Y con este ya son tres los premios mayores encadenados por la selección en cuatro años, una gesta sólo al alcance de esta irrepetible generación de futbolistas que tantas alegrías nos están dando. Convendría que nuestro país, con querencia a la memoria débil, sepa valorar en su justa medida el enorme esfuerzo y talento necesario para lograr semejante hazaña para que, cuando lleguen las derrotas y las decepciones que inevitablemente vendrán algún día, no comenzáramos con el pasatiempo nacional de barrenar la labor de estos magníficos profesionales. En estos cuatro años España se ha convertido en el referente futbolístico mundial, dotando a su juego de un estilo pleno de garra y calidad que está marcando una época.
Mención especial para el seleccionador Vicente del Bosque, un tipo sabio y sensato -con el que el Real Madrid sigue en deuda- y que puede presumir (aunque no lo hará) de ser el único entrenador en haber conquistado la Copa de Europa de clubes, el Mundial y la Eurocopa. Y también para el único lunar de la noche, la viscosa presencia de Mariano Rajoy dejando a su paso su característico rastro de ascopena.
Disfrutemos pues el momento, un consuelo en tiempos difíciles. Campeones, una vez más.
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