áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso:
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el daño:
beber veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el daño:
creer que el cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe."
Desmayarse. Soneto 126 Lope de Vega (1604)
dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe."
Desmayarse. Soneto 126 Lope de Vega (1604)
"Desde el primer momento en que la ví no pude quitarle los ojos de encima, ella era la cosa más erótica que jamás había visto. Era muy hermosa, con la piel y el cabello dorados y de sangre italiana. Empezamos a hablar y mi cabeza comenzó a girar"
Bob Dylan, tras conocer a Suze Rotolo (1961)
"El amor fue algo que sentí muy de repente, poco después que ella se lanzara a contar lo que prometía ser una historia bastante larga y aburrida (suscitada indirectamente por la llegada de equipajes en la cinta de al lado) sobre unas vacaciones estivales que pasó con su hermano en Rodas. Mientras Chloe hablaba, me puse a mirar sus manos, que jugueteaban con el cinturón de su abrigo de lana beige (tenía un par de lunares en la base del dedo índice) y cai en la cuenta, como si hubiera sido la más evidente de las verdades, de que la amaba. No puse menos que concluir que, por muy molesto que fuera el hecho de que casi nunca terminase sus frases, o a pesar de su angustia y de cierto mal gusto en la elección de sus pendientes, era adorable. Fue un momento de idealización total que dependía tanto de una inexcusable inmadurez emocional como de la elegancia de su abrigo, de mi cansancio tras el viaje, de lo que había desayunado y del deprimente aspecto que ofrecía la zona de recogida de equipajes de la terminal cuatro, frente al cual su belleza adquiría aún mayor relieve."
Del amor. Alain de Botton
A pesar de que el amor recorre muchas de las entradas de este blog no podía faltar en éste una serie de entradas dedicadas en exclusiva a esta pulsión primordial de la raza humana que, en sus diversas manifestaciones y fases, mediatiza y vertebra nuestras emociones, comportamiento y sensación de felicidad a lo largo de nuestra biografía. Todo empieza cuando, sin saber bien por qué, la mirada o la piel de otra persona producen el primer estremecimiento de sinapsis en nuestro sistema cerebral de placer y recompensa. Comienza el Amor.
Primera parte. El amor en el cerebro
Para comprender los cambios que el amor produce en la química de nuestro cerebro que producen el enamoramiento, para entender por qué esa persona nos ha robado el pensamiento, dos de nuestros programas de divulgación científica de referencia, Redes y Tres14, se encargan de ello.
Redes 187 - La quimica del amor
«Los síntomas del enamoramiento se deben a que la actividad química de nuestro cerebro cambia. Aumentan los niveles de dopamina, norepinefrina y disminuye los de otra molécula, la serotonina. Este cóctel químico nos hace sucumbir al amor y a todos sus efectos. El o ella se convierten en el centro de todo, la dopamina y norepinefrina ayudan a focalizar nuestra atención, miramos al amado como algo único y nuevo. Y recordamos detalles minúsculos de esta persona y del tiempo que hemos pasado juntos gracias a la norepinefrina la cual aumenta la capacidad de recordar estímulos nuevos. No podemos dejar de pensar en él o ella, es inevitable, los niveles de serotonina disminuyen y provocan un pensamiento obsesivo. Buscamos la manera de tener cosas en común cambiando nuestra manera de vestir, nuestros gustos, con el fin de agradarle. La causante es la dopamina que se asocia con la motivación y las conductas orientadas a alcanzar un objetivo concreto.
Redes 187 - La quimica del amor
«Los síntomas del enamoramiento se deben a que la actividad química de nuestro cerebro cambia. Aumentan los niveles de dopamina, norepinefrina y disminuye los de otra molécula, la serotonina. Este cóctel químico nos hace sucumbir al amor y a todos sus efectos. El o ella se convierten en el centro de todo, la dopamina y norepinefrina ayudan a focalizar nuestra atención, miramos al amado como algo único y nuevo. Y recordamos detalles minúsculos de esta persona y del tiempo que hemos pasado juntos gracias a la norepinefrina la cual aumenta la capacidad de recordar estímulos nuevos. No podemos dejar de pensar en él o ella, es inevitable, los niveles de serotonina disminuyen y provocan un pensamiento obsesivo. Buscamos la manera de tener cosas en común cambiando nuestra manera de vestir, nuestros gustos, con el fin de agradarle. La causante es la dopamina que se asocia con la motivación y las conductas orientadas a alcanzar un objetivo concreto.
Si surgen obstáculos para la relación, los sentimientos se intensifican; este hecho se conoce como el “efecto Romeo y Julieta” y ocurre porque percibir la adversidad hace que aun aumente más la dosis de dopamina. No es de extrañar que los amantes crucen continentes para abrazarse solo por unos días o cambien de trabajo o incluso mueran el uno por el otro. Cuando este sistema se activa poco podemos hacer. La dopamina llega a regiones cerebrales donde se genera la motivación para alcanzar recompensas. Si tarda en llegar, los productores de dopamina prolongan su actividad, los niveles aumentan y la motivación cobra más fuerza. Si ese teléfono aun no suena, se enviarán señales a la amígdala y se desencadenará la ira; de esta manera el amor y el odio están íntimamente conectados en el cerebro, producen las mismos síntomas y ponen en actividad las mismas sustancias químicas, de ahí que el cerebro humano haya capacitado al amante abandonado a odiar fácilmente a la persona que adoraba. Es solo un juego de combinaciones químicas donde los límites son muy frágiles. El amor y el odio son cosas muy iguales, la indiferencia es su contrario. Amamos a una persona y la odiamos al mismo tiempo y aquello por lo que suspiramos se llama indiferencia. El amor y el odio tienen mucho en común, cuando odiamos concentramos nuestra atención tanto como cuando amamos. Nos cuesta comer y nos cuesta dormir.
Cuando surge la decepción, tenemos una tristeza enorme, el amante rechazado al final se rinde, y esto se debe a que el cuerpo humano, químicamente, no puede hacer frente a tanto desgaste energético. La ira nos abandona y nos resignamos a la pérdida. Los sentimientos de resignación y de desesperación son los protagonistas del final del amor. Estos sentimientos están directamente asociados con el sistema de recompensa del cerebro y con su combustible, la dopamina. Cuando al final nos damos cuenta que la recompensa no llegará, las células productoras de dopamina disminuyen su actividad; los niveles bajos de dopamina se asocian al abatimiento y al letargo. Cuando el estrés del abandono es prolongado disminuyen las tres sustancias, la dopamina, la norepinefrina y la serotonina, haciéndonos caer en una depresión. Un mecanismo para empezar de cero. Estamos diseñados para sufrir cuando nos falla el amor, sólo el tiempo nos saca de la angustia y la desesperación.
Tras la borrachera bioquímica del enamoramiento, el cuerpo y la mente deben recuperarse. Si nos pasáramos toda la vida enamorados, no tendríamos la suficiente atención ni la energía necesaria para hacer nada más. Por tanto, es necesario que se acabe. El hipotálamo, se encarga de poner orden, de crear lazos de cariño. La locura del amor romántico se transforma en un sentimiento de calma y unión con una pareja. Sin embargo, la felicidad no es eterna, la monogamia no es eterna, tiene fecha de caducidad, unos 4 años; al cabo de este tiempo existe una tendencia universal de cambiar de pareja. Somos monógamos pero estamos hechos para tener varias parejas. La mayoría de nosotros anhela una pareja para toda la vida, muchos consiguen ser feliz y mantener la química del apego, del cariño y de la complicidad durante muchos años ; es cuestión de suerte, al fin y al al cabo nosotros poco decidimos, nuestra biología se encarga de ello sin que nos demos cuenta.»
Tres14 - Hombres y mujeres
Los animales tardan minutos en elegir pareja. Los humanos, sin embargo, necesitamos hasta año y medio. Es la fase del amor romántico. Un ritual de cortejo en el que vemos al otro como alguien especial. Un alto nivel de dopamina en el cerebro hace que ignoremos los defectos de nuestro amante. Otras dos hormonas, la vasopresina y la oxitocina, se encargan de estimular lazos con la pareja. El deseo y la confianza, o los celos y la incomprensión, todo sucede en los cerebros de mujeres y hombres. Por eso puede estudiarse científicamente. Unos como la neurobióloga Mara Dierssen y el escritor Allan Pease analizan cómo sienten y se relacionan mujeres y hombres. Otros como la prestigiosa antropóloga neoyorquina Helen Fisher, estudia la química del amor. tres14 habla con ellos para saber ¿en qué nos parecemos los hombres y las mujeres? ¿cómo reacciona el cerebro cuando nos enamoramos? ¿cuál es la fórmula de las parejas que duran? ¿en qué se fijan los hombres?. Y además en este programa hablamos de: amor químico; ¿somos tan diferentes los hombres y las mujeres?; ¿en el origen todos somos hembras?; ¿el amor es universal?; ¿por qué el beso es el símbolo del amor?; ¿nacen más niñas que niños?; ¿cuál es el origen del matrimonio?
Segunda parte. Un sms tuyo bastará para sanarme
Sin embargo no toda la hipnosis del amor podría explicarse sólo en términos de hormonas y neurotransmisores. Como todas las emociones humanas fundamentales, en el amor existe algo elusivo e indescriptible que se escapa a todo análisis, que se revela en clave de magia, obsesión y placer. José Antonio Marina nos hablará sobre ello. Para finalizar esta segunda parte, después de Marina, una preciosa versión de una canción de The Cure cantada por Mariee Sioux en el album tributo a The Cure "Perfect As Cats" y la inolvidable instantánea de Annie Leibovitz a un John Lennon entregado al amor horas antes de morir, nos ofrecen otras miradas al hedónico absolutismo del amor.
El amor no es sólo bioquímica
Texto: José Antonio Marina El Mundo / Ciencia 14/02/2008
Mi fascinación por los fenómenos afectivos deriva, entre otras cosas, de su complejidad. Nuestros sentimientos dependen de la actividad cerebral, de la acción química de neurotransmisores y hormonas, lo que no significa que sean solamente eso. Cuando sucesos fisiológicos se convierten en consciencia, surge un territorio nuevo. Lo mismo ocurre cuando de elementos inorgánicos brota la vida. Vida y consciencia son fenómenos emergentes de la materia. Saltos de fase.
Pero lo cierto es que las sustancias químicas producen estados sentimentales. En eso radica el éxito de las drogas. ¿Hay una química del enamoramiento? El amor apasionado aparece súbitamente. Una persona concreta se convierte en polo único de interés o de deseo. Ortega decía que el amor es una enfermedad de la atención. Produce, desde luego, pensamientos intrusivos. El amante no puede dejar de pensar en la persona amada, dotada en ese momento de todo tipo de perfecciones. Esta experiencia –que se da en todas las culturas– es agradable, energética y euforizante. La realidad entera se transfigura y los enamorados se sienten ágiles y vitales, por eso corren y saltan, como se ve en numerosas películas.
Para descifrar el misterio del enamoramiento, los científicos se han fijado en sustancias que producen sentimientos parecidos. A mediados de los ochenta, Michael Leibowitz, de la Universidad de Columbia, supuso que había una «feniletilamina natural», una variedad de anfetaminas, responsable de esa experiencia cumbre. Antes de que se demostrara su existencia, los periodistas ya la habían denominado «hormona del amor». Otros investigadores más cuidadosos se centraron en hormonas y neurotransmisores ya conocidos.
El sentimiento de intensidad, energía y euforia lo relacionaron con la dopamina y la noradrenalina, que producen esos efectos. Por otras razones investigaron la serotonina. El enamoramiento produce pensamientos casi obsesivos. Mi generación, que aprendió el amor en los boleros, de manera claramente fragmentaria y sectaria, sabía que «Amor es un algo sin nombre que obsesiona a un hombre por una mujer».
En los trastornos obsesivos se detectan bajas tasas de serotonina, luego había que hacerla intervenir en el enamoramiento. Los antecedentes bioquímicos del amor estaban identificados: tasas altas de dopamina y noradrenalina, tasas bajas de serotonina. Al menos eso pensaba el equipo de Helen Fisher. El gran neurólogo Semir Zeki añadió una pieza más. Comprobó que en los enamorados había muy poca activación de las zonas cerebrales responsables del pensamiento crítico, por eso no ven ningún defecto en la persona amada.
Entonces entró en escena mi hormona preferida: la oxitocina, la hormona de la maternidad, el parto y la lactancia. Uvnas-Moberg descubrió que tanto el hombre como la mujer la producen durante las relaciones sexuales. El amor apasionado enlazaba así con la ternura. Bioquímicamente está hecho para durar. Me apasionan estos estudios, pero reducir el amor a bioquímica es como convertir Las meninas en un kilo de azul prusia, dos de blanco plomo, quinientos gramos de tierra de siena, tres litros de aceite, etc. Lo importante no son los ingredientes, sino la novedad del resultado.
Lovesong (The Cure) - Mariee Sioux
Whenever I'm alone with you, you make me feel like I'm home again,
Whenever I'm alone with you, you make me feel like I'm whole again.
Whenever I'm alone with you, you make me feel like I'm young again,
Whenever I'm alone with you, you make me feel like I'm fun again.
However far away, I will always love you, however long I stay, I will always love you, whatever words I say, I will always love you, I will always love you.
Whenever I'm alone with you, you make me feel like I'm free again,
Whenever I'm alone with you, you make me feel like I'm clean again.
However far away, I will always love you, however long I stay, I will always love you, whatever words I say, I will always love you, I will always love you.
Tercera parte - El amor agónico / La ruptura
"No es que el amor yerre a veces, sino que es, por esencia, un error. Nos enamoramos cuando sobre otra persona nuestra imaginación proyecta inexistentes perfecciones. Un día la fantasmagoría se desvanece y con ella, muere el amor."
Estudios sobre el amor - José Ortega y Gasset
Los acontecimientos del pasado son los que determinan el presente. Por ejemplo, si tus padres no se hubieran conocido, hoy no existirías. Cuanto más se retrocede en el encadenamiento de circunstancias que conforman la historia del mundo, más inesperadas y sutiles serán las consecuencias que acarree el hecho más nimio en una compleja, casi infinita sucesión de concatenaciones. Por ejemplo, si durante el cretácico superior cierto plesiosaurio carnívoro no se hubiera comido los huevos que una hembra de triceratops desovó tontamente cerca de la orilla, quizás, vaya uno a saber, me seguirías queriendo. Concatenación. Temporada de fantasmas - Ana María Shua
Porque pasa el tiempo y se desvanecen los embriagadoras efluvios del enamoramiento y afloran las diferencias de carácter y al amor le empiezan a lastrar la cotidianidad, los desencuentros y la incomunicación. Se rompe el equilibrio en las sutiles relaciones de poder en la pareja, los cuerpos ya se conocen y llega una paulatina extinción del deseo y si no se le pone remedio, las distancias en la pareja pueden hacerse demasiado grandes y conducir fácilmente a la pérdida de respeto, el desprecio e incluso el odio. O peor aún, a la indiferencia. Es entonces cuando se descubre la naturaleza impostora del amor.
Es por eso que, cuando miras algunas de tus antiguas relaciones, te preguntas cómo pudiste estar tanto tiempo con esa persona con la que realmente tienes tan poco en común, ese amor que un día meció tu vida y exaltó tus emociones y que ahora descubres en todas sus imperfecciones. Entonces ocultas y piensas que bueno, estuvo bien durante un tiempo, pero siempre le sobró el último tramo, lo que podríamos llamar 'el amor agónico'. En nuestra octava adherencia, Lili Taylor habla de ello a una cámara en la primera película de Isabel Coixet, la preciosa "Cosas que nunca te dije".
Es por eso que, cuando miras algunas de tus antiguas relaciones, te preguntas cómo pudiste estar tanto tiempo con esa persona con la que realmente tienes tan poco en común, ese amor que un día meció tu vida y exaltó tus emociones y que ahora descubres en todas sus imperfecciones. Entonces ocultas y piensas que bueno, estuvo bien durante un tiempo, pero siempre le sobró el último tramo, lo que podríamos llamar 'el amor agónico'. En nuestra octava adherencia, Lili Taylor habla de ello a una cámara en la primera película de Isabel Coixet, la preciosa "Cosas que nunca te dije".
Adherencias (8)
Cosas que nunca te dije (Isabel Coixet, 1996) / Miss you (Trentemoller, 2008)
Sin embargo, es muy complicado que las parejas tengan la lucidez y la valentía de reconocer a tiempo un amor en caída libre y actuar en consecuencia, abandonando la relación de mutuo acuerdo, con elegancia y sin demasiado sufrimiento para las partes.
En demasiadas ocasiones hay una persona al que la ruptura le pilla con el paso cambiado y el alma cautiva, mostrando en carne viva todas sus dependencias y vulnerabilidades, preguntándose si existe una combinación de palabras en su idioma que le permita recuperar el amor perdido. Pero no, ya no existe. Hasta el teléfono, que antes le acariciaba con su voz seductora y sus mensajes apasionados se convierte en un objeto inerte, absurdo, hostil.
Cuentan que quienes se sumergen a grandes profundidades pueden llegar a ser poseídos por una especie de ilusión que les hace creer posible la respiración natural dentro del agua lo que puede llevarles a deshacerse de sus tubos de oxigeno y ahogarse. Este hechizo fatal es llamado “el vértigo de las grandes profundidades”, algo similar a lo que siente a quien abandonaron cuando intenta recuperar su vida y comprueba desolado cómo la piel que respiraba y lo mantenía en el mundo desaparece y se queda paralizado y perplejo, boqueando de dolor y desamor. Y de este estado de coma del alma sólo podrá salir haciéndolo de nuevo, encontrando otra piel que le hipnotice, enamorándose otra vez, las que hagan falta.
En demasiadas ocasiones hay una persona al que la ruptura le pilla con el paso cambiado y el alma cautiva, mostrando en carne viva todas sus dependencias y vulnerabilidades, preguntándose si existe una combinación de palabras en su idioma que le permita recuperar el amor perdido. Pero no, ya no existe. Hasta el teléfono, que antes le acariciaba con su voz seductora y sus mensajes apasionados se convierte en un objeto inerte, absurdo, hostil.
Cuentan que quienes se sumergen a grandes profundidades pueden llegar a ser poseídos por una especie de ilusión que les hace creer posible la respiración natural dentro del agua lo que puede llevarles a deshacerse de sus tubos de oxigeno y ahogarse. Este hechizo fatal es llamado “el vértigo de las grandes profundidades”, algo similar a lo que siente a quien abandonaron cuando intenta recuperar su vida y comprueba desolado cómo la piel que respiraba y lo mantenía en el mundo desaparece y se queda paralizado y perplejo, boqueando de dolor y desamor. Y de este estado de coma del alma sólo podrá salir haciéndolo de nuevo, encontrando otra piel que le hipnotice, enamorándose otra vez, las que hagan falta.
Finalizando
Terminamos esta primera entrada dedicada al amor con la siempre caústica mirada de Ambrose Bierce en su 'Diccionario del diablo', que ya ha cerrado algunas otras entradas de nuestro blog:
Amor, s. Insania temporaria curable mediante el matrimonio, o alejando al paciente de las influencias bajo las cuales ha contraído el mal. Esta enfermedad, como las caries y muchas otras, sólo se expande entre las razas civilizadas que viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras, que respiran el aire puro y comen alimentos sencillos, son inmunes a su devastación. A veces es fatal, aunque más frecuentemente para el médico que para el enfermo.