Incorporamos a nuestro blog otro de los programas de "Pienso, luego existo", dedicado esta vez al filósofo Emilio Lledó. La verdad es que es una gozada escuchar a gente como Lledó, que hace hincapié en seguir aprendiendo, seguir pensando, seguir interrogándonos, a nosotros y al lenguaje, para evitar que nos manipulen, que nos conviertan en ignorantes, porque el pensamiento es, ante todo, libertad.
Emilio Lledó, la pasión por el lenguaje
RTVE - 29.09.2011
“Lo que yo soy es palabra”. Este pensamiento es uno de los primeros con los que se retrata el sevillano Emilio Lledó, catedrático de Historia de la Filosofía y miembro de la Real Academia de la Lengua, y protagonista de la tercera entrega del programa “Pienso, Luego Existo”, de La 2.
Un apasionado del lenguaje que exclama un “¡qué más quisiera yo!” cuando le presentan como filósofo, porque, confiesa, a él ya le gustaría “saber lo que es la verdad, la justifica, el bien”. Explica también, con absoluto convencimiento, que “una de las misiones más importantes de la filosofía es la reflexión, el pensar en las palabras”.
Para este hermenéutico que, durante los diez años que estudió y vivió en Alemania, conoció otro modelo de enseñanza universitaria que ha querido aplicar en España, la mayor revolución intelectual, “prodigiosa”, según la define, fue convertir al lenguaje en objeto, “desde el sujeto que lo quiere entender”. “Debemos seguir interrogando al lenguaje para evitar que nos manipulen, que nos engañen, que nos ignorantifiquen”, subraya.
Conocimiento deslumbrante de los clásicos
“Locuaz”, “simpático”, alguien “que vive el pensamiento y vive la palabra”, que tiene una memoria deslumbrante para los clásicos hasta el punto de que es capaz de recordar fragmentos completos de Platón en griego…. Así describen a Lledó sus amigos y ex alumnos que han colaborado con este programa de “Pienso Luego Existo”: el periodista y escritor Juan Cruz y el catedrático de Filosofía, Manuel Cruz, entre otros. Ellos explican el método de enseñar de Emilio Lledó (que tiene muy claro que el ser humano, el hombre, “es lo que la educación hace de él”) y sus aportaciones a la filosofía (una “permanente capacidad de interrogarse” y una “permanente capacidad de entusiasmarse”, resume Manuel Cruz). Él tiene claro, además de su pasión por el lenguaje y las palabras, que “el pensamiento es libertad”, que lo que hay que enseñar en las escuelas, en los medios, es “esa liberación de la mente”, al tiempo que defiende la globalización de la cultura, la desfanatización, la libertad, la capacidad de entender, de querer y de amar. Todo para proclamar que “la vida tiene tal fuerza, tal positividad que hay que creer en ella”.