiente estilo de vida al margen de la civilización que había llegado a otras zonas del país. Romain y su mujer pudieron conocer y filmar a la tribu y convivir con ellos porque se lo permitieron en agradecimiento a los medicamentos que les proporcionaron para tratar la malaria y comprobaron cómo la mayor parte de sus necesidades (leche, sangre, carne y status) eran cubiertas por su espectacular ganado bovino que gastaba cuernos de hasta dos metros y medio de largo.
Pero la pacífica existencia de los bahima y los gorilas fue conmocionada en 1994 por la Guerra Civil de Ruanda, cuando los bandos guerreros saqueaban el bosque para proveerse de alimento y combustible. Al final de la guerra, sorprendentemente, los gorilas estaban intactos, pero la tribu de los bahima ya no existía más, engullida por el ciclón de asesinatos y huidas masivas a las montañas y los países vecinos. Tras las matanzas y la llegada de la paz y de miles de refugiados que invadieron grandes zonas del parque talando sus árboles y matando sus animales, los pocos bahima que pudieron volver vieron su antiguo modo nómada de vida desaparecer.
El parque de Akagera vio dos tercios de su antigua superficie desaparecer, engullidos por la desesperada marea humana que volvía de su éxodo por lo que los bahima supervivientes hubieron de conformarse con tener una choza permanente, una parcelita de tierra y algunas vacas, forzados a convertirse en granjeros comerciales que han de acudir a la ciudad a vender sus productos. Sus niños van al colegio, cada vez son menos bahima, menos diferentes, más parecidos a los otros niños ruandeses. La modernidad abduciendo una modo de vida ancestral, una vez más.
La tribu perdida de Rwanda