"Produce una inmensa tristeza pensar que la Naturaleza habla mientras el género humano no la escucha"
Victor Hugo
Publicamos un post que encontramos en la web Energy Puzzle sobre un artículo escrito en la prestigiosa revista Nature por un conjunto de 22 científicos internacionales de todo pelaje, (biólogos, ecólogos, climatólogos, bioquímicos...) sobre el más que probable colapso ecológico a nivel planetario que puede sufrir nuestro planeta en las próximas décadas de continuar las sociedades humanas ejerciendo su presión creciente sobre los ecosistemas naturales que rigen nuestro planeta.
Victor Hugo
Publicamos un post que encontramos en la web Energy Puzzle sobre un artículo escrito en la prestigiosa revista Nature por un conjunto de 22 científicos internacionales de todo pelaje, (biólogos, ecólogos, climatólogos, bioquímicos...) sobre el más que probable colapso ecológico a nivel planetario que puede sufrir nuestro planeta en las próximas décadas de continuar las sociedades humanas ejerciendo su presión creciente sobre los ecosistemas naturales que rigen nuestro planeta.
Observando los
cambios que se llevan sucediendo en las últimas décadas en el sistema
Tierra, sin precedentes en la historia de la humanidad, la presión que el desbocado crecimiento demográfico y el enorme consumo energético (en gran medida aún dependiente de los combustibles fósiles) ejercen
sobre los recursos naturales, los virulentos efectos del cambio
climático antropogénico que extreman la meteorología en todo el mundo,
además de la degradación y fragmentación sufridas por los ecosistemas,
pueden acelerar el progresivo agotamiento en la capacidad de creación y regeneración de recursos por parte de la Naturaleza.
Si la humanidad no cambia de inmediato su consumismo voraz (y no parece que lo vaya a hacer), si no reducimos la natalidad, la deforestación de los pulmones del planeta, la emisión de gases de efecto invernadero, la presión sobre los menguantes recursos hídricos, el consumo energético y la depredación insostenible de los recursos naturales (y no parece que vayamos a reducir nada de todo eso, sino al contrario), nuestro mundo puede llegar a una "critical transition" sin retorno, como las alcanzadas en las anteriores cinco grandes extinciones sufridas por nuestro planeta. Según la ONU estamos experimentando el mayor ritmo de extinción de especies desde que los dinosaurios desaparecieron, hace 65 millones de años, de nuestro planeta. El futuro no pude ser menos halagüeño: La mayoría de los países del mundo, entre ellos España, carecen de planes nacionales adecuados para frenar la extinción de animales y plantas.
Si la humanidad no cambia de inmediato su consumismo voraz (y no parece que lo vaya a hacer), si no reducimos la natalidad, la deforestación de los pulmones del planeta, la emisión de gases de efecto invernadero, la presión sobre los menguantes recursos hídricos, el consumo energético y la depredación insostenible de los recursos naturales (y no parece que vayamos a reducir nada de todo eso, sino al contrario), nuestro mundo puede llegar a una "critical transition" sin retorno, como las alcanzadas en las anteriores cinco grandes extinciones sufridas por nuestro planeta. Según la ONU estamos experimentando el mayor ritmo de extinción de especies desde que los dinosaurios desaparecieron, hace 65 millones de años, de nuestro planeta. El futuro no pude ser menos halagüeño: La mayoría de los países del mundo, entre ellos España, carecen de planes nacionales adecuados para frenar la extinción de animales y plantas.
Tras sobrepasar ciertos
umbrales críticos a partir de los cuales las calladas y vitales
funciones de aprovisionamiento y regeneración con las que nuestro
planeta nutre a las civilizaciones humanas pueden sufrir cambios
bruscos e irreversibles, será cuando nos golpeen las insospechadas
consecuencias de todo ello y cuando nos lamentaremos del daño causado al
macrosistema que sostiene la vida en la Tierra. Y lo
sufriremos nosotros pero sobre todo nuestros hijos, que en sus vidas
adultas pueden vivir la distopía planetaria perfecta.
Definitivamente, se trata de un “must“. O mejor dicho, un “must read“. Tres semanas atrás se publicó en el número 486 “Nature” un artículo titulado “Approaching a state shift in earth’s biosphere“ y, sinceramente, si la temática ambiental, energética y social son de su interés no debería perdérselo. El estudio ha sido realizado por un conjunto de 22 científicos de renombre internacional: Anthony Barnosky, Elizabeth A. Hadly, Charles Marshall, Nicholas Matzke, Eric L. Berlow, Wayne M. Getz, Rosemary Gillespie, Justin Kitzes, John Harte y Neo D. Martinez de Berkeley; Jordi Bascompte y Eloy Revilla de la Estación Biológica de Doñana del CSIC; Mikael Fortelius de la Universidad de Helsinki; James H. Brown de la Universidad de New Mexico; Alan Hastings, David P. Mindell y Geerat Vermeij de la Universidad de California; Arne Mooers de la Simon Fraser; Pablo A. Marquet de la Universidad Pontificia de Chile; Peter Roopnarine de la California Academy of Sciences; John W. Williams de la Universidad de Wisconsin y Adam B. Smith del Missouri Botanical Garden. Además, es un equipo multidisciplinar: hay botánicos, ecólogos, biofísicos, bioquímicos… incluso expertos en management. Ha sido noticia en la prensa generalista (Forbes, Wired…), y tiene como referente inmediato otro artículo de Nature (en el número 471) con algunos de los mismos autores, y titulado con un inquietante: “Has the Earth’s sixth mass extinction already arrived?”.
(...) La conclusión de este estudio (que también ha pasado por el peer-review, claro) es la certeza de un cambio “abrupto e irreversible” de la Tierra. Los ecosistemas habrían superado diferentes umbrales críticos (“critical transitions caused by threshold effects are likely“), y la mano del hombre está en esa presión sobre el planeta. No hay fecha para el cambio. De hecho, sería bastante absurdo concretar una fecha (este tipo de cambios son fenómenos progresivos), pero se considera seguro durante la segunda mitad de este siglo.
Una ‘critical transition‘ es la que de producirse no permite volver al estado previo. ¿Eso ya ha pasado? Pues al final de la última glaciación, hará unos 14.300 años (y que duró… 3.000 años). El Holoceno (que así se llama ese periodo geológico) acabó con la extinción de la mayoría de mamíferos grandes, como el mamut o el oso cavernario. El hombre que, ya llevaba un montón de años por el planeta, también habría colaborado en esa extinción, cazando mamuts o similares y arrasando zonas de cultivo. Otras ‘critical transitions‘ habrían sido las “Big Five’ mass extinctions” hace 450, 359, 251, 200 y 2 millones de años (por eso Barnosky habla de si esta será la sexta) que habrían acabado con el 75% de las especies. En la conocida como K/T, hace 65 millones de años, en la que se extinguieron los dinosaurios (parece ser que tras el impacto de un meteorito). Lo que plantean Barnosky y sus investigadores es una serie de ‘global scale forcings‘. En realidad, es otra versión de los modelos IPAT de los setenta de Ehrlich y Holdren. La ecuación explica que una población “P”, que consume “A” en función de la tecnología “T”, genera un impacto “I”: I=PAT. O sea, una reedición de la clásica trampa malthusiana.
Bueno, pues ahora resulta que la presión del crecimiento demográfico (9.000 millones en 2045-2050, a razón de 77 millones de nuevas personas al año) sobre los recursos, las transformaciones de los ecosistemas y su fragmentación, el subsiguiente consumo energético lleva como contrapartida el cambio climático. Todo esto, en su conjunto, habría superado la presión de la última era glaciar: entonces el 30% del planeta era hielo; hoy el 43% son terrenos agrícolas o urbanizados. Luego estaría también la apropiación de los humanos del 20-40% de la NPP (net primary productivity) de la Tierra. Esto sería la cantidad de materia orgánica que se produce por fotosíntesis y quimiosíntesis, o sea, los nutrientes básicos. El CO2 ha aumentado un 35% desde antes de existir los combustibles fósiles. Se han acificado los océanos (el pH ha bajado un 0.05) y la polución ha alterado la cadena de nutrientes en el mar,… ¿Seguimos?
En estas mismas fechas (y en un claro efecto Rio+20), Naciones Unidas (por vía de la UNEP, o PNUMA, si quiere) también ha advertido sobre ese “colapso inminente” o menor dicho “inevitable“. Y lo ha hecho con un informe de 525 páginas donde también advierte que nuestro planeta está experimentando cambios sin precedentes al acercarse a sus “límites biofísicos“. Es el GEO-5 Report (el informe estrella del PNUMA) también llamado “Global Environmental Outlook” La primera sorpresa es que hay puntos de vista coincidentes con el articulo de Barnosky & Co.. Dice el GEO-5: ”a medida que las presiones humanas sobre el sistema Tierra se aceleran, varios de los umbrales críticos a nivel mundial, regional y local están cerca e superarse o se han superado” Añade: “Los cambios que actualmente se observan en el sistema Tierra no tienen precedentes en la historia de la humanidad“; y es totalmente deprimente cuando dice: “En los últimos cinco años no han disminuido ni la escala de los cambios ni su velocidad“. Toma castaña.
¿Y qué dice en realidad Barnosky? Que hay evidencias científicas de que la Tierra está a punto de pasar un punto sin retorno en que no podremos volver atrás. Pero no sabemos el estado nuevo del planeta. Sí que será muy diferente, y seguro que los climas serán muy distintos: eso afectará, por ejemplo, a cómo producimos los alimentos (piense en los cereales)… La cosa favorecerá a unos y perjudicará a otros. La vida seguirá ahí, y el planeta seguirá ahí. Los humanos no están en riesgo de extinción; no se trata de eso. Pero lo que es seguro es que (una vez más) eso perjudicará a los más pobres y vulnerables: ¿Políticas? Ese es un juego a corto plazo. Los políticos no piensan en nuestros hijos (a veces, ni en los suyos): piensan en las próximas elecciones. ¿Qué será clave? Primero, reducir la natalidad (basta con invertir en educación y sanidad, y no nos engañemos) y sobre todo reducir el consumo energético, reduciendo los recursos que consumimos (es decir, hay que consumir menos per cápita: reducir la huella ecológica, vaya).
Pero ahora la cosa va de economía, ya sabe. Hemos de salvar los bancos, deudas y deudores con cantidades que causan sonrojo (¿sabía que el coste de erradicar la pobreza en el mundo es de 40.000 millones de dólares al año? Eso es la tercera parte del rescate la banca española). ¿Por qué cuesta tanto entender que Economía y Medio Ambiente es lo mismo? La economía depende de la energía y de los recursos naturales de forma directa. ¿Y qué es eso sino medio ambiente? ¿No está claro? ¿Y de dónde sale eso sino del planeta? La concepción economicista clásica del mundo entiende el planeta como una serie de economías de frontera, que asumen los recursos como ilimitados. Pues no es así. Seguimos creciendo explotando territorios y recursos remotos, pero para Barnosky y su equipo de investigadores es como si le hubiésemos dado la vuelta al planeta: back where we started. Cada vez queda menos. O nada. Dice el GEO-5: “si la humanidad no cambia de inmediato sus hábitos, se puede llegar a sobrepasar umbrales críticos, a partir de lo cual las funciones vitales del planeta pueden sufrir cambios bruscos e irreversibles“. Hay que cambiar, y cambiaremos: por las buenas, o por las malas.