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De esta forma, es dirigido por Pedro Olea, quien le da el papel de Benito Freire, personaje basado en uno de nuestros psicokillers nacionales, Manuel Romasanta, el lobishome de Allariz, un buhonero que a mediados del siglo XIX cometió -según su propia confesión- al menos trece asesinatos cometidos entre ataques epilépticos y de licantropía, pues creía firmemente ser un hombre lobo.
Sobre la historia de este señor tan simpático construye López Vázquez un papel de tormentos internos y miradas esquinadas para demostrar, ya en 1971 que no era sólo un gran actor de comedia sino que iba a empezar a confirmarse como uno de los mejores actores españoles de siempre. Extractamos la crítica escrita en la web Dreamers.com sobre esta estupenda y extraña película:
Además, nos muestra una España supersticiosa, ignorante, reprimida, ancestral, pobre, muy religiosa, lo cual le acarreó más de un problema con la censura franquista. Más psicológica que aterradora, Olea utiliza un ambiente y tono naturalista, sin olvidar ese tremendismo casi teatral tipo Valle-Inclán (la escena del baile de los enanos y la mujer "gigante", los diversos recuerdos de la infancia del personaje). La música es el punto negro de la película, muy cargante y repetitiva.
Aquí se empezó a tomar en serio a José Luis López Vázquez, desmarcándose de la comedia casposa y dándole a su personaje una serie de matices que lo hacían aún más atormentado, desdoblado, noctámbulo y paradójicamente, humano (ese momento golpeando el agua donde se refleja). Una "rara avis" dentro del cine español, tan irrepetible y arrebatadora como fueron El espíritu de la colmena o Arrebato esa misma década.