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25 de mayo de 2014

El Crackómetro (32) Al fin llegó La Décima

Tuvo que ser en el minuto 93, después de un partido agónico y cardiopático, cuando llegó el gol de Ramos y mientras millones de españoles se desgañitaban en un alarido primigenio de alegría desatada otros tantos millones, atléticos, culés y demás antimadridistas, lamentaban amargamente el tanto que empataba la final y la encaminaba una prórroga a la que, se veía, el Madrid llegaba más entero física y moralmente, lo que supondría a la postre el claro triunfo de los blancos en los treinta minutos adicionales y la consecución de la gran deseada, la Décima Copa de Europa. 

Fue un partido en el que creemos ganó el que más creyó en la victoria pues el Atlético, a pesar de su admirable trayectoria tanto en la Liga (justísimo vencedor) como en la Liga de Campeones, y a pesar de mostrarse tan granítico y solidario como todo el año, apenas creó ocasiones de gol en todo el partido en la meta de Casillas, pues ni siquiera el gol de Godín hubiera sido tal de no ser por la cantada fatals del portero madridista. Hasta el gol de Ramos, Casillas y los casillistas penaban, penábamos, en silencio ese fallo garrafal que hubiera supuesto un cruel golpe del destino para el genial meta madridista, que comenzó su leyenda en la consecución de la Novena en Glasgow en 2002.


Este triunfo supone la culminación de la gran Champions League que ha hecho el conjunto madridista, donde ha ido dejando en el camino a los campeones de tres de las más potentes ligas europeas como han sido la Juventus, el Bayern de Munich y el propio Atlético de Madrid, que junto al triunfo en Copa ante el Barça, han supuesto el enterramiento de algunos espectros atávicos que atormentaban al madridismo. La demostración de superioridad en la final de Copa y el exorcismo del ogro germánico han sido los más gozosos, más teniendo en cuenta que el repaso más claro haya sido al amanerado Bayern de Guardiola, cinco años después de aquel 2-6 en el Bernabéu, aquella noche de la infamia, auténtico trafalgar del madridismo que sólo un lustro después ha podido vengarse. El que el triunfo en la Champions ha evitado que el Atlético del enorme Simeone se godzillizara en el alma madridista y volteara para mucho tiempo las relaciones de poder en los dos grandes clubes madrileños.


Sin embargo no conviene olvidar que el Madrid ha estado a dos minutos de haberse quedado, el año en el que había conseguido reunir la mejor plantilla de su historia, con el único triunfo en Copa ante un Barça decadente, mal diseñado y moralmente hundido. Porque Ancelotti volvió a regalar los sesenta minutos en los que el falaz Khedira correteó por el campo, hasta que entraron Isco y Marcelo para arreglar el fiasco que se nos venía encima. Pero el fútbol es un deporte de instantes, de errores y aciertos que convergen espacial y temporalmente para cambiarlo todo. Así pues disfrutemos los madridistas de este momento gozoso y preparémonos para el reto del año que viene, con el Barça reinventado por Luis Enrique, otro barrabás del madridismo, que ya se está reforzando con algunos cracks en ciernes como Rafinha y Deulofeu (y los que lleguen), con otro Bayern en el que Guardiola haya aprendido de sus propios errores y junte más grandes jugadores en su lujosa plantilla, como Lewandoski. E intentemos olvidar algunas escenas (la exhibición de Ronaldo sobró totalmente) lamentables como la composición del palco de la noche de ayer o el abrazo de Florentino a Aznar, un auténtico aarg que chirrió la alegría desatada de los asistentes al partido en ese templo del anarcomadridismo ilustrado que es el juzgado del Juez Roy Bean.