Grandes barcos utilizan inmensas redes cónicas, algunas del tamaño de un campo de fútbol y una altura de hasta tres pisos, trampas letales que se posan y se arrastran por el fondo gracias a enormes y pesadas puertas metálicas.“En las profundidades de los océanos, invisible a nuestros ojos, se está comentiendo el crimen perfecto. Nadie lo ve, pero se están destruyendo los fondos marinos con las redes de arrastre. Por eso hemos salido a la calle, para hacer esto visible e informar a los consumidores y a los supermercados de la destrucción que causa este método de pesca y pedirles que no sean sus cómplices”
Paloma Colmenarejo, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace.
Las redes de pesca de arrastre no discriminan entre las especies marinas que capturan. Muchas de las especies atrapadas son devueltas al mar muertas o moribundas al no tener interés comercial. Por ejemplo, por cada kilogramo de camarón se capturan de forma accidental (by-catch) hasta 20 kilogramos de otras especies marinas que se devuelven al mar y mueren, incluida la captura de muchos ejemplares jóvenes de especies cotizadas antes de que tengan oportunidad de reproducirse.
Los barcos arrastreros son capaces de pescar en cañones abisales y en escarpados lechos marinos, lugares de gran biodiversidad (se calcula que las zonas abisales podrían albergar entre 500.000 y 10 millones de especies, cantidad comparable a la de las selvas tropicales más ricas del mundo) que en el pasado evitaban por temor a dañar las redes. Para capturar las especies que son el objetivo de su actividad como camarones, fletanes, gallinetas y rapes, desplazan por el fondo marino redes inmensas equipadas con grandes placas de acero y pesados rodillos que destruyen todo a su paso. Los frágiles ecosistemas abisales son arrasados de manera similar a lo que sucede con la tala de las selvas tropicales.
Una vez lanzada al fondo arrastra camarones, estrellas de mar y demás moluscos, así como las formaciones coralinas y praderas submarinas que encuentre a su paso, dejando los fondos marinos completamente devastados. Es tan poco selectiva que se compara con la deforestación de un bosque entero para la utilización de unos pocos árboles. Este arte de pesca se lleva a cabo entre 400 y 2.000 metros de profundidad, en la oscuridad del fondo de los océanos. Las especies abisales son muy vulnerables a la sobrepesca ya que vivien en ambientes con pocas alteraciones y tienden a tener un crecimiento lento y maduración tardía.
Once son los principales países implicados en este destructivo tipo de pesca, Dinamarca (Islas Feroe), Estonia, Islandia, Japón, Letonia, Lituania, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Rusia y cómo no, España.
Desde organizaciones como Greenpeace se trabaja para que en la reforma de la Política Pesquera Común se incluya la eliminación de la pesca de arrastre de profundidad y se eliminen las fuertes subvenciones con la que se sostiene, pues este tipo de pesca tan perniciosa (que sólo produce el 0.95% del empleo) ha recibido en 15 años 142 millones de euros, una media de nueve millones y medio por año.
Y como no parece que a nuestro gobierno, el de ahora y el que viene, se le vaya a caer la cara de vergüenza por ello, menos aún a los grandes grupos pesqueros industriales que las realizan, es por ello que también el consumidor final (nosotros) debería reaccionar. Ya sabemos lo que hay detrás de cada acto de compra de especies capturadas con estas redes letales que devastan nuestros océanos. En nuestras manos está comprar o no.
Los barcos arrastreros son capaces de pescar en cañones abisales y en escarpados lechos marinos, lugares de gran biodiversidad (se calcula que las zonas abisales podrían albergar entre 500.000 y 10 millones de especies, cantidad comparable a la de las selvas tropicales más ricas del mundo) que en el pasado evitaban por temor a dañar las redes. Para capturar las especies que son el objetivo de su actividad como camarones, fletanes, gallinetas y rapes, desplazan por el fondo marino redes inmensas equipadas con grandes placas de acero y pesados rodillos que destruyen todo a su paso. Los frágiles ecosistemas abisales son arrasados de manera similar a lo que sucede con la tala de las selvas tropicales.
Una vez lanzada al fondo arrastra camarones, estrellas de mar y demás moluscos, así como las formaciones coralinas y praderas submarinas que encuentre a su paso, dejando los fondos marinos completamente devastados. Es tan poco selectiva que se compara con la deforestación de un bosque entero para la utilización de unos pocos árboles. Este arte de pesca se lleva a cabo entre 400 y 2.000 metros de profundidad, en la oscuridad del fondo de los océanos. Las especies abisales son muy vulnerables a la sobrepesca ya que vivien en ambientes con pocas alteraciones y tienden a tener un crecimiento lento y maduración tardía.
Once son los principales países implicados en este destructivo tipo de pesca, Dinamarca (Islas Feroe), Estonia, Islandia, Japón, Letonia, Lituania, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Rusia y cómo no, España.
Desde organizaciones como Greenpeace se trabaja para que en la reforma de la Política Pesquera Común se incluya la eliminación de la pesca de arrastre de profundidad y se eliminen las fuertes subvenciones con la que se sostiene, pues este tipo de pesca tan perniciosa (que sólo produce el 0.95% del empleo) ha recibido en 15 años 142 millones de euros, una media de nueve millones y medio por año.
Y como no parece que a nuestro gobierno, el de ahora y el que viene, se le vaya a caer la cara de vergüenza por ello, menos aún a los grandes grupos pesqueros industriales que las realizan, es por ello que también el consumidor final (nosotros) debería reaccionar. Ya sabemos lo que hay detrás de cada acto de compra de especies capturadas con estas redes letales que devastan nuestros océanos. En nuestras manos está comprar o no.