Este simpático plumífero es Pitusquiño. Encontramos este vencejito en nuestra misma calle a finales de junio del año pasado, apretado contra el muro de una casa en instintivo gesto de protección, con toda la pinta de haberse caído del nido o haber calculado mal sus fuerzas en su primer vuelo. Tenía el plumaje ya desarrollado pero le faltaba un hervor de energía en las alas por lo que recogimos su cuerpecillo frágil y palpitante, lo subimos a casa y decidimos cuidarle hasta que pudiera emprender su primer vuelo con garantías.
Estuvo en casa un par de semanas, mientras se fortalecía a base de croquetas de pienso de los gatos empapadas en agua, desdeñando el propio de pájaros insectívoros que le había comprado. Porque ese detalle, lo del pienso gatuno, fue el que dio a su periodo de entrenamiento un toque de suspense, pues en mi casa vivían dos felinillos en ese momento. Y claro, lo fliparon un poco cuando lo vieron.
Estuvo en casa un par de semanas, mientras se fortalecía a base de croquetas de pienso de los gatos empapadas en agua, desdeñando el propio de pájaros insectívoros que le había comprado. Porque ese detalle, lo del pienso gatuno, fue el que dio a su periodo de entrenamiento un toque de suspense, pues en mi casa vivían dos felinillos en ese momento. Y claro, lo fliparon un poco cuando lo vieron.
Se le acercaban al principio con pasmo y curiosidad, pero tras entender mis advertencias de que con ese pequeño ser no se podía jugar, lo miraban con resignación y cierta indiferencia.
Le improvisamos su vivienda en una caja que normalmente tenía en mi mesa de trabajo o lo dejaba en el balcón para que se familiarizara con los sonidos de los otros vencejos sobre el cielo de Madrid, chillando como niños, alegres de vivir y de volar, aunque por las noches era mejor evitar felinas tentaciones y las pasaba en un transportin dentro de una habitación cerrada.
Le improvisamos su vivienda en una caja que normalmente tenía en mi mesa de trabajo o lo dejaba en el balcón para que se familiarizara con los sonidos de los otros vencejos sobre el cielo de Madrid, chillando como niños, alegres de vivir y de volar, aunque por las noches era mejor evitar felinas tentaciones y las pasaba en un transportin dentro de una habitación cerrada.
Cuando lo llevaba a la plaza a entrenar las alas, al veterinario o cuando se convirtió en el primer vencejo en viajar en Metro, se agarraba con determinación al cuello de mi camisa y cuando le acariciaba la cabeza él entrecerraba sus negros ojillos y yo me moría de amor.. y así yo iba con mi lindo brochecito pajaril por la calle, más contento que nada.
Al final lo soltamos en el cielo lleno de pájaros del chalet de mis padres. La primera vez en la que lo eché al aire se enganchó en una rama y cayó al suelo, pero en el segundo intento, tras remontar aleteando con algo de suspense la valla de la finca y realizar un quiebro en el aire, desapareció volando por encima de unos árboles, comenzando su sempiterna vida de volador pluscuamperfecto.
Me acuerdo de él a menudo y cuando los vencejos vuelven en primavera a sobrevolar el cielo sobre Malasaña para anidar en sus tejados siempre espero que ese dulce animalito pudiera salir adelante y sea uno de ellos. Compartió su pequeña vida conmigo sólo dos semanas pero se hizo un hueco con forma de flecha plumada en mi corazón y seguro que aparecerá en los grandes momentos de la vida del Juez Roy Bean, esos que dicen se nos cruzan por la mente cuando vamos a morir.
Al final lo soltamos en el cielo lleno de pájaros del chalet de mis padres. La primera vez en la que lo eché al aire se enganchó en una rama y cayó al suelo, pero en el segundo intento, tras remontar aleteando con algo de suspense la valla de la finca y realizar un quiebro en el aire, desapareció volando por encima de unos árboles, comenzando su sempiterna vida de volador pluscuamperfecto.
Me acuerdo de él a menudo y cuando los vencejos vuelven en primavera a sobrevolar el cielo sobre Malasaña para anidar en sus tejados siempre espero que ese dulce animalito pudiera salir adelante y sea uno de ellos. Compartió su pequeña vida conmigo sólo dos semanas pero se hizo un hueco con forma de flecha plumada en mi corazón y seguro que aparecerá en los grandes momentos de la vida del Juez Roy Bean, esos que dicen se nos cruzan por la mente cuando vamos a morir.