Se cumplen en estos días diez años desde que las tropas norteamericanas invadieran Afganistán prometiendo la caída del régimen taliban y la llegada de la democracia al país asiático. Una invasión que fue bien acogida tanto por la comunidad internacional como por una mayoría de afganos hartos de los rigores fundamentalistas de los talibanes.
Sin embargo esa invasión fue mal pensada, librada y liderada por la obtusa Administración de Georges W. Bush, lo que permitió que los líderes talibanes y del Al Queda pudieran escapar a la escarpada área de Tora-Bora y después a Pakistán. El nefasto empeño personal de Bush y Blair de enfangarse en la guerra de Irak restó los recursos de tropas y soldados necesarios para haber conseguido una victoria fundamental sobre los talibanes y el resto de grupos extremistas donde realmente estaban. Los norteamericanos cometieron múltiples errores por su arrogancia al minusvalorar al enemigo y su desconocimiento del carácter y la realidad socio-política afganos, lo que permitió el resurgimiento de la insurgencia a partir de 2006 a través de la porosa frontera con Pakistán.
Sin embargo esa invasión fue mal pensada, librada y liderada por la obtusa Administración de Georges W. Bush, lo que permitió que los líderes talibanes y del Al Queda pudieran escapar a la escarpada área de Tora-Bora y después a Pakistán. El nefasto empeño personal de Bush y Blair de enfangarse en la guerra de Irak restó los recursos de tropas y soldados necesarios para haber conseguido una victoria fundamental sobre los talibanes y el resto de grupos extremistas donde realmente estaban. Los norteamericanos cometieron múltiples errores por su arrogancia al minusvalorar al enemigo y su desconocimiento del carácter y la realidad socio-política afganos, lo que permitió el resurgimiento de la insurgencia a partir de 2006 a través de la porosa frontera con Pakistán.
Tras estos diez años, los liberadores de entonces son vistos como invasores, la situación apenas ha mejorado y la inestabilidad y la corrupción continúan presentes cada día en un país dividido. La violencia sigue cobrándose víctimas, la penúltima el que fuera Alcalde de Kandahar, Ghulam Haider Hamedi, asesinado poco después de ser entrevistado por el equipo de Televisión Española que hizo el reportaje que les ofrecemos más abajo.
Los grupos terroristas resisten con la determinación y pocos escrúpulos que les da su fanatismo y continúan financiándose con la producción y el tráfico de opio. Sus coches-bomba y sus cuasi-artesanales artefactos explosivos camineros (IED) siguen causando muchas bajas y quebraderos de cabeza a unas tropas internacionales equipadas con la mejor tecnología militar, mientras se llevan por delante miles de víctimas civiles, aunque eso no parezca importarles.
El tour de force de Obama poniendo 50.000 soldados más sobre el terreno para recuperar la iniciativa en la guerra afgana y arrinconar a la insurgencia no ha dado todos los resultados esperados, al mantener los extremistas el pulso a las tropas internacionales con el apoyo desde sus bases en Pakistán, además del que directamente les ofrecen los servicios secretos de este país.
La ilusión de una isla democrática en Asia Central se esfumó hace tiempo. En E.E.U.U. ya nadie se acuerda de las mujeres afganas a las que iban a liberar, pero como parece que Al Qaeda (sustituida por la red Haqqani) ha desaparecido prácticamente del país asiático, los norteamericanos pueden mirar a otro lado. En el horizonte está la fecha de retirada marcada para 2014, cuando se supone que las fuerzas armadas y la policía afganas se habrán de hacer cargo de la seguridad del país, fecha en principio inamovible para unas fuerzas internacionales con ganas de salir de ese avispero que desangra sus tropas y sus economías.
La guerra cuesta al contribuyente estadounidense es de unos 9.000 millones de dólares mensuales y se calcula que el coste de mantener un soldado durante un año desplegado en Afganistán es de un millón de dólares. Para Obama, que en el 2008 llegó a la Casa Blanca repudiando la mala guerra de Iraq frente a la guerra buena de Afganistán, la prioridad ahora es una retirada lo más ordenada posible, que evite a la superpotencia perder la cara y garantice una estabilidad mínima en un país que ya venció a los imperios británico y soviético.
Les dejamos con el reportaje "Afganistán: Esperanzas quebradas" de Informe Semanal, sobre estos diez años de guerra en un país que desde hace más de treinta años (cuando fue invadido por los soviéticos) no conoce otra forma de vida y muerte.
Seguidamente podrán ver dos magníficos documentales sobre los soldados que han luchado en esta guerra. Uno, el premiado Restrepo, dirigido por Tim Hetherington (muerto recientemente en Libia) y Sebastian Junger en 2010, la crónica de las vidas de un pelotón de soldados estadounidenses que combaten en el valle del Korengal, donde se produce una quinta parte de los combates que ocurren en todo el país. El segundo, Afganistán: detrás de las líneas enemigas, que durante unas semanas hace el seguimiento de un grupo de los muyahidines que combaten a las tropas internacionales en el norte del país.
La ilusión de una isla democrática en Asia Central se esfumó hace tiempo. En E.E.U.U. ya nadie se acuerda de las mujeres afganas a las que iban a liberar, pero como parece que Al Qaeda (sustituida por la red Haqqani) ha desaparecido prácticamente del país asiático, los norteamericanos pueden mirar a otro lado. En el horizonte está la fecha de retirada marcada para 2014, cuando se supone que las fuerzas armadas y la policía afganas se habrán de hacer cargo de la seguridad del país, fecha en principio inamovible para unas fuerzas internacionales con ganas de salir de ese avispero que desangra sus tropas y sus economías.
La guerra cuesta al contribuyente estadounidense es de unos 9.000 millones de dólares mensuales y se calcula que el coste de mantener un soldado durante un año desplegado en Afganistán es de un millón de dólares. Para Obama, que en el 2008 llegó a la Casa Blanca repudiando la mala guerra de Iraq frente a la guerra buena de Afganistán, la prioridad ahora es una retirada lo más ordenada posible, que evite a la superpotencia perder la cara y garantice una estabilidad mínima en un país que ya venció a los imperios británico y soviético.
Les dejamos con el reportaje "Afganistán: Esperanzas quebradas" de Informe Semanal, sobre estos diez años de guerra en un país que desde hace más de treinta años (cuando fue invadido por los soviéticos) no conoce otra forma de vida y muerte.
Seguidamente podrán ver dos magníficos documentales sobre los soldados que han luchado en esta guerra. Uno, el premiado Restrepo, dirigido por Tim Hetherington (muerto recientemente en Libia) y Sebastian Junger en 2010, la crónica de las vidas de un pelotón de soldados estadounidenses que combaten en el valle del Korengal, donde se produce una quinta parte de los combates que ocurren en todo el país. El segundo, Afganistán: detrás de las líneas enemigas, que durante unas semanas hace el seguimiento de un grupo de los muyahidines que combaten a las tropas internacionales en el norte del país.
2011 - Afganistán, esperanzas frustradas
Afganistán: detrás de las líneas enemigas
Así ha cambiado Afganistán (o no) en 10 años
Laura Riestra 07.10.2011
Laura Riestra 07.10.2011
Aproximadamente 33.000 víctimas mortales, atentados casi a diario, negociaciones de paz fallidas, una insurgencia cada vez más poderosa y una violencia que ha aumentado en un 40% en lo que llevamos de año. Es la cara más visible de un Afganistán que, tras diez años de guerra, se prepara para la salida de las tropas internacionales el próximo 2014. Con un contexto así, la pregunta que surge una década después del comienzo del conflicto es la misma para muchos: ¿Está realmente preparado el país para funcionar por sí mismo?
En los tres años que faltan hasta que se cumpla el plazo dado por las potencias internacionales los retos que aún quedan pendientes son muchos. Se ha avanzado, sí, el gran objetivo con el que se empezó esta guerra ya se ha cumplido: el de encontrar al autor del 11-S, Osama Bin Laden, pero aún quedan asignaturas pendientes. Y no es un secreto. "Todavía queda mucho trabajo por hacer", aseguraba el jefe de las tropas de EE.UU. y de la OTAN en Afganistán, David Petraeus, en un discurso durante una ceremonia militar en Kandahar hace ahora un mes. Aún así, la fecha está clara: el 2014 las tropas se habrán replegado y al gobierno afgano le corresponderá asumir la dirreción de un país que para muchos aún no es capaz de funcionar independientemente, aunque también haya mejorado muchos aspectos.
Lo que ha cambiado para bien... "
Afganistán es uno de los países donde se dan la mayoría de violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos. En este sentido, nos enfrentamos a una situación igual que hace diez años o incluso peor. Aún así, es cierto que hay elementos positivos que han mejorado desde el 2001, principalmente entre las mujeres y niños, en materia de educación y de libertad de expresión", explica a RTVE.es la portavoz de Amnistía Internacional en España, Olatz Cacho.
Lo que ha cambiado para bien... "
Afganistán es uno de los países donde se dan la mayoría de violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos. En este sentido, nos enfrentamos a una situación igual que hace diez años o incluso peor. Aún así, es cierto que hay elementos positivos que han mejorado desde el 2001, principalmente entre las mujeres y niños, en materia de educación y de libertad de expresión", explica a RTVE.es la portavoz de Amnistía Internacional en España, Olatz Cacho.
En este sentido, el gobierno afgano ha llevado a cabo la promulgación de leyes relativas a los derechos humanos, también se ha reducido la discriminación contra las mujeres y ha mejorado el acceso a la educación y atención médica.
"En 2011 siete millones de niños pueden ir a la escuela mientras que en 2001 solo podían hacerlo 900.000. En cuanto a las niñas, hace diez años estaban escolarizadas 5.000 y ahora lo están 2,5 millones", explica Cacho. En estas mejoras tiene mucho que ver la nueva Constitución redactada por el gobierno afgano en la que se otorga una condición de igualdad a hombres y mujeres y, además, designa un cupo de un cuarto de los escaños del Parlamento a las mujeres.
También se ha creado un ministerio de ayuda a las mujeres en el que pueden denunciar cualquier tipo de agresión, así como en las casas de acogida que se han instalado con este fin por múltiples puntos de Afganistán. Pero aún no es suficiente. "La parte buena de los avances tiene también otro lado menos positivo porque mientras el Gobierno afgano hace avances de este tipo aprueba leyes que suponen un retroceso, como la Ley Shia, de estatuto personal y aprobada en 2009, que formaliza la discriminación a la mujer", asegura Cacho....
y lo que sigue igual o peor
"En 2011 siete millones de niños pueden ir a la escuela mientras que en 2001 solo podían hacerlo 900.000. En cuanto a las niñas, hace diez años estaban escolarizadas 5.000 y ahora lo están 2,5 millones", explica Cacho. En estas mejoras tiene mucho que ver la nueva Constitución redactada por el gobierno afgano en la que se otorga una condición de igualdad a hombres y mujeres y, además, designa un cupo de un cuarto de los escaños del Parlamento a las mujeres.
También se ha creado un ministerio de ayuda a las mujeres en el que pueden denunciar cualquier tipo de agresión, así como en las casas de acogida que se han instalado con este fin por múltiples puntos de Afganistán. Pero aún no es suficiente. "La parte buena de los avances tiene también otro lado menos positivo porque mientras el Gobierno afgano hace avances de este tipo aprueba leyes que suponen un retroceso, como la Ley Shia, de estatuto personal y aprobada en 2009, que formaliza la discriminación a la mujer", asegura Cacho....
y lo que sigue igual o peor
El principal escollo que queda en Afganistán ante la salida de las tropas internacionales reside en el futuro que va a quedar diseñado. Las negociaciones de paz, que hasta ahora encabezaba el expresidente afgano Burhanuddin Rabbani, deben dejar definido cómo enterrar la violencia de los insurgentes, cuya fuerza parece ser ahora mayor que nunca, como han puesto de manifiesto con los recientes asesinatos de Rabbani y del hermano del presidente Hamid Karzai, entre otros.
Staffan De Mistura, jefe de la misión de la ONU en Afganistán (UNAMA), presentó el pasado mes de septiembre al Consejo un informe del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en el que agregaba que tras el asesinato de Rabbani, "es el momento de que los afganos se replanteen que hay que pedir la unidad nacional entre los líderes y el pueblo". Sin embargo, precisamente esa implicación que De Mistura pide a los afganos es la que algunos analistas echan de menos en las negociaciones de paz. No porque no quieran, sino porque no se les permite: "Ninguna potencia internacional ha mostrado un verdadero interés en la expansión del diálogo nacional.
Con el gobierno de Karzai en caída libre, la insurgencia que va ganando terreno y las divisiones étnicas en aumento, parece que el conflicto se está reactivando y en ese contexto de retirada de tropas en 2014", recoge el analista sobre Afganistán Candace Rondeaux en Foreing Policy. "Las potencias extranjeras están muy interesadas en salir pero deben aclarar qué panorama van a dejar. La fecha clave es el 5 de diciembre, en la conferencia de Paz en Bonn en la que unos y otros dejen confirmar que lo que nunca va a ser una moneda de cambio son los derechos humanos. Sin derechos humanos no hay paz posible", defiende Cacho.
El proceso de paz iniciado a principios de 2010 supuso el primer paso hacia la reconciliación con los talibanes y otros grupos insurgentes. Sin embargo, el denominado "Alto Consejo para la Paz", compuesto por 70 miembros, solo tiene entre sus filas a 9 mujeres y los afines a ellas ya han manifestado su preocupación a que los avances que han logrado hasta hora sean una moneda de cambio para negociar un alto al fuego en el futuro. Es más, según un reciente estudio de Action Aid, de cada 10 mujeres, 9 temen por su derechos en el caso de un eventual acuerdo de paz que implique un regreso de los talibanes al gobierno. "Además, también es necesario como salvaguarda de los derechos humanos que se termine con la impunidad total que parece que hay en Afganistán. La CPI debe investigar los crímenes de guerra cometidos por talibanes e insurgentes pero, además, debe analizar las muertes provocadas entre civiles por la OTAN. Y debe hacerlo la CPI porque está claro que hoy en día es imposible que un tribunal interno investigue estos crímenes", explica Cacho.